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jueves, 2 de junio de 2022

El hombre de madera



Pedro Mariscal

 

 

A Juan Manuel Ávila Hernández, escultor de talla en madera.

Por Pedro Mariscal.

En la herrumbrosa soledad de casa

En medio de figuras maderiles

Y extraños objetos silenciosos

Surge la idea que da vida a la materia.

 

 



Son los primeros versos con que inicia el poemario De Madera y Canto. Un poemario que Juan Manuel Ávila Hernández alentó desde que le propuse escribir bajo la inspiración de sus hermosas esculturas. Juan dictó el tema de algunos textos, pues en gran medida su obra es autobiográfica.


Generalmente el proceso creativo surge en soledad. Los escritores dan vida a sus obras en horas solitarias y nocturnas. En el seno de la noche se han forjado las más asombrosas historias, novelas, cuentos, poemas, ensayos y dramas. El escultor Juan Manuel Ávila escogía sus horas solitarias inmerso en el silencio de su taller, o en de la sala de la casa en turno que estuviese ocupando, generalmente en presencia de la luz del día.


Un acontecimiento fortuito me llevó a visitar a Juan en su casa de Reforma. Un amigo común de nombre Daniel Cerrillos Chávez me invitó a visitarle. El recinto de la sala era confortable. Sus paredes lucían cuadros de talla en madera, programas de presentación de su obra en diversos foros y municipios del sur de Jalisco; fotos de familia y de personajes destacados de la ciudad, como Juan José Arreola y el Profr. Ernesto Neaves Uribe, entre otras curiosidades. El humeante y oloroso café no tardaba en ponerse a la mesa de centro. La charla entre los tres se prolongaba por varias horas.





Se conformó en derredor de Juan un grupo de admiradores de su obra artística, mismos que le acompañábamos en sus exposiciones individuales y/o colectivas dentro de la región sur de Jalisco. Algunos de nosotros nos convertimos en promotores de su obra y le llevamos a presentar sus esculturas y cuadros de talla en madera en escuelas primarias, en La Normal y en la UPN de Cd. Guzmán. Fue una época de florecimiento de la creatividad artística en Zapotlán el Grande. El cultivo de las bellas artes estuvo en auge.


En este grupo de amigos puedo recordar, incluido el profesor Daniel Cerrillos; al Lic. Manuel Munguía Castillo, quien fue director de la Casa de la Cultura de Cd. Guzmán y promotor del semanario Pueblo; al Maestro José Luis Vivar Ojeda, odontólogo y escritor; al Sr. Ramiro Solórzano Cervantes, historiador y promotor cultural; a la Maestra Teresa Gómez Cervantes, académica de la UPN, poeta y cuentista; al maestro Antonio Ramírez Díaz, académico de la UPN, escritor y poeta; a mi esposa, la maestra Delia Refugio González Gómez. También supimos de la cercana amistad de Juan Manuel con el profesor Adrián López Virgen, originario de vecino estado de Colima.


Con el pintor Héctor Orozco y el Dr. José Luis Vivar Ojeda, dieron impulso al Consejo Municipal para la Cultura y las Artes, en el periodo de gobierno municipal que presidió el Ing. Alberto Cárdenas Jiménez (y subsecuentes, con Ríos Martínez, Eduardo Cárdenas y Luis Carlos Leguer), etapa en la cual organizaron ferias del libro y dieron impulso a la creación artística, según relata el propio escritor Vivar Ojeda.


En septiembre 1984, la generosidad de Juan Manuel hizo que utilizara —en préstamo— su estufa, el cilindro para gas y un cristalero. Mi esposa y yo, recién casados, no completábamos el mobiliario mínimo para echar a andar un hogar. Juan fue generoso con mi esposa y conmigo al facilitarnos parte de su mobiliario doméstico mismo que en esos momentos no necesitaba él. Fue un gesto humano y profundo de solidaridad que nunca olvidaré.


Las décadas de 1980 al 2000 fueron sumamente productivas en la vida artística del escultor. Ocupó los principales escenarios de la cultura regional y estatal. Su obra estuvo en el Salón del Surrealismo del Teatro Degollado, de Guadalajara, Jalisco, en 1985. Constituyó un ícono y un referente cultural muy importante, dentro de la comunidad artística de Zapotlán el Grande, hasta la fecha en que Juan sufrió un accidente cerebrovascular durante la cirugía de hernia hiatal que le practicaron en un nosocomio de la ciudad de Colima, mismo que le afectó el hemisferio del habla. De esa fecha en adelante, el proceso de autoconfinamiento fue gradual. Poco se le ve en lugares públicos; casi no sale de casa. Allí le vistan familiares, amigos y vecinos.


Lo que destaco de la obra del escultor es su sentido crítico y de denuncia social. Su obra escultórica constituye una respuesta a la adversidad física y emocional que Juan Ávila sufrió en su juventud: el accidente que lo imposibilitó laboralmente y el rompimiento de su matrimonio. Ese dolor Juan lo transforma en obra artística a través de la talla en madera, oficio que aprendió en el taller de ebanistería de su maestro J. Luis Villalvazo Ramírez.


Su obra recibió el reconocimiento del escritor Juan José Arreola, quien le dedica un hermoso texto: “El enigma de la fealdad tú no lo has descifrado, dijeron a un tiempo en mi memoria Gabriela Mistral y Amado Nervo …Juan Ávila se talla cuerpo a cuerpo con la madera y labra con todas sus manos el cuerpo de esta madre original, materia mater y materna. Y descifra lentamente la veta del cedro y la caoba, del fresno y de la encina, para decirnos lo que lleva dentro, mediante oficio sutil de gubias, formones y buriles…”.






Del Quijote Iracundo, su primera creación, el Dr. Juan José Elizondo Díaz nos dice: “representa un yo acuso a nuestra época. Inutilidad de los ideales (la lanza rota), frente al universo mecanizado, materialista, de molinos fríos”.


Por los aportes al engrandecimiento de la cultura de Zapotlán el Grande y de Jalisco, aplaudo y celebro este homenaje que le ofrecen el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, y el Gobierno Municipal de Zapotlán el Grande, al escultor Juan Manuel Ávila Hernández. Es un acto de generosidad y de justicia.

 



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