miércoles, 11 de mayo de 2022

Vicente Preciado Zacarías: el amor filial por Zapotlán

 



 

Fernando G. Castolo

 

 

Después de Mauro Alfredo Velasco Cisneros, ningún coterráneo se había entregado, más que a realizar buena literatura, a esparcirla como buena semilla en el valle de Zapotlán; no, nadie, solamente Vicente Preciado Zacarías. Por eso él representa al arquetipo de los artesanos de la palabra, aquella con la que es posible expresar lo ordinario con la belleza de una exquisita joya de filigrana.



A pocos meses de su desaparición física y en este día de su aniversario, nos detenemos en hacer una breve reflexión despojada de los ánimos deplorables que dejó su partida. En el análisis de su ejercicio como hacedor de la palabra, observamos una obra, mínima en cantidad, pero grande en calidad.


 Preciado Zacarías dedicó mucho más tiempo al noble oficio de ensalzar la obra de otros coterráneos, haciendo reediciones o antologías que reanimaban la dimensión de esos "otros". Así, en la galería de sus aportaciones al mejor conocer la trascendencia de esos notables, tenemos, por supuesto, a Juan José Arreola, al citado Velasco Cisneros, a doña Refugio Barragán de Toscano, a Virginia Arreola Zúñiga, a María Cristina Pérez Vizcaíno, a Roberto Espinoza Guzmán y a Guillermo Jiménez.


 Pero también se enfocó en otros notables que no incursionaron en las letras pero que, igual, aportaron sus cualidades para enriquecer la bien ganada fama de esta "cuna de grandes": los músicos Rodolfo López Cobián, Luis Guzmán Velasco y Aurelio Fuentes Trujillo; el científico Antonio González Ochoa; a bellas musas como Josefina Matilde Medina Guerra; a humanistas como el sacerdote Enrique Gómez Villalobos, como el notario Carlos Páez Stille, o como la beata Madre Vicentita; así como en el rescate de crónicas sobre episodios importantes en la vida de Zapotlán: la Cristiada, la Revolución Mexicana, o el descarrilamiento ferroviario de la Cuesta de Sayula.


Fue un personaje certero que ventiló la justa dimensión de las mujeres y de los hombres que, con sus obras, ennoblecen la rica identidad de este pueblo, en su tiempo y en su circunstancia. No, es cierto, desde la impronta obra de Mauro Alfredo Velasco Cisneros, el raro fenómeno de despertar el interés por los demás, más que por sí mismo, con aquel desprendimiento y humildad, fue una máxima en la vida y en la labor de Vicente Preciado Zacarías; personaje que dedicó su vida al noble oficio de darle un sentido de pertenencia a lo que nos enorgullece como zapotlenses más allá de épocas y fronteras. Porque para él, finalmente, Zapotlán fue su verdadero ordo amoris.


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