Fernando
G. Castolo
La
denuncia aparece en el mes de junio de 1977. Varios medios de comunicación de
la ciudad, sobre todo prensa y radio, así como algún panfleto, hablan sobre la
"obligada" renuncia del Obispo don Leobardo Viera Contreras.
La
Iglesia local, recién elevada a sede Diocesana, entra en una grave crisis, y
muchos auguran la muerte en sus labores. Se habla de catorce sacerdotes y tres
seglares involucrados en este penoso asunto. Algunos impresos, inclusive, los
mencionan con nombres y apellidos.
Lo
cierto es que los "periodistas" han dado una lectura errónea a esta
crisis interna de la Iglesia local, poniendo en alerta a la feligresía. El
pueblo, obviamente, se encuentra alarmado y las voces populares respaldan
incondicionalmente al Obispo, conceptualizando de "traidores" a los
rebeldes miembros del clero.
El
tema en sí es complejo. En realidad, no existe un argumento "oficial"
sobre la postura de la Iglesia local frente a esta situación. Las reuniones
"secretas" se llevan a cabo en Sayula y, desde allá, se maquina cómo
se debe proceder.
Existe,
por parte de este grupo de supuestos disidentes, importantes personajes que
guardan comunicación directa con el alto clero de Guadalajara, de México, e
inclusive con El Vaticano. Su Excelencia don Leobardo Viera Contreras ha
entrado en un estado depresivo que ha logrado deteriorar su, de por sí, frágil
estado de salud.
Prácticamente
no hay una cabeza que ponga orden a esta crisis, y los medios se vuelven
propicios para "dimes y diretes" entre los grupos antagónicos liderados
por sacerdotes y seglares que exponen sus muy particulares posturas a la
opinión pública. El asunto culmina, finalmente, con la muerte de la figura
central de la desatada polémica.
Monseñor
don Leobardo Viera Contreras deja de existir el 30 de noviembre de 1977, y las
acusaciones de "asesinos" no se hacen esperar. Las riendas de la
Iglesia Diocesana de Ciudad Guzmán quedan resguardadas administrativamente por
el Arzobispado de Guadalajara, mientras en Roma se determina quién será el
nuevo Pastor.
Lastimosamente,
este episodio dañó, sobremanera, a la feligresía; pero, debemos de reconocerlo
a la distancia, esta prueba superada logró consolidar los importantes pasos que
ya se habían dado en la estructura de nuestra recién creada Diócesis, los
cuales se vinieron a cristalizar en los subsiguientes años. Lo cierto es que
Ciudad Guzmán, la antigua Zapotlán el Grande, es una orgullosa "Iglesia en
constante camino" que avanza airosa con un rostro particular.
*Historiador
e investigador.
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