El año
2011 es un año emblemático en la cultura local, un verdadero parteaguas en la
agudeza de la percepción artística tal y como nos fue nutrida por los rancios
grupos de intelectuales que orbitaban en torno al grupo Arquitrabe, donde la
lectura de la cultura tenía como base la estela numinosa de artistas de la
talla de José Clemente Orozco, de Juan José Arreola, de Guillermo Jiménez o de
Consuelito Velázquez.
Las
artes locales invocaron por años los estereotipos de la apreciación creativa en
la "vanguardia" de una vieja raza y se estancaron en ello. La
búsqueda de la verdad tenía una sola línea: la que dictaban los agremiados al
Arquitrabe.
Como
antecedente, para contextualizar un poco este movimiento cultural, diremos que
todo inicia a partir de un personaje: Roberto Lemus Ochoa, un médico y masón
guanajuatense que se radica en Zapotlán, quien convoca a inquietos jóvenes de
la época para conformarse en un grupo cultural denominado Cervantes Saavedra,
fundado en noviembre de 1932.
La
breve estadía de doctor Lemus, dio como resultado que el Cervantes Saavedra
desapareciera; aun así, debemos a este grupo los primeros certámenes literarios
organizados, antecedente, sin duda, de los Juegos Florales. En 1944 antiguos
miembros de este grupo se reorganizan en Arquitrabe, convocados por Alfredo
Velasco Cisneros y José Manuel Ponce Segura. Al mismo responden literatos en
ciernes, quienes en la siguiente década accederían a premios estatales de gran
prestigio, entusiasmando a la antigua Zapotlán en una verdadera "Atenas de
Jalisco". La comunidad intelectual volvió sus ojos a este rincón del sur
de Jalisco, y curiosos asisten a veladas culturales y de intercambio académico.
Por
casi setenta años (número, acaso, cabalístico dentro de la subsistencia de
instituciones de rancio abolengo), los miembros de tres generaciones de
Arquitrabe moldearon la forma de hacer cultura; todo lo que no se adhería a sus
patrones era inmediatamente desechado. La presencia en Zapotlán del escritor
Ricardo Sigala Gómez, quien llega en calidad de responsable del Taller de
Literatura de la Casa de la Cultura en el año 1995, desencadenaría, con el
tiempo, en ese boom que requería la sensible "Atenas de Jalisco" en
materia creativa. En el año 2011 sus pupilos y amigos cercanos publican un
manifiesto.
La mayoría de los suscritos estudian Letras Hispánicas en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, donde Sigala ofrece sus cátedras como académico de dicha casa de estudios, quienes se hacen llamar Colectivo Bajo elVolcán. Ese manifiesto, es toda una tesis que insulta a las viejas corrientes estéticas de esta "cuna de grandes"; es un clamor por despojarnos de todo lo rancio, y de experimentar novedosas líneas en el desarrollo intelectual; induce este colectivo a "cambiar de actitud e impulsar a las nuevas generaciones de artistas de Zapotlán el Grande y no colgarse medallas de los que han dejado un legado cultural más allá de nuestras fronteras".
Claro
que este manifiesto tuvo una fuerte reacción en los involucrados en materia
cultural; hubo solidaridad, aplausos y hasta vivas, pero también hubo
detractores que se vieron ofendidos con esta postura de invitación a
"sustituir la frívola contemplación de los rostros y las efigies (de
personajes como Arreola y Orozco) por el análisis comprometido de sus
obras".
El viejo paradigma que había dominado las
mentes de la cultura local, finalmente colapsaba y daba pauta a reinventar a la
"Atenas de Jalisco". Voces como la de Hiram Ruvalcaba y Didiana
Sedano, quienes encabezaban el colectivo, se levantaron al unísono para alentar
esta nueva propuesta cultural en Zapotlán. Es probable que, en su momento, no
haya sido bien asimilado este manifiesto, pero, a la distancia, se observan ya
los ecos de este episodio que representa, dijimos, un parteaguas en la ciudad
en materia artística y cultural.
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