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domingo, 12 de junio de 2022

La ciudad reinventada


 

Fernando G. Castolo*

 

 

Una ciudad que no es cambiante siempre aspirará a morir, porque en su eterna fisionomía deberán quedar los espacios como vieja postal de aparador y, eso, es letal. Las comunidades, esos conglomerados sociales que representan la vitalidad de las ciudades, siempre se encuentran en constante evolución, y más ahora, en este tiempo en que estamos sometidos (y más que sometidos, secuestrados), de forma irremediable, a los modernos medios de comunicación, a este mundo globalizado que ha arrasado con lo mejor de cada rincón geográfico del planeta.



Sí, porque hemos perdido estabilidades en la identidad más íntima que representa ese sentido de pertenencia. Así, esta antigua Zapotlán que Juan José Arreola deseaba ver tal y como la recordaba de niño, fue su gran decepción al no conservar los rasgos que antaño él conoció. Si bien, es cierto, existen hoy en día lineamientos legales que permiten la pervivencia de los lugares "históricos" y originales de las poblaciones, es inevitable que lo original sucumba ante las presiones del presente: las nuevas exigencias sociales que desean estar a la altura de las circunstancias.


 Las viejas peluquerías hoy son modernos baber shop; las misceláneas ahora son tiendas de conveniencia; el mismo centro histórico tiene una enorme competencia con los centros comerciales... No hace mucho tiempo vimos, con cierta nostalgia, que la emblemática Papelería Fuentes desapareció del espacio que, por años, mantuvo su tradicional presencia, sobre la avenida Reforma; luego, también con ojos lagrimosos nos sorprendió el desplazamiento de un icónico restaurante, el Juanito, que se localizaba en los bajos del Hotel Zapotlán.







Hoy, caminando por la calle Zaragoza, también el corazón se impactó con el derrumbe de una histórica finca, residencia de la familia Briseño-Dipp que albergó la tienda de estambres y textiles "Diana"... No, no es posible mantener a la ciudad como una vieja postal de aparador, pero sí es posible invocar en el espíritu de esta población la salvaguarda de sus tradiciones, esencial en el ánimo de la identidad que ha definido los rasgos más íntimos de la antigua Zapotlán, su mejor rostro.




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