Pedro
Vargas Avalos
Ya
sabemos que en tratándose de pensamiento, ideología o política, a quienes se
declaren o ubique como conservadores, se les conoce como de “derecha”; por el
contrario, a quien se le identifica como progresista o de avanzada, suele
calificársele de “izquierda”.
Es
claro, como lo ha dicho el notable pensador italiano Norberto Bobbio, que lo
que llamamos izquierda tiene a la promoción de la igualdad como una de sus
ideas prioritarias, aunque no la única: Punto irrenunciable de la izquierda es,
por consiguiente, la búsqueda de la igualdad, pero sin excluir las garantías
individuales y la participación ciudadana. En consecuencia, como señala el filósofo Adolfo
Sánchez Vázquez, el actuar progresista no puede excluir la libertad, la
democracia y la moral. De allí que, el pensamiento de izquierda debe ser democrático
y crítico de la centralización del poder, así como de la concentración de la riqueza
en pocas manos, promoviendo preceptos de justicia distributiva.
El
creador de “Si por México”, Claudio X González, e impulsor del “Va por México”,
declaró en días recientes, que era de centro progresista: “Yo soy de izquierda,
AMLO es populista”, dice y tacha al presidente de inepto y mentiroso. Y como su
padre -de igual nombre- quien fue colaborador de Carlos Salinas “El héroe de
Agua Leguas”, es un riquísimo empresario, a su entrevistador le confesó, como
queriéndose exculpar: “No soy empresario ni conozco a Salinas”, enfatizando que
el exmandatario neoliberal, “No está atrás de nosotros: soy demócrata, lucho
por los derechos sociales”. Lo anterior lo declaró ante el furibundo impugnador
de López Obrador, Carlos Loret de Mola, cumpliéndose el refrán popular que
reza: Dios los hace y ellos se juntan. (twitter, 19 de nov. 21.)
Ante
esas manifestaciones del opulento junior, que según él solo es “filántropo”
(con ingresos mensuales, de $300 mil pesos mensuales solo por dirigir una ONG
gestada debido a su generosidad, la famosa Movimiento contra la Corrupción y la
Impunidad -MCCI-) vinieron reacciones de todo tipo. Poor ejemplo, Simón Levy,
un auténtico empresario expuso: “Claudio es rentista de turno, de los seudo
empresarios que tanto daño han hecho a México” (25 oct. 21, programa Los Periodistas).
Con su MCCI busca hacer justicia en los bueyes del compadre, ya que solo
acomete a los que no piensan como él y sus patronos (Leche Lala, Eduardo Tricio
y un club de empresarios), a los que desde luego no tiene en su mente
investigar. Y concluye este inversionista y exfuncionario público, que el
personaje de la X -equis-: “Forma parte del contubernio con la política”.
Doña
Ifigenia Martínez, la galardonada economista y política mexicana admirada en
todo el país, manifestó el 11 de octubre, el recibir la medalla Belisario
Domínguez: “Con López Obrador, hoy contamos con un gobierno democrático de
izquierda transformadora”. Es decir, que a pesar de lo que digan los
detractores, y uno que otro envidioso, el primer mandatario si profesa y
practica los principios de la izquierda. Y quien los asuma no debe ser
dubitativo al aplicarlos: “no hay, en épocas de transformación, justo medio,
son tiempos de definiciones” (AMLO, discurso por su tercer año de gobierno,
1-dic-2021).
Una
artificial periodista y evidente seudo política (Lily Téllez), que confesó haberse equivocado tanto en la
izquierda (con motivo de que para llegar al Senado, se apoyó en el presidente)
como con la derecha (pues firmó declaraciones reaccionarias con Santiago Abascal,
el español intransigente de Vox), quien de la bancada de MORENA desertó y pasó a la panista, no se dijo de izquierda, pero
una concolega suya, la senadora Antares Vázquez, prontamente la calificó al
hacer uso de la tribuna de la Cámara Alta: la señora que me antecedió, es “traidora
al pueblo de Sonora y al presidente de México, …que la trajo a este Senado”.
Así es que muy difícilmente podrá esa escandalosa tránsfuga, declararse de
izquierda.
En
nuestra patria, fueron izquierdistas muchos personajes, aunque no lo hayan
manifestado. Es más, por su trayectoria e ideales, Morelos “el siervo de la
nación” sería un precursor de esta corriente. Y Prisciliano Sánchez, el padre
del federalismo, también hubiese militado en tal sector. Y así podríamos
enumerar muchísimos próceres nacionales, desde Juárez hasta los Flores Magón.
Hasta llegar la época del priáto (1929-2018), iniciada con su antecesor el
Partido Nacional Revolucionario (PNR) y continuada por el Partido de la
Revolución Mexicana (PRM), para finalmente culminar con el Revolucionario
Institucional (PRI). Hubo un lapsus interruptus -tramo fallido- en este priáto,
en que gobernó el panismo, pero por la afinidad de unos y otros se le llama del
PRIAN.
