Fernando
G. Castolo
El
notable abogado don José de Jesús Próspero Jiménez Ulloa, nació en Juchipila,
Zacatecas, hacia el año de 1827, hijo del matrimonio formado por don Dionisio
Jiménez Bañuelos y doña María Ignacia Ulloa Basulto.
Los
esponsales se verificaron en la parroquia principal la mañana del 23 de octubre
de 1863, para después llevarse a cabo el matrimonio civil y el respectivo
banquete en la casa-habitación del distinguido abogado, residencia ubicada en
la esquina de las calles San Antonio y Artes (hoy, Federico del Toro y José
Rolón, respectivamente).
El feliz matrimonio tuvo varios hijos, de los
cuales hemos encontrado el registro de once: José Leopoldo Reimundo, Salvador
Gregorio de San Antonio, María Concepción Clementina, María Juana, Felipa,
Jesús Manuel, Carlota de Jesús, Roberto Alejo de Jesús, María Nemesia Quintina,
María Guadalupe Prisca de Jesús y María Eustacia Jiménez Urzúa.
De
los que no hemos localizado su partida de nacimiento son de: Luis Jesús, José
de Jesús Emmanuel, María de las Mercedes Carlos de Jesús, Arnulfo y Juana
Constanza de Jesús Jiménez Urzúa; esta última, por cierto, fue la madre del
notable escritor y diplomático Guillermo Jiménez.
Don
José de Jesús Próspero Jiménez Ulloa, seguramente mostró amplias actitudes para
el desempeño de su profesión, por lo que fungió como asesor de varios alcaldes
en turno (entre 1889 y 1891), llegando a ostentar él mismo la alta
responsabilidad en las riendas del Gobierno Municipal en el año de 1864.
Además,
fue un excelente colaborador en las obras pías que los párrocos impulsaron en
beneficio de la ciudad, siendo Presidente de la Sociedad Josefina, bajo la cual
se aventajaron los trabajos constructivos de la hoy Santa Iglesia Catedral.
Tuvo
la oportunidad de encabezar en dos ocasiones la mayordomía de las rumbosas
solemnidades juramentadas en honor a Señor San José: en 1885 y 1893. Al nacer
su célebre nieto le cobijó con el cariño y la responsabilidad de un padre, y el
propio Guillermo le reconocía como tal, dedicándole muy sentidas líneas en la
bella prosa de dos de sus más elogiadas obras: "Constanza" (1921) y
"Zapotlán" (1940).
El
abogado, considerado un verdadero patriarca en la población, por su palabra
siempre sensata, por su pulcritud en el ademán y por su calidad humana,
fallecería a los 96 años en la Navidad de 1923. Sus restos humanos reposan
sobre la vía de San José en el interior del Panteón Hidalgo de Zapotlán.
Legó
varios escritos que denotan la delicadeza de su personalidad, como aquel que
dedica al Cura don Silviano Carrillo y Cárdenas con motivo de un homenaje que
le tributó la feligresía a finales del siglo XIX.
Hoy,
el pueblo y gobierno de Zapotlán el Grande obsequian un tributo de distinción a
este notable personaje, al otorgarle la categoría oficial de "Hijo
Adoptivo Distinguido", a la vez que instalan su fotografía en la Galería
de Presidentes, al interior de la Sala de Ayuntamiento del Palacio de Gobierno.
¡Loor eterno a quien supo darle un sentido de trascendencia a Zapotlán, en los
inciertos tiempos de la segunda mitad del inestable período decimonónico!
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