Salvador
Mateo
El
pasado 26 de noviembre, en el portal forbes.com.mx fue publicada una nota bajo
el título “La pobreza tiene rostro: 24 millones de mexicanas la padecen y están
en riesgo de violencia”. En el cuerpo de
la publicación dice: Funcionarios y funcionarias del gobierno coincidieron en
que la violencia hacia las mujeres se origina con la pobreza, la cual refuerza
la desigualdad por razones de género, esto en conferencia de prensa en el marco
del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. “Lo
cierto es que la pobreza tiene rostro de mujer. De acuerdo con el Coneval 24.6
millones de mexicanas se encuentran en situación de pobreza multidimensional”,
precisó María del Rocío García Pérez, Titular del Sistema Nacional para el
Desarrollo Integral de la Familia, durante conferencia de prensa.
Otra
de las funcionarias apuntó, “Estamos perdiendo casi una quinta parte del
Producto Interno Bruto (PIB) porque las mujeres no tenemos las oportunidades
para integrarnos a los mercados laborales y una de las razones principales es
la violencia y la discriminación”. Para cambiar la situación de más de 24
millones de mujeres en pobreza, las expertas coincidieron que es necesario
eliminar las barreras que impiden el acceso financiero y laboral a las mujeres,
lo cual les da las herramientas de ser independientes y no ser víctimas de
violencia de género. “Sabemos que para construir un crecimiento económico por
arriba del 6%, pero que sea incluyente y sostenible sin dejar a nadie atrás
debe tener a las mujeres por delante”.
Me
interesa destacar no el origen de este Día Internacional que la Asamblea
General de la ONU, en el año 2000, designó el 25 de noviembre como el Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, sino los
millones de mexicanas en situación de pobreza en plena 4T, que reconoce el
mismo gobierno federal, a través de los citados funcionarios. De igual manera
se alcanza a notar que la propuesta para cambiar la violencia de género es
limitada e insuficiente, pues solo proponen que la mujer mexicana participe en
el PIB para que alcance su “independencia económica”.
De
tal manera, si la pobreza es una de las causas que origina la violencia hacia
las mujeres, entonces lo que se impone es señalar la efectividad o el fracaso
de las acciones que tiene emprendida la actual administración federal para
acabar con este flagelo social. Veamos: de acuerdo con informes publicados del
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval),
la pandemia de la covid-19 no solo se ha cobrado la vida de decenas de miles de
mexicanos, sino que ha arrinconado en la pobreza a millones, a pesar de los
programas sociales impulsados por el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Además, el Coneval, asegura que las transferencias monetarias que el Ejecutivo
hace dentro de su política social son “medidas temporales” que, aunque
necesarias, no han mitigado los estragos causados por la pandemia en las
poblaciones más vulnerables.
El
organismo señala, los estragos de este terremoto económico han sido más
profundos en los grupos más vulnerables, como las mujeres, indígenas, personas
mayores, niños y adolescentes. En México, 42,4% de las mujeres se encuentran en
situación de pobreza y, de ellas, 7,4% en situación de pobreza extrema, el Coneval
advierte que casi 1 de cada 6 mujeres en México no puede acceder a la canasta
alimentaria aún destinando todo su ingreso a este propósito. Además, el 14% de
ellas carece de servicios de salud, por lo que el organismo recomienda al
Gobierno implementar acciones y programas integrales que compensen la carencia
de acceso a seguridad social para las mujeres en situación de pobreza y madres
jefas de familia con especial énfasis en programas de guarderías, asistencia
social y prestaciones por maternidad.
Este
escenario brevemente descrito indica que está muy lejos de la terrible
realidad, la afirmación del presidente al argumentar “quienes más se benefician
de los programas de bienestar son mujeres” y al enfatizar “Siempre apoyando a
mujeres y a mujeres pobres, desamparadas, y no son palabras, son hechos”.
Tampoco ayuda mucho la paridad de género en su gabinete que presume el
mandatario federal.
La
salida no está en volver al pasado. En los dos últimos sexenios, pese a que los
recursos de los programas sociales se entregaban a las Jefas y Jefes de Hogar
en condiciones de pobreza, a través de mecanismos mucho mejores que los del
Gobierno de la 4T, su situación no se modificó significativamente a pesar de
los esfuerzos de la política social para ampliar la cobertura de los servicios
de salud.
La
alternativa es que el pueblo organizado y educado tome en sus manos las riendas
del poder de la nación y desde allí impulse medidas para un rumbo económico
distinto de nuestra patria, en donde se garanticen empleos suficientes y de
calidad para todos los que puedan y quieran trabajar, ya sean hombres o
mujeres, que se mejoren los salarios y alcancen para cubrir todas las
necesidades como alimentación, salud, educación, vivienda. Asimismo se impulse
una reforma fiscal progresiva para que paguen más impuestos los que ganan más y
con el dinero recabado por el nuevo gobierno dote servicios básicos a todos los
mexicanos. Esta es la tarea que impone, la situación en pobreza de millones de
mexicanas en plena 4T.
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