viernes, 17 de diciembre de 2021

Remembranzas de nuestras posadas


 

  

Un Momento por Favor

 

J. Jesús Juárez Martín

 

 

Cargado de optimismo, sus vientos frescos heraldos del invierno por arribar, como siempre llegó  diciembre, entre cascadas de luces comerciales y ofertas que pulverizan el aguinaldo, que llega justo en tiempo de lo que anteriormente llamábamos novenario de las posadas, práctica religiosa popular, que nuestro pueblo y familias cumplían ritualmente y con ellas nosotros como protagonistas o destinatarios, pero era incluyente, para todos, que pervive, en nuestros barrios, comunidades rurales, minimizándose a la mínima expresión, pero reversible si las volvemos a fomentar en nuestras familias globalizadas que con el señor de rojo y trineo, representante de la comercialidad, aunque se presente como “espíritu de navidad sin nacimiento del niño Jesús.



Las posadas se realizaban en el templo, barrio, colegio, hogares, hasta en lugares públicos, según la apertura de los organizadores, se hacían con el rezo del rosario, en cada decena de aves marías, un alegre villancico se intercalaba, la calidad del canto jamás se garantizó, igual participábamos; el espíritu de navidad nos invadía, si era desentonado, nos parecía divertido, si la ejecución era de bien a excelente, lo admirábamos; al esperado momento de la letanía, se salía del recinto y en una caminata, digamos “ordenada”, para “pedir posada” rememorando las penas de José y María de Nazaret, que atribulados fueron a Belén, la ciudad del Rey David al censo en cumplimiento del Edicto del Emperador Romano y que María esperaba el nacimiento del niño Jesús. No encontraron alojamiento en los mesones o posadas, ni con parientes, y le llegó el momento del nacimiento del niño en un pesebre, en las afueras de la población, en lugar apartado donde se dio el esperado cumplimiento de la promesa del salvador.


Los pastores fueron avisados con el mensaje milenario de “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” de la milicia angelical. Momento que divide el antes y después histórico, cuando se cobró conciencia del cumplimiento de la promesa hecha en el edén y la humanidad arrojada del paraíso en las personas de Adán y Eva por no ser obedientes a los mandatos del Creador.





Así con la sencillez catequética que me lo narraban cuando niño, lo escribo, las verdades de fe arropadas con la tradición popular, el sentir del pueblo, en especial los niños, la literatura y la magia de la escenografía personal y colectiva, percibimos la singular Navidad.


La posada no terminaba con la letanía, se cargaban en pequeñas andas a “los peregrinos” José, y María casi siempre montada en burrita, pedíamos posada, versos sencillos que al fin conmueven a los “amados caseros” y permiten la entrada a los “santos peregrinos”. Era el culmen de la noche, la algarabía llegaba al clímax cuando había piñatas, símbolo de alegría infantil, “de esperados bienes caídos de lo alto” las disfrutaba tanto como los juegos y los bolos de la despedida.


Partes diferenciadas de la Posada, los rezos, villancicos, el acompañamiento a los peregrinos y sencilla convivencia: lo religioso y lo lúdico social.





Las güijolas: digamos silbatos atemperados con agua para evitar sonidos agudos que de ordinario llevábamos los niños, porque las mujeres preferían el pandero o el báculo sin que fueran privativas para los niños, las güijolas  eran cargadas con agua y en tiempo del canto su sonido era como de gárgaras, de más intensidad, no faltaba quiénes llevaran silbatos como de árbitro de futbol, a escondidillas los tocaban, otros tapaban el orificio de salida de aire y solo arrojaban agua a los “estimados compañeros” a pesar de la prohibición, ahora ya no se usan, los báculos sonando el piso con las campanillas cascabeles puestos en su adornado atuendo… Seguía una sesión muy ágil de juegos, competencia y premiación, lo ordinario era que después de la letanía nos daban el raquítico bolo, las menos veces en papel de china con unos pocos dulces, colaciones de ordinario, alguna natilla o bien una o dos frutas y nos retirábamos felices de rezar, cantar, jugar y hasta comer algunas golosinas, con la renovada intención de no faltar al siguiente día del novenario del 16 al 24 de diciembre, según costumbre de las localidades en que se efectuaban.


Actualmente, a cualquier reunión de oficina, trabajo, convivencia social o familiar en diciembre dolosamente le llamamos “posada” aunque de aquella intención antigua, de recordar las peripecias de José y María en Belén o de reconocer a Jesús como el Señor, simplemente se ignora. Se ha abolido, no se conoce una reflexión evangélica, moral o ética que se pretendía hubiera en los misterios del rosario o en la lectura de las oraciones del día. Se expresan los buenos deseos de los concurrentes hacia los demás entre el apapacho, bebida y comida, música y hasta baile y el intercambio de abrazos de ¡Feliz Navidad!


Sin embargo, ojalá pongamos en el centro de la celebración el espíritu de Jesús y su nacimiento, así tendrá más sentido decir: ¡Feliz Navidad con la paz del Niño recién nacido!

 

 

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