En la historia del PRI, hubo una etapa
izquierdista (Lázaro Cárdenas) que el mismo entonces mandatario no quiso
mantener, pues el más puro socialista que lo debería hacer sucedido (Francisco
J. Mújica) no recibió su apoyo. Recordemos que en el priáto, el presidente en
turno designaba al heredero, por lo cual el maestro Daniel Cosío Villegas,
escribió que, esa era la principal ley no escrita del sistema, común al
PNR-PRM-PRI, o sea, una “monarquía absoluta sexenal hereditaria en línea
transversa” (Daniel Cosío, 1974). Resultado de tal situación, fue una
competencia electoral ficticia, y por lo tanto los izquierdistas realmente
estaban marginados. El escritor peruano, Mario Vargas Llosa, de tendencias
centro-derechistas, aseveró que en México había una “dictadura perfecta”. El
neoliberalismo significaba la posibilidad real de terminar el desmantelamiento
de los principios sociales construidos tras la Revolución, algo que, conforme
vemos los hechos, parece que fue desde siempre la intención oculta del PRI, con
algunos lapsos brillantes como cuando Adolfo López Mateos nacionalizó la electricidad.
Entonces el priáto se enunció de centro-izquierda, dentro de la Constitución.
En
1981, el Partido Comunista (PC) y algunos organismos que se unieron, forjaron
el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), en tanto que otro organismo
de izquierda, el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) se mantuvo al
margen de dicho proceso, logrando también registro legal y lograr diputaciones
en 1985. Al año siguiente, (1986) surgió la Corriente Democrática dentro del
tricolor; la encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia
Martínez y así, dentro del partido del gobierno manifestaron su oposición a la
política neoliberal instrumentada por el entonces presidente Miguel de la
Madrid (1982-1986). Podríamos decir que ese movimiento tenía principios de
izquierda social. Pero fracasó y en 1988 se transformó en el Frente Democrático
Nacional (FDN).
Ese
Frente, con Cuauhtémoc Cárdenas como candidato, tuvo un poder de convocatoria
insólito, comparable sólo a la que tuvo Madero en 1910 y mayor a la del Gral.
Juan A. Almazán en 1940; eso no obstante que dicho aspirante, decía Carlos
Monsiváis, “su único carisma era ser anticarismático”. Había en ese momento
(1988) un auténtico izquierdista, Heberto Castillo, quien fungió como
secretario particular del general Cárdenas, y por tanto se le consideraba su heredero
político: habiendo sido nominado candidato presidencial del PMS (Partido
Mexicano Socialista, surgido un año antes por la unificación de los partidos de
izquierda), tuvo la grandeza de declinar en mayo de 88 en favor del hijo de su
maestro. Desde antes de las elecciones -que serían el 6 de julio-, la población
identificada con la izquierda parecía haber elegido a Cuauhtémoc Cárdenas como
su caudillo: fue seguido masivamente, porque evocaba los principios propios del
nacionalismo revolucionario que habían sido falsificados o truncados durante
décadas por el PRI (Mario Ruiz Sotelo: Morena, la izquierda y la consolidación
de la democracia, Argumentos, núm.32, UAM, Xochimilco, 2018).
Anota el escritor antes aludido, que la corriente progresista del nacionalismo revolucionario aliada a la surgida de organizaciones socialistas típicamente de izquierda, no logró el poder no solo porque el sistema se “calló”, es decir, del mero fraude electoral, sino porque “En realidad, lo que hizo posible que se consumara el triunfo de Carlos Salinas fue la alianza PRI-PAN, aceptada abiertamente por los entonces líderes visibles del panismo, Luis H. Álvarez y Diego Fernández de Cevallos”. Al gobierno surgido, Heberto Castillo lo describió con la fórmula: “El PAN propone y el PRI dispone”.
Fue
en ese ambiente que se manifestó, al inicio de 1994, el EZLN, significando una
gran reanimación de las ideas de la izquierda, pero ahora con ecos externos. En
1996, con un IFE autónomo, Cuauhtémoc Cárdenas consiguió conquistar la Ciudad
de México (1997); lastimosamente, la Presidencia en 2000, quedó en manos del
panista Vicente Fox, quien trivial y aturdido, solapó la alianza con el PRI y
evitó la cristalización de la izquierda cuando sobrevino la sucesión de 2006,
en las cuales imperaron campañas que fomentaban el miedo y la intolerancia
hacia la opción izquierdista, teniendo como
corolario resultados tildados de fraude: especialmente por la sospechosa
actitud del Tribunal Federal Electoral, a) denegó el recuento total de votos, siendo
que la diferencia entre el primer y segundo lugar era poco más de medio punto,
y b) admitió que hubo infracciones a la ley, pero no suficientes para anular la
elección: eran delitos electorales pequeños (¿?). Solo así, la alianza de facto
PRI-PAN triunfó nuevamente, “haiga sido, como haiga sido”. El pueblo guardaría
esos agravios.
