Salvador
Mateo
En lo
que va el sexenio de la 4T, la ciencia y la cultura han sido ampliamente
golpeados por los brutales recortes presupuestales, todo en nombre del combate
a la corrupción y de la austeridad republicana. En la discusión del Proyecto
del Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2022, nuevamente se impone
la voluntad del presidente Andrés Manuel López Obrador. Los diputados de Morena
y sus aliados del PT y PVEM aprobaron sin moverle una coma el proyecto que
entregó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), con lo cual los
sectores de ciencia y tecnología, de nueva cuenta, tendrán un presupuesto insuficiente.
Es por
eso que con justa razón, científicos e investigadores como los del Centro de
Investigación y Docencia Económicas (CIDE), la Universidad Autónoma de México
(UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) por diversos medios han
acusado que el presidente López Obrador, al igual que lo hace en el sector
salud con los recortes presupuestales, desprecia y castiga la ciencia, la
innovación tecnológica y la cultura, por lo que "así no se podrán resolver
los grandes problemas nacionales que enfrenta el país", apuntan.
Son
acertadas y justas las críticas, pues el actual Gobierno federal está quitando
parte del presupuesto para el sector. Los afectados afirman "Limitar a la
ciencia básica es un error muy grande, sino se apoya en su comunidad científica
no se va a poder resolver los grandes problemas nacionales". Exponen, “Los
Centros de Investigación estamos ahí para ayudar al Gobierno y no nos hace
caso; tenemos maneras de hacer escenarios donde se puede estudiar qué pasaría
si sólo usamos petróleo, si mezclamos petróleo y paneles solares, o si además
usamos energía del viento".
Hasta
los que estamos medianamente informados sabemos que para emprender una
investigación científica seria, además de contar con suficientes conocimientos,
se necesitan recursos, sin embargo los investigadores dan a conocer que reciben
200 pesos al día para el desarrollo de sus proyectos. Sostienen "Nunca
habíamos estado frente a un Gobierno que además de no ofrecer recursos ataca a
los investigadores y que tiene un discurso muy negativo respecto al papel de
los científicos". En este contexto, aprovecho estas líneas para hacer el
llamado a mis posibles lectores, a no olvidar el reciente e indignante ataque,
a través de la Fiscalía General, a la treintena de científicos y exfuncionarios
del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).
El
castigo de AMLO a la ciencia y la cultura es grave y preocupante. La
Constitución estipula que debe de haber por lo menos un 1% de apoyo del PIB a
la ciencia, pero México desde hace décadas está a menos del .5% y con la 4T
ronda el .38%. Esta proporción, de acuerdo con estadísticas publicadas por la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO), es idéntica a la de los países africanos de Tanzania, Uganda, Senegal
y Botswana. En contraparte, países como Israel, Corea del Sur, Japón,
Dinamarca, Finlandia y Suecia orientan más del 3% de su PIB a este importante
rubro.
Estamos
en plena era digital, en donde el conocimiento se conforma, ahora más que
nunca, en el motor del desarrollo social y económico de las personas y de los
territorios. Por lo que sobra mencionar la importancia que tienen la ciencia,
la tecnología y la cultura en una sociedad. La UNESCO considera a la ciencia
como la mayor empresa colectiva de la humanidad. Nos permite vivir más tiempo y
mejor, cuida de nuestra salud, nos proporciona medicamentos que curan
enfermedades y alivian dolores y sufrimientos, nos ayuda a conseguir agua para
nuestras necesidades básicas, incluyendo la comida, suministra energía y nos
hace la vida más agradable, pues puede desempeñar un papel en el deporte, la
música, el ocio y las últimas tecnologías en comunicaciones. Aunque no por ello
menos importante, la ciencia alimenta nuestro espíritu.
El
organismo internacional recomienda que los gobiernos deben basar sus políticas,
sanitarias, agrícolas, entre otras en información científica de calidad y los
parlamentos que legislan sobre cuestiones sociales han de conocer las últimas
investigaciones en la materia. Los gobiernos nacionales necesitan comprender
los aspectos científicos de grandes desafíos mundiales como el cambio
climático, la salud del océano, la pérdida de biodiversidad y la seguridad del
agua dulce. La tecnología y la innovación deben conducirnos hacia un desarrollo
más equitativo y sostenible.
Pero el
caso de nuestro país, nada más con los castigos presupuestales queda demostrado
que el Gobierno de 4T va en sentido contrario a las recomendaciones de la
UNESCO y no está dispuesto a rectificar. No hay duda de que con Morena y sus
aliados en el poder, al acatar ciegamente las indicaciones de su jefe e
ideólogo López Obrador para la distribución de los recursos de la Federación,
que recaban a través de nuestros impuestos, México seguirá sumido en una
vergonzosa dependencia científica y tecnológica. En cultura, se registró de
2018 a 2019 un decrecimiento presupuestal de 13 mil 414 millones de pesos a 12
mil 895 millones y en 2020 y 2021 los presupuestos, de 13 mil 517 millones y 13
mil 985 millones, respectivamente, apenas remontaron la inflación. En Ciencia,
se extinguieron 91 fideicomisos, incluyendo 26 de los Centros Públicos de
Investigación del CONACYT.
Castiga
AMLO ciencia y cultura, lo que nos indica que vienen tiempos inciertos. Ahora
la lucha de los que buscamos que la inmensa mayoría de los mexicanos tengan
acceso a la ciencia, a la cultura y al deporte, se desenvuelve en
circunstancias mucho más difíciles. Por lo que, además de intensificar la
masificación de la actividad científica, cultural y deportiva, debemos
fortalecer nuestra labor de organización y educación del pueblo trabajador,
para la conformación de una gran fuerza social capaz de tomar el poder político
de México y construir una patria más justa, próspera y soberana.
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