Víctor
Hugo Prado
Apenas
hace unos días la Secretaría de Educación Pública cumplió 100 años de vida, de
acuerdo con el decreto de creación publicado en el Diario Oficial el 3 de
octubre de 1921. La Secretaría de Educación Pública se funda durante el periodo
posrevolucionario, como respuesta a las demandas por llevar educación a todo el
pueblo mexicano, y así incluir a quienes nunca habían tenido acceso a ella.
El
primer secretario de educación fue José Vasconcelos, quizá uno de los más
grandes hombres del México postrevolucionario.
Una de sus magnánimas aspiraciones era enseñar a leer y a escribir a una
población mayoritariamente rural, la que en 1910 alcanzaba el 74 por ciento de
analfabetismo. Comparando esta tasa con 2018, según datos de la UNESCO, estamos
en menos de cinco por ciento.
La
herencia de José Vasconcelos, como tantas otras figuras de nuestra historia ha sido el cultivo del ser
humano hacia su trascendencia, sustentado en el respeto a la lectura, a la
escritura, al conocimiento, al arte, y a todos los instrumentos que nos ofrecen