Fernando
G. Castolo
Hace ya
varios años que no veo a esta culta dama de nuestra más distinguida sociedad.
Hace muchos años, muy joven ella y siendo estudiante, se acercó al Archivo
Histórico Municipal para realizar sus prácticas profesionales.
Hace
muchos años tuvo la oportunidad de viajar a España (específicamente a Málaga)
como un ejercicio de intercambio académico universitario, viaje que, sin duda,
definió su gran sensibilidad creativa.
Hace muchos años que es parte de la plantilla
docente en la carrera de Letras Hispánicas del Centro Universitario del Sur de
la Universidad de Guadalajara (carrera en la que, por cierto, fue una de sus
primeras coordinadoras). Sí, y, sin embargo, es una joven Clío de las letras
en Zapotlán que ha ascendido de forma delicada como vaporosa nube Pastora que
se eleva por entre los parajes del gran Nevado.
Su también culta y distinguida madre la
mantuvo cautiva en las bellas artes desde su niñez, dado que ha dedicado su
vida a la enseñanza de la música. Entonces ahí, en ese ambiente, forjó las
inquietudes que la convirtieron en una excelente escritora y, hoy en día, en
una experimentada docente, una maestra que inspira en sus alumnos la alegría
por la belleza de la palabra, por la que igualmente exige siempre un gran
respeto.
Quizá
esta cualidad le fue heredada por su meritorio maestro don Vicente Preciado
Zacarías, quien siempre observó en ella a una de sus más exquisitas pupilas.
Claudia Vázquez, decía el propio Preciado Zacarías, es una hermosa musa que fue
sustraída de la delicada pluma de Guillermo Jiménez, cuando evoca aquellas
mujeres que parecen espectros angelicales que bajaron en la escala de Job para
asistir al gran banquete literario de este misterioso valle del maíz (yo diría
de grandes islas de plástico).
Estando residente en Málaga escribe, al lado
de un par de amigas, y concibe un hermoso texto que la hizo merecedora (en
conjunto con el par de amigas) al primer premio en un concurso literario
organizado por aquella municipalidad.
El
tema central de esta delicada pieza es, obviamente, uno de los elementos
icónicos más encumbrados de la literatura española de todos los tiempos: el
Quijote. Tiempo después, es el propio Archivo Histórico Municipal quien da a
conocer, en una modesta edición, la plaqueta "Don Quijote o el distorsionado
arte de torear" (2006).
Claudia
Vázquez Aguilar es, hoy por hoy, la esperanzadora Clío que da continuidad a la
larga tradición de las mujeres creativas que en esta tierra del maíz se siguen
forjando en generoso obsequio a las letras universales.
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