Homero
Aguirre Enríquez
El
bloqueo a los medios rusos en muchos países y la campaña para linchar
mediáticamente a Rusia, exonerar a la OTAN del conflicto en Ucrania y blanquear
al gobierno neonazi de este país construyéndole la imagen de víctima inocente,
han mostrado toda la relevancia y el poderío de las llamadas redes sociales en
el control del mundo; al mismo tiempo, ese alarde de fuerza y prepotencia es un
signo de debilidad que ha exhibido el terror de las súper potencias militares
encabezadas por los Estados Unidos a perder el dominio ideológico que les
facilita el control económico del planeta y los ha obligado a quitarse la
careta de democráticos y respetuosos de las libertades individuales que se
habían fabricado para engañar con palabra e imágenes idílicas de sí mismos.
Bloquear
a los medios rusos en Estados Unidos y en muchos países europeos, así como
ponerle la etiqueta de “prorruso” a cualquier persona que se atreva a
reproducir notas que lleven a contenidos generados por medios de comunicación
rusos, desmiente el discurso occidental sobre el respeto absoluto a la libertad
de expresión y al debate respetuoso entre las ideas propias y las ajenas; la
multicitada y sonora frase liberal, atribuida a Voltaire, “podré no estar de
acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”,
ha quedado hecha añicos y lo que está de regreso es el sambenito, la prenda con
la que los inquisidores vestían a los sentenciados por herejes, y la picota, el
lugar donde se exhibía públicamente a los reos para avergonzarlos; se ha vuelto
práctica frecuente el señalamiento calumnioso para infamar a quien se atreva a
disentir de la versión oficial que los Estados Unidos han impuesto sobre lo que
ocurre en Ucrania, abusando de su poderío militar y económico aún suficientes
para amedrentar a muchos. Quien lo dude, puede buscar las secciones abiertas en
casi todos los medios para “darle seguimiento” al conflicto en Ucrania y se
dará cuenta que no es otra cosa que una retahíla de ataques sincronizados y
construidos de tal modo que el público crea que los rusos son agresores
sanguinarios sin ninguna otra lógica que matar a sangre fría. En ese
seguimiento no aparece la OTAN expandiéndose y rodeando de bases militares a
Rusia (ladrándole, dijo el Papa Francisco) y mucho menos las atrocidades
cometidas antes y ahora por esa agresiva alianza militar comandada por EE. UU,
que concentra armas nucleares suficientes para hacer estallar varias veces el
planeta y ha provocado la muerte de cientos de miles de personas en varios
países bombardeados e invadidos.
La
concentración de los medios de comunicación y de las redes “sociales” en pocas
manos es una consecuencia de la concentración abusiva y excesiva de la riqueza
en unos cuantos, las redes son un instrumento modelador de pensamientos y
comportamientos masivos, como lo vemos en la lucha actual en Ucrania; las
élites que concentran poder económico también concentran poder mediático y son
dueños o socios de las grandes cadenas informativas y de las plataformas
electrónicas que hacen posible las redes; también, son los concentradores de
los datos personales de la mayoría de los seres humanos, con los que pueden
mandar sus dardos para vender y convencer (según Brittany Kaiser, autora del
libro “La dictadura de los datos”, la empresa que operó en la pasada campaña
electoral en Estados Unidos y que llevó a Donald Trump a la presidencia de ese
país, disponía de entre 2 mil y cinco mil datos personales de 240 millones de
norteamericanos, datos con los que indujeron su comportamiento mediante
mensajes personalizados a favor del candidato y noticias falsas sobre el
adversario).
A
pesar de ese control, todavía se puede y se debe dar la lucha social en las
redes sociales. Ayer estuve en Tecomatlán, la cuna del Movimiento Antorchista,
en una plática con dirigentes campesinos, estudiantes y maestros de la región,
en la que platicamos sobre el uso de las redes sociales en el plan de difusión
de nuestro proyecto de nación, así como en defensa de nuestro derecho a
organizarnos y formar una fuerza social dirigida por una nueva clase política
surgida del pueblo y educada para gobernar con modestia, limpieza y altura de
miras como lo hemos hecho en ese municipio. La respuesta de jóvenes, adultos y
ancianos fue abrumadoramente positiva y estimulante y estoy seguro que, al
igual que lo han hecho desde que se fundó Antorcha en 1974, los tecomatecos y
todos los pueblos organizados en la Mixteca poblana ocuparán su honroso lugar en
esta batalla de ideas, junto a millones de mexicanos más a los que estamos
convocando y enseñando a usar las redes.
Los
antorchistas estamos convencidos que no puede ser eterno un sistema
socioeconómico tan injusto, depredador de las energías humanas y naturales,
altamente generador de pobreza y violencia como el que vivimos, y que la única
fuerza capaz de modificarlo se encuentra en los pueblos organizados masivamente
para llegar al poder y desde ahí aplicar un proyecto económico que disminuya la
concentración de riqueza. Por eso, nos empeñamos en utilizar todos los recursos
a nuestro alcance para comunicar esta convicción de cambiar la realidad,
organizarnos, educarnos, crecernos ante las dificultades y proponernos dejar un
mundo mejor que el que nos recibió a nacer.
En
la tarea de comunicarnos con millones de mexicanos no debemos renunciar al uso
de las redes sociales, ese invento creado por el desarrollo de la ciencia y la
tecnología y no dejarlo en manos de las élites controladoras del mundo. O
usamos las redes para construir un mundo mejor, o estas sólo servirán para
adormecernos, sedarnos y convertirnos en recipientes pasivos de operaciones de
modificación de nuestra conducta: “A un plan obedece nuestro enemigo: de
enconarnos, dispensarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a
otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo,
hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan”, dijo José Martí, y
tenía razón.
*Vocero
nacional del Movimiento Antorchista.
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