Pedro Vargas Avalos
A los
jaliscienses nos ha llovido en nuestra milpita. Ya no es el problemón de la
pandemia que, siendo un mal universal, nos flagela particularmente: muchísimos
son los hogares donde el luto, es el común denominador gracias a esa letal
calamidad. Lamentablemente, a esa formidable tribulación se le suman otros
temas que son problemas de tal magnitud,
que por decir lo menos, nos quitan el sueño: la inseguridad, la corrupción, las
adicciones, el enorme adeudo del gobierno, la agresiva cuesta de enero y por si
fuera poco, los forcejeos entre el gobernador con la universidad oficial y el
presidente, el incumplimiento de promesas políticas y como cereza del pastel,
los altercados entre diputados locales y las riñas que sostienen algunos
munícipes tapatíos.
Para
acreditar que la droga, los adeudos y las argucias nos agobian, comentaremos
tres sucesos. En reciente sesión del Senado de la República, se enfrascaron en
aguerrido debate varios miembros de la Cámara Alta, destacando en el
enfrentamiento los senadores Clemente Castañeda, jalisciense de Movimiento
Ciudadano (MC) frente al morenista César Cravioto Romero, que suple al titular
Martí Batres, hoy por hoy, hombre fuerte del equipo de Claudia Sheinbaum en la
ciudad de México.
Todo
se generó por la irregular Comisión especial creada en la trastienda de la ley,
por el instigador Dante Delgado y su colega Ricardo Monreal, quienes dolidos
por la detención de un colaborador senatorial muy amigo de ambos, se lanzaron
contra el gobernador jarocho Cuauhtémoc García; la Comisión de marras se conoce
como de Veracruz y dijeron sus auspiciadores que, “era para investigar
irregularidades y atropellos” que en ese Estado se cometen, y hasta amenazaron
con llegar a la desaparición de poderes. Los correligionarios del mandatario
veracruzano se unieron y echaron abajo, por ilegal, la mentada Comisión.
Ante
ese hecho, tanto Dante Delgado como Clemente Castañeda se alteraron. Y ello
ocasionó que el senador Cravioto les dijera que, si tan celosos de la ley son,
porque no creaban Comisiones para investigar hechos graves, que se registran en
Guanajuato, Tamaulipas, y de pilón “el narcoestado de Jalisco”. Esta alusión
enchiló a Clemente Castañeda, que ya sabemos, es un incondicional del gober
Alfaro Ramírez; por lo tanto, le devolvió la pedrada a Cravioto, diciéndole que
los problemas del país se deben al mal gobierno de MORENA y que ellos, los
senadores morenistas, solapan a un gobierno corrupto. Entonces Cravioto anunció
que invitará a los periodistas de Jalisco, que han sufrido el autoritarismo
imperante, especialmente en la Perla de Occidente, para probar lo que sostiene:
que, en nuestra Entidad, hay droga por todos lados, incluyendo al gobierno.
Dejando
el asunto de los narcos, leemos en el diario NTR de Guadalajara: “El gobernador
de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, volvió a contratar deuda. Al comenzar 2022,
su administración dispuso de un crédito quirografario, o de corto plazo, por
600 millones de pesos (mdp).
En
los últimos dos años, el gobierno estatal ha adquirido siete adeudos de este
tipo, los cuales suman 2 mil 900 mdp. El argumento para adquirirlos ha sido
falta de liquidez.
Aunado
a los créditos quirografarios, el Congreso del Estado le autorizó al Poder
Ejecutivo dos megadeudas de largo plazo en 2019 y 2020: la del primer año fue
por 5 mil 250 mdp y la del segundo, de 6 mil 200 mdp, con lo que Enrique Alfaro
se ha convertido en el gobernador que más ha endeudado a Jalisco”. (Sonia Serrano
Iñiguez, NTR, 4-02-2022). Al respecto, siempre se nos dijo que no gastar más de
lo que se tiene de ingreso, es lo correcto; al respecto, el otrora candidato al
gobierno del Estado, en su campaña aseguró que no endeudaría a Jalisco. Bien
dicen que “prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila.” Ojalá nunca
lleguemos a decir, “debo no niego, pago no tengo”, porque entonces tendremos
fama de “drogueros”.
Una
noticia que atrajo la atención de los habitantes de nuestro (a pesar de todo)
hermosísimo Estado, fue la renuncia del Fiscal General, Gerardo Octavio Solís.
La verdad es que eso ya se esperaba desde hace muchos meses, por su desempeño
sin buenos resultados; sin embargo, el tozudo respaldo del gobernador impidió
que el ahora exfiscal se fuera. Pero la cuestión no para en esa renuncia, sino
en cómo se nombró al sucesor. Porque el ejecutivo lo propuso y con su
aplanadora naranja en el Congreso local, con la adición de sus aliados panistas
y priístas, más la suma de un diputado verde, alcanzaron la cifra mágica (27
votos) y se salieron con la suya.
El
problema mayor es que desde que se emitieron reformas a la Constitución
estatal, se estableció que la Fiscalía General (que sustituyó a la antigua
Procuraduría de Justicia) sería un organismo autónomo, según previene el
artículo 53, párrafo tercero: “La Fiscalía General del Estado es un Organismo
Público Autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propios”. Y sigue
diciendo ese numeral en su párrafo quinto, que, el nombramiento del Fiscal
General, sería de una terna que propondría el Ejecutivo; y si de ésta no se
escogía a dicho funcionario, se enviaría otra terna, y finalmente, sino se
elegía en el plazo establecido, por la vía de insaculación se elegiría al Fiscal
General.
Pero
como solemos expresar los mexicanos, “para las leyes, las muelles”, y se
sacaron los diputados (claro, por indicación de su jefe real) un transitorio
que suspendió la vigencia de lo relativo a la Fiscalía General. Y aunque
pusieron en ese entonces (diciembre de 2018) un punto para que esas reformas
entraran en vigencia, resulta que cuando se emitió la Ley Orgánica de la
Fiscalía, asentaron de nueva cuenta otro
transitorio que alargó la triste situación de no entrar en vigencia la reforma;
dice así la malhadada disposición: “Las modificaciones dispuestas en el
presente decreto, no son las suficientes y necesarias para el cumplimiento y la
implementación correspondiente, conforme los supuestos establecidos en el
artículo Tercero Transitorio del decreto legislativo 26408/LXI/17, publicado en
el periódico oficial “El Estado de Jalisco” en su edición de fecha 18 de julio
de 2017, mediante el cual se reformó la Constitución Política del Estado de
Jalisco, por lo que la reforma a los dispositivos que se citan en dicho
artículo permanecen sin iniciar su vigencia”. Así pues, se cumplió el principio
gatopardiano de reformar para seguir igual.
En
conclusión, entre la droga, las deudas y las argucias, y desde luego, los
políticos que tienen la sartén por el mango, nuestro Jalisco vive una situación
de agobio que confiamos, no dure demasiado, para bien de las instituciones y
personas que lo habitamos.
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