Víctor
Hugo Prado
la determinación
del partido Morena de exponer en las plazas públicas carteles con las
fotografías de cada uno de los legisladores que votaron en contra de la
propuesta presidencial de reforma eléctrica conocida como Ley Bartlett con la
leyenda “Traidor a la Patria” pone en riesgo de ser agredidos a quienes ejercen
su derecho a disentir.
La
medida de marcar a los 223 legisladores por parte del movimiento que encabeza
el Presidente es un atentado contra la democracia. Va en contra del espíritu
del legislador cuya actividad principal es la presentación, creación,
modificación, adición y derogación de las leyes que le correspondan según su
esfera de competencia, que se lleva a cabo por votación y sin cargo a ser
reconvenido, es decir, censurar o reprender por lo que ha hecho o dicho.
En
todo caso, si el Gobierno y Morena consideran que los diputados del PAN, PRI,
PRD y MC que votaron en contra, son traidores a la Patria, deberían promover
una denuncia en la Fiscalía General de la República y exigir que se les aplique
el artículo 123 del Código Penal Federal, en lugar de poner en riesgo su
integridad e, incluso, su vida. Se omite que hay fanáticos que podrían atentar
contra los legisladores solo por no coincidir con las iniciativas presidenciales.
Si los diputados atentaron “contra la independencia, soberanía o integridad de
la Nación Mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o Gobierno
extranjero”, reitero ¿Por qué no los denuncian penalmente?
En
la sesión del domingo 10 de abril, cuando fue rechazada la propuesta
presidencial, una diputada del PT, señaló que hay que crucificar a los que se
oponen a los proyectos de López Obrador, porque son unos “vendepatrias”.
Y
qué decir de Mario Delgado, el presidente de Morena que ha implementado una
peligrosa campaña de linchamiento por redes sociales, medios impresos, y hasta
en las casas y oficinas de enlaces de legisladores.
Convertidos
en los nuevos inquisidores, que como en la inquisición, apareció como un
tribunal de la Iglesia Católica, cuyos objetivos eran descubrir y suprimir la
herejía en el siglo XIII. Así se pretende reprimir, castigar, señalar,
enjuiciar, atentar, descalificar, linchar a quienes disienten en una sociedad
que se precia de ser democrática y que uno de los grandes valores de ésta es
justamente el disenso. Vaya lecciones
democráticas les estamos dejando a nuestras nuevas generaciones de niñas, niños
y adolescentes, cuando en ellos habrá que cultivar la libertad, el pluralismo,
la tolerancia y la legalidad, valores que deben ser parte de su formación para
lograr consolidar la sociedad democrática a la que aspiramos mantener.
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