Fernando
G. Castolo*
Eulalio
Villalobos Carreón, un humilde panadero nativo de Sayula, Jalisco (donde nació
hacia 1892), fue el principal promotor para fundar en Ciudad Guzmán el Comité
Municipal de la Unión Nacional Sinarquista, a finales de los años treinta del
pasado siglo XX.
Este grupo que, a primera vista, pareciera que es un hilo conductor de los emblemáticos grupos católicos que le antecedieron como la Acción Católica (fundada en 1917) o Caballeros de Colón (fundado en 1921), en realidad es una propuesta política que busca dignificar la vulnerabilidad de las masas marginadas; masas, por supuesto, católicas recalcitrantes.
Las
multitudinarias manifestaciones a las que convocaban sus líderes tenían lugar
en la explanada del desaparecido monumento a la Bandera (confluencia de las
calles Reforma y Constitución), dándole así un sentido nacionalista al discurso
de las voces que tomaban la tribuna.
Tiempo
después, este grupo, liderado por el propio Villalobos (casado con Felipa
Peña), construyen un foro en el cual poder manifestar sus ideologías de forma
libre y, así, evitar exponerse a situaciones que terminaran en zafarrancho.
Este espacio, ubicado sobre la calle Negrete, fue conocido como Teatro Urquiza (en
honor al reconocido fundador de esta organización, José Antonio Urquiza), donde
se celebraban todo tipo de asambleas y reuniones que desbordaban al fanatismo
de muchos de sus agremiados.
Los sinarquistas zapotlenses fueron
fuertemente apoyados de forma inicial por los jesuitas, orden religiosa que, en
la época, tenían bajo su custodia el emblemático templo del Santuario de
Guadalupe (1935-1940). Cuando fueron expulsados de la ciudad por el cardenal
José Garibi Rivera (quien también les había dado la custodia), entonces los
sinarquistas buscaron refugio, obviamente, con los diocesanos (siendo párroco
Antonio Ochoa Mendoza) y, tiempo después, con los franciscanos, quienes llegan
a la población a finales de la década de los cuarenta.
Este
foro sinarquista, sin embargo, no únicamente fue ocupado para este tipo de
manifestaciones; no, también las había artísticas y culturales, donde se
montaban obras de teatro, la gente declamaba o cantaba y había conciertos.
El
Teatro Urquiza fue famoso gracias a estas presentaciones de corte cultural,
escenario desde el cual la "gente del pueblo" expresó su gran
sensibilidad y capacidad para admirar las bellas artes. La panadería de don
Eulalio Villalobos, por cierto, fue muy celebrada en su época.
Los
olorosos panes salían de los hornos de la calle Manuel M. Diéguez, y se
distribuían en algunos expendios o directamente en la residencia de los
distinguidos y muy selectos vecinos que gustaban de su exquisito pan artesanal.
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