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miércoles, 18 de mayo de 2022

A las madres: a las del lindo nombre de reina

 



 

Fernando G. Castolo*

 

 

Hace cien años se verificó el primer festejo a las madres en México, por decreto del entonces Presidente Álvaro Obregón. Existe una hipótesis reveladora sobre el origen de esta iniciativa gubernamental...



En el año de 1921, en Madrid, España, sale a la luz pública una pulcra edición de un hermoso libro intitulado "Constanza", hermosa prosa que evoca recuerdos de la madre de su notable autor: Guillermo Jiménez.


Entonces, Guillermo recibe una llamada alarmante en que le comunican que su madre se encuentra delicada de salud, y que desea verlo. Urgen a que se traslade a Zapotlán. En una noche fría de invierno, Guillermo Jiménez toma el tren que le llevará desde la ciudad de México, donde radicaba, hasta la tierra de sus ancestros. Durante el trayecto, Guillermo realiza breves apuntes sobre los recuerdos más atesorados que guardaba en su corazón a propósito de la mujer que lo trajo al mundo y que lo cuidó, y que le obsequió mimos y caricias, lo mismo que regaños y castigos cuando eran necesarios...





(Guillermo Jiménez nació en la casa de su abuelo materno, el distinguido abogado zacatecano don José de Jesús Próspero Jiménez Ulloa, residencia que se ubicó en la esquina de las calles San Antonio y Artes (hoy, Federico del Toro y José Rolón, respectivamente). El suceso fue, en cierto modo, escandaloso para una familia de rancio linaje en un pueblo pequeño y conservador: el acta de nacimiento del pequeño Guillermo acota que es hijo de "padres no conocidos". En realidad, su madre nunca reveló el nombre del padre.


Lo cierto es que, en medio de este dilema social, don Jesús Próspero Jiménez, gran patriarca que sacó la casta por la familia, decidió darle su apellido y registrarlo únicamente como Jiménez. Por supuesto, su madre sufrió los embates de injustos señalamientos y rumores que la envolvieron en la depresión. Evitaba hacer vida social y dedicarse de lleno a su pequeño hijo.


Don Jesús alentó en el menor el gusto por la lectura, y lo metió a estudiar a la Escuela Primaria anexa al Seminario de Zapotlán. Además de la lectura, Guillermo también se fascinó por la escritura, la que desde temprana edad fue prodigiosa por la pulcritud de los conceptos que utilizaba.


Pasaron los años y hubo necesidad de seguir estimulando su educación en prestigiados institutos de la ciudad de Guadalajara. Muy pronto, y gracias a sus aptitudes, desarrolló una interesante carrera profesional en dependencias gubernamentales, hasta alcanzar propuestas para desempeñar puestos importantes en diversas embajadas de México en Europa...)


Finalmente, Guillermo llega a Zapotlán. Rápidamente se traslada a la residencia familiar, y en una obscura habitación, asistida con la tenue luz de las velas, encuentra a su madre quien, al verle, débil y dulcemente se le abraza al cuello. Después, él le dio un beso en la frente, mientras por sus mejillas corrían lágrimas de emoción e impotencia. Nada pudo decir ya la moribunda madre; solamente le bendijo y expiró. Guillermo Jiménez elevó sus ojos al cielo y, en ese momento, una nueva estrella brilló en el firmamento. En la mañana del 19 de marzo de 1920 había fallecido doña Constanza Jiménez Urzúa a la edad de 52 años.


 Los apuntes que, sobre su madre, realizó Guillermo Jiménez en su trayecto de la ciudad de México a Zapotlán, fueron publicados en España un año después. Álvaro Obregón tuvo en sus manos un ejemplar y, sumamente conmovido por el bello texto, decide instaurar un homenaje nacional anual a las madres, a las que, como Constanza, tienen un "lindo nombre de reina".




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