Pedro Vargas Avalos
Con
motivo de la jornada electoral de revocación de mandato del presidente de la
república, que se registró el domingo diez de abril del corriente año de 2022,
es importante hacer una reflexión sobre la democracia en nuestra nación, los
resultados del referido ejercicio electoral y la posición de los principales
partícipes de dicha jornada.
Para
el mexicano común, la democracia es el dominio de la mayoría, en cualquiera
materia de que se trate. Si se está en una reunión familiar, se somete a
votación una idea o propuesta, gana democráticamente la que reciba el mayor
número de votos aprobatorios. Igual si se trata de una reunión de amigos o de
ciudadanos. Y si se habla de comicios, simplemente se sufraga y tras el
cómputo, hay democracia si se respeta el triunfo de la mayoría. Estamos pues
muy cerca de lo que dice la Constitución: la democracia no es solamente una estructura
jurídica y un régimen político, sino un sistema de vida fundado en el constante
mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
Por su lado, nos dicen los estudiosos
modernos, que la democracia es, a la par, un ideal, un orden político y un muestrario
de conceptos, conductas y razonamientos. Así las cosas, como afirmaba el
notable Abraham Lincoln, “la democracia es el gobierno del pueblo, por el
pueblo, para el pueblo”. A esta concepción, el actual primer mandatario
mexicano le agrega que en todas partes debe haber democracia (familia,
sindicatos, escuela, trabajo, etc.) y desde luego en la vida pública, para que
se haga un hábito y ninguno se sienta absoluto: “que nadie olvide que el pueblo
es el que manda, que el pueblo pone y el pueblo quita, el pueblo es el
soberano”.
Para
llegar a la actual situación, en nuestra república hemos experimentado etapas
de lo más diverso, todas ellas caracterizadas por el dominio de las clases
privilegiadas. Ya sabemos que, durante la Colonia, los mexicanos solo
deberíamos obedecer a los mandatos de los gobernantes iberos e incluso de
cualesquier peninsular, es decir, no se podía siquiera discutir si era justa o
no una ley u orden. Y cuando se expedía alguna norma favorecedora de nuestros
ancestros, los españoles las anulaban conforme a su repudiable principio de
“acátese, pero no se cumpla”.
El
ansia de libertad, iniciada con diversos movimientos desde y antes del grito de
Dolores en 1810, culminaría con la independencia, pero sin democracia: aparte
de los pleitos entre centralistas y federalistas (conservadores contra
liberales), lo cierto es que la democracia brillaba por su ausencia. Cuando
había elecciones, eran tan restringidas, que solo votaban unos cuantos (los que
sabían leer-escribir y poseían capital) y además, el partido o cúpula que
ostentaba el poder público, imponía sus condiciones de manera tan vulgar, que
ahora nos parecen de proceder despreciable.
Ni
con la Reforma se alcanzó buen nivel democrático: los comicios continuaban en manos
del gobierno y éste solo procuraba sacar avante sus intereses grupales. Por lo
tanto, en el Porfiriato, no obstante que Díaz llegó al poder con la bandera de
“No Reelección”, que luego traicionó, en materia democrática todo fue una
farsa. Sería Don Francisco I. Madero quien impuso ese precepto haciendo valer
el mandato del “Sufragio Efectivo”, y entonces los ciudadanos mexicanos
probaron, el 15 de octubre de 1911, realmente lo que era un método de elección
democrático, elevando al Apóstol Madero a la presidencia. Lo penoso fue que esa
llamarada se apagó, primero por los laberintos revolucionarios, y tras la
célebre y sangrienta Cristiada, por el apoltronamiento de los gandayas de la
política postrevolucionaria, quienes monopolizaron el poder hasta el año 2000.
En esa larga etapa se registraron hechos trascendentes, como la expropiación
petrolera y la nacionalización de la electricidad, respectivamente con Lázaro
Cárdenas (1938) y Adolfo López Mateos (1960), considerados verdaderos hitos de
nuestra historia, aunque poco tuvieron que ver con la democracia.
Por
fortuna, los avances de la educación y del progreso en general, indujeron un
despertar cívico que se reflejó en ideas democráticas. Hubo varios sucesos en
tal dirección, pero la aparición a mediados de los años 80, de la Corriente
Democrática dentro del dominante PRI, aceleró el derrotero para, tras los
controvertidos comicios presidenciales de 1988, al cabo de dos años, crear el
Instituto Federal Electoral (IFE) y enseguida echar de los procesos electorales
al poder ejecutivo (1996) enfilando dicho organismo hacia su plena autonomía, la cual alcanzó con
las reformas de 2007 y el moderno Código Federal de Instituciones y Procesos
Electorales de 2008 (COFIPE). En 2013 se transformó el IFE en INE (Instituto
Nacional Electoral), a efecto de que organizara las elecciones tanto federales
como estatales. Junto a tal organismo, el Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación (TEPJF o TRIFE) complementa el sistema fundamental que atiende
lo relativo a comicios en el país. Pero entendamos bien: ninguno de esos dos
organismos es la democracia, como a veces lo dicen sus abanderados, sino
solamente instituciones para organizar y desahogar los procesos electorales.
El
sistema democrático en México está consolidándose, y ejercicios como el de
Revocación de mandato llevado a cabo el 10 de abril, sirven para afianzarla.
Los resultados en este caso ofrecieron datos trascendentes:
En
primerísimo lugar, saber que no fue vinculante en razón a que solo sufragó 17.7
por ciento del padrón, necesitándose para serlo un 40%. 2) Solo se instalaron
57 mil casillas en números redondos, aproximadamente la tercera parte del total
que hubo la elección general anterior. 3) el 91.8 por ciento de los votos emitidos,
(15 millones 159 mil 323) apoyó que siga el presidente, en tanto apenas el 6.4%
sufragó por el que no siga. Resultaron nulos, 1.6%. 4) el presidente se
manifestó muy contento con el resultado. 5) el INE a través de su consejero
presidente, afirmó que fue un éxito la jornada y que la institución se había
confirmado como “de la ciudadanía, por lo que hay mucho INE para rato”. En
consecuencia, con este ejercicio, “la democracia se ha recreado” (El Universal,
12-abril). 6) el sureste fue la región que más votó, destacando Tabasco con
39.5% y más del 95% a favor del primer mandatario. En cambio, Jalisco se
constituyó en la Entidad que menos participó con apenas 9 por ciento de la
lista nominal, o sea casi la mitad del porcentaje nacional: el gobernador puso
la muestra al no asistir a votar. 7) para la oposición, la Revocación fue un
fracaso político, puesto que el presidente obtuvo la mitad de votos en relación
a los que lo eligieron en 2018. 8) el empresariado activista afirmó que el INE
salió ganando, por lo bien que se desarrolló la votación.
La
conclusión a final de cuentas, fue positiva para la democracia mexicana. Mostró
las fortalezas y debilidades de organismos, así como de los partidos con registro,
que deberán actuar en consecuencia para lograr buenos resultados en los
comicios de junio venidero, y, sobre todo, en las elecciones generales de 2024.
En
cuanto a la ciudadanía, el hecho debe apuntalar su hábito participativo para
que, de una vez por todas, jamás vuelva a permitir malos gobernantes, y en caso
de que surjan, saber que tiene a su alcance el remedio eficaz por medio de la
democracia.
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