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martes, 24 de mayo de 2022

Una página en la historia de Zapotlán: el secuestro de don José María Urzúa​


  

Fernando G. Castolo​*

 

 

En leves susurros las gentes comentan la trágica noticia que tiene en zozobra a todo el vecindario. Se han prendido todas las veladoras, de todas las casas, donde devotamente se ofrecen mandas y promesas a la corte celestial, a fin de que el infortunio que padece uno de los principales y más notables caballeros de la ciudad, muy pronto se resuelva y vuelva la calma a los corazones oprimidos.​




De este lamentable hecho da cuenta el acta de ayuntamiento correspondiente al 23 de julio de 1869. Se trata del rapto violento que sufrió don José María Félix Ramón de Jesús Urzúa Barragán, importante terrateniente de la comarca, quien naciera hacia el año de 1821 (hijo de Juan de Dios Urzúa Villaseñor y María Guadalupe Barragán Michel). Fue levantado del exterior de su residencia por unos bandoleros que, se presume, tienen su guarida en las oquedades del Nevado de Colima (quizá, este hecho fue inspiración para la escritora de “La hija del bandido…”).​


La casa-habitación de don José María, casado en la época con doña María de Jesús Rojas Gutiérrez, se localizaba en la esquina de las calles San Antonio y Teatro (hoy, Federico del Toro y Refugio Barragán de Toscano, respectivamente), espacio que aún conserva la delicadeza de sus formas arquitectónicas del estilo barroco, primitiva sede de las Casas Consistoriales o de la administración gubernamental.​


Era Presidente Municipal don Isidoro S. Ortiz Cruz (nativo de la Villa de la Encarnación, Jalisco, y avecindado en Zapotlán), quien convoca al vecindario en general para ir en busca y persecución de los malhechores que habían plagiado al ilustre ciudadano. Los bandidos solicitaron a la familia, por el rescate, la cuantiosa cantidad de cinco mil pesos oro. Un mes estuvo en cautiverio don José María y, una vez entregado el rescate, fue abandonado a las puertas de su residencia, aunque vivo, en un estado físico muy lamentable.​





Su bisnieto, el escritor y diplomático Guillermo Jiménez, dejó testimoniado el hecho en su libro “Zapotlán” (1940), en donde habla sobre el mal físico que sus familiares adquirieron después de este suceso: «[…] El tío Justo murió repentinamente; todos sus hermanos, el tío Juan, la tía Pepa, la tía Mercedes, el tío Pepe, el tío Rafael, murieron del mismo mal: del corazón. La enfermedad de la entraña les vino de una pena que tuvieron cuando niños […] plagiaron los bandidos del Nevado de Colima a mi bisabuelo don José María Urzúa […] Por la congoja, por la diaria incertidumbre, por el prolongado sufrimiento, todos los niños enfermaron del corazón, mal incurable que segó a la familia entera […]».​


Y fue así como los miembros de la familia Urzúa Rojas fallecieron, por un infarto que les venía de la nada: mientras caminaban, mientras dormían, mientras estaban sentados; todos murieron por ese mal que les aquejó a partir del secuestro de don José María, el rico terrateniente que fue Presidente Municipal en 1845, y mayordomo de la función josefina en 1858.​


            En los viejos papeles, las voces del vecindario siguen susurrando el infeliz acontecimiento que los mantuvo en zozobra en aquel año de 1869.​

 

*Historiador e investigador.




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