Tras
el oscuro sexenio de Calderón, el PRI y sus compañeros de viaje (empresarios,
medios, membretes a modo, etc.) perfiló a Enrique Peña Nieto como candidato a
la Presidencia, enfrentando a López Obrador, quien, aunque inició mal, vino de
menos a más, pero no pudo vencer. Peña Nieto renovó la consabida alianza con el
PAN, al que se uniría parcialmente el PRD, con lo cual virtualmente quedó fuera
del poder la izquierda partidaria: entonces, López Obrador con gran visión
activó la organización de Morena, organismo representativo de los principios
del nacionalismo revolucionario que el cogobierno PRI-PAN pretendieron sepultar.
Están
de acuerdo los observadores de la política y comentaristas de la vida pública
nacional, que el período de Peña Nieto, ha sido el más corrupto de todos los de
la etapa neoliberal; la mayoría de los ciudadanos también así opinan. En 2018,
los comicios presidenciales dieron un contundente triunfo a la izquierda
abanderada por López Obrador, reconociendo que este se condujo conforme su
ideal: “el noble oficio de la política exige autenticidad, y definiciones; ser
de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos no
zigzaguear; si somos auténticos, si hablamos con la verdad y nos pronunciamos
por los pobres y la justicia, mantendremos identidad y ello puede significar
simpatía, no sólo de los de abajo, sino también de la gente lúcida y humana de
la clase media y alta, y con eso basta para enfrentar a las fuerzas
conservadoras, a los reaccionarios”. (Discurso a tres años de gobierno, 1
dic.2021).
Recientemente
se llevó a cabo la 23 Asamblea Nacional del PRI, en la cual los tricolores
aprobaron definirse como un partido socialdemócrata y se deslindaron del
neoliberalismo de las administraciones pasadas. Así lo dio a conocer Rubén
Moreira, coordinador del grupo parlamentario del tricolor en San Lázaro: “México
necesita un partido de centro izquierda: el PRI es la opción”. Mediante su
cuenta de Twitter, Moreira, también exsecretario general cuyo cargo ahora ocupa
su esposa -Carolina Viggiano- detalló que por mandato su institución es un
partido de centro izquierda y definió a los integrantes de éste como
“feministas, ambientalistas, enemigos de la discriminación, progresistas y
aliados de las causas populares”. Concluyendo con una categórica locución: “Le
dimos una patada al neoliberalismo que nos impusieron desde el poder”. (Rubén
Moreira, 11 dic.2021).
Alito,
el priista, declaró el 11 de diciembre, al final de la Asamblea priísta: “claro
que estamos listos, yo tengo 46 años, pero he sido nada más 3 veces diputado
federal, senador, gobernador, presidente nacional del PRI, todos estamos
listos, al final del camino lo que se necesita es un buen cuadro, un buen
liderazgo para enderezar el camino del país”. “Reconocemos nuestros errores,
pero tenemos propuesta, tenemos proyecto, vamos a construir, no tengan duda”.
A
lo anterior, lo del priísmo de centro izquierda, Juan Ignacio Zavala (hermano
de Margarita Zavala) de inmediato esclareció: En los “90 tardíos, cuando se
hablaba de la ideología del PRI, algunos en el PAN decíamos que era de “extrema
ambigua”, pues lo mismo le daba, por ejemplo, nacionalizar la banca que
privatizarla”, es decir, ser de izquierda que de derecha.
Para ultimar
esta revisión del izquierdismo mexicano, diremos que el decaído PRD (Partido de
la Revolución Democrática) está dirigido por el líder de su corriente o tribu
“Nueva Izquierda”, el señor Jesús Zambrano (uno de los chuchos, junto a Jesús
Ortega), quien el 4 de diciembre reciente, tras su Asamblea Nacional, aseveró
que: “uno de sus objetivos es enfrentar a ´esa versión de la izquierda radical
que no tiene nada de izquierda ni de democrática´ y que hoy está instalada en
la conducción del país”. El primer mandatario, a lo dicho por perredistas y
priístas, les encaró: Si son de izquierda, que respalden la reforma eléctrica,
pues de otra manera traicionan a Lázaro Cárdenas y Adolfo López Mateos. (Sin
Embargo, 15-12-21).
Así las
cosas y por lo narrado, la moda es declararse de izquierda, ya sea
centro-izquierda, izquierda progresista, transformadora, revolucionaria,
social, nueva, etc. En pocas palabras, ser de izquierda, es la usanza en boga de
los que se dedican a la política; por lo tanto, al ser esta demasiado
importante, es necesario no dejarla solo en manos de los políticos. De esta
verdad debemos estar convencidos todos los mexicanos, para poder exigir como
ciudadanos íntegros y en su momento, saber cumplir como electores comprometidos.
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