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martes, 14 de junio de 2022

Bajo El Volcán, el colectivo que radicalizó la cultura local


 


 Fernando G. Castolo

 

 

El año 2011 es un año emblemático en la cultura local, un verdadero parteaguas en la agudeza de la percepción artística tal y como nos fue nutrida por los rancios grupos de intelectuales que orbitaban en torno al grupo Arquitrabe, donde la lectura de la cultura tenía como base la estela numinosa de artistas de la talla de José Clemente Orozco, de Juan José Arreola, de Guillermo Jiménez o de Consuelito Velázquez.



Las artes locales invocaron por años los estereotipos de la apreciación creativa en la "vanguardia" de una vieja raza y se estancaron en ello. La búsqueda de la verdad tenía una sola línea: la que dictaban los agremiados al Arquitrabe.


Como antecedente, para contextualizar un poco este movimiento cultural, diremos que todo inicia a partir de un personaje: Roberto Lemus Ochoa, un médico y masón guanajuatense que se radica en Zapotlán, quien convoca a inquietos jóvenes de la época para conformarse en un grupo cultural denominado Cervantes Saavedra, fundado en noviembre de 1932.


La breve estadía de doctor Lemus, dio como resultado que el Cervantes Saavedra desapareciera; aun así, debemos a este grupo los primeros certámenes literarios organizados, antecedente, sin duda, de los Juegos Florales. En 1944 antiguos miembros de este grupo se reorganizan en Arquitrabe, convocados por Alfredo Velasco Cisneros y José Manuel Ponce Segura. Al mismo responden literatos en ciernes, quienes en la siguiente década accederían a premios estatales de gran prestigio, entusiasmando a la antigua Zapotlán en una verdadera "Atenas de Jalisco". La comunidad intelectual volvió sus ojos a este rincón del sur de Jalisco, y curiosos asisten a veladas culturales y de intercambio académico.


Por casi setenta años (número, acaso, cabalístico dentro de la subsistencia de instituciones de rancio abolengo), los miembros de tres generaciones de Arquitrabe moldearon la forma de hacer cultura; todo lo que no se adhería a sus patrones era inmediatamente desechado. La presencia en Zapotlán del escritor Ricardo Sigala Gómez, quien llega en calidad de responsable del Taller de Literatura de la Casa de la Cultura en el año 1995, desencadenaría, con el tiempo, en ese boom que requería la sensible "Atenas de Jalisco" en materia creativa. En el año 2011 sus pupilos y amigos cercanos publican un manifiesto.


La mayoría de los suscritos estudian Letras Hispánicas en el Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara, donde Sigala ofrece sus cátedras como académico de dicha casa de estudios, quienes se hacen llamar Colectivo Bajo elVolcán. Ese manifiesto, es toda una tesis que insulta a las viejas corrientes estéticas de esta "cuna de grandes"; es un clamor por despojarnos de todo lo rancio, y de experimentar novedosas líneas en el desarrollo intelectual; induce este colectivo a "cambiar de actitud e impulsar a las nuevas generaciones de artistas de Zapotlán el Grande y no colgarse medallas de los que han dejado un legado cultural más allá de nuestras fronteras".





Claro que este manifiesto tuvo una fuerte reacción en los involucrados en materia cultural; hubo solidaridad, aplausos y hasta vivas, pero también hubo detractores que se vieron ofendidos con esta postura de invitación a "sustituir la frívola contemplación de los rostros y las efigies (de personajes como Arreola y Orozco) por el análisis comprometido de sus obras".


 El viejo paradigma que había dominado las mentes de la cultura local, finalmente colapsaba y daba pauta a reinventar a la "Atenas de Jalisco". Voces como la de Hiram Ruvalcaba y Didiana Sedano, quienes encabezaban el colectivo, se levantaron al unísono para alentar esta nueva propuesta cultural en Zapotlán. Es probable que, en su momento, no haya sido bien asimilado este manifiesto, pero, a la distancia, se observan ya los ecos de este episodio que representa, dijimos, un parteaguas en la ciudad en materia artística y cultural.




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