Juan
José Ríos Ríos
El
pasado martes 25 de enero se produjo una marcha simultánea en 30 ciudades del
país encabezada y promovida por periodistas y comunicadores que protestaron por
la violencia y asesinatos que a lo largo del tiempo y, más recientemente, por
los hechos sangrientos ocurridos en Baja California y el estado de Veracruz, en
contra de Lourdes Maldonado, Margarito Martínez y de José Luis Gamboa,
respectivamente.
De los hechos de violencia y muerte
de periodistas ocurridos a lo largo de los años, la mayoría de las veces quedan
impunes, es decir, casi nunca se aclaran y mucho menos se castiga a quien o
quienes los llevan a cabo. Y estos hechos siempre repercuten en quienes andan
tras la noticia o el reportaje, en la calle, en las fuentes de información, son
la cara visible de la empresa para la cual laboran o dirigen, son blanco de
todo tipo de ataques que la mayor de las veces también apenas sí se hace
mención y por poco tiempo, en los mismos medios masivos de comunicación.
Lo curioso y lamentable del caso es
que en la mayoría de las agresiones que sufren los periodistas, fotógrafos,
camarógrafos o reporteros, las más de las veces provienen de quienes
representan la seguridad, es decir de policías o sus jefes, de alcaldes, de
gobernadores, decir la verdad molesta a quienes se consideran señalados o
afectados y la forma de reclamo es casi siempre violencia o muerte, poco ha
valido que los periodistas, comunicadores y fotógrafos hayan pedido protección
oficial, el ánimo y espíritu de daño, de ataque, acecha y caza a su presa y se
ensaña con ella.
Para el caso, reproduzco la
Declaración de Principios sobre la Libertad de Expresión, que dice: “El asesinato, secuestro,
intimidación, amenaza a los comunicadores sociales, así como la destrucción
material de los medios de comunicación, violan los derechos fundamentales de
las personas y coarta severamente la libertad de expresión. Es deber de los
Estados prevenir e investigar estos hechos, sancionar a sus autores y asegurar
a las víctimas una reparación adecuada."
ANTECEDENTES
En 1991 como respuesta a los
reclamos de uno de los sectores sociales de gran importancia en la causa de los
Derechos Humanos se creó como un rubro de especial atención, el denominado
Programa Especial de Periodistas en virtud de considerarse a los integrantes de
este gremio como un grupo vulnerable, conociendo en una primera etapa casos
relativos a presuntas violaciones cometidas en agravio de comunicadores de
distintos medios informativos; como resultado de este primer acercamiento y la
labor de este programa, a partir de 1993 adquirió el carácter de permanente.
En 1995, el Consejo de la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos consideró necesario ampliar las funciones del
Programa e incluir los casos de defensores civiles de derechos humanos que en
el desempeño de su labor fueran víctimas de violación a sus derechos humanos.
En mayo
de 1997 se crea la Coordinación General del Programa de Agravios a Periodistas
y Defensores Civiles de Derechos Humanos, considerando que ambos sectores en
particular, son fundamentales para la consolidación de una cultura de los
derechos humanos en nuestro país y que enfrentan grandes riesgos en el
desempeño de sus labores.
En enero de 2005 se crea la Quinta
Visitaduría General, a la que fue adscrita la Dirección General del Programa de
Agravios a Periodistas y Defensores Civiles de Derechos Humanos.
En este sentido, con objeto de
estrechar vínculos entre este Organismo Nacional y los dos grupos señalados
anteriormente, el Programa de Agravios a Periodistas y Defensores Civiles de
Derechos Humanos busca proporcionar atención personalizada a los colaboradores
de los medios de comunicación y miembros de los organismos civiles de derechos
humanos, con la finalidad de fortalecer la creación de un frente común en la
defensa de los derechos humanos; por ello este Programa tiene como principal
objetivo atender las quejas por presuntas violaciones a derechos humanos
cometidas en contra de ambos grupos, procurando con ello que las autoridades se
comprometan a respetar los derechos de éstos y adquirieran mayor sensibilidad
ante las actividades realizadas por las personas periodistas y las defensoras
civiles”.
Es conveniente resaltar lo que la misma Declaración de Principios
establece que: “Es deber de los Estados prevenir e investigar estos hechos,
sancionar a sus autores y asegurar a las víctimas una reparación
adecuada." Pero por la realidad que se vive en nuestro país, nada de ello
se cumple a cabalidad, la muerte de periodistas, comunicadores, fotógrafos,
camarógrafos y reporteros, seguirán siendo nota roja que por poco tiempo se
difunde y luego se olvida hasta por los mismos medios de comunicación a los que
se les presta el servicio, sólo son parte de una nómina, un número que fácil se
suple.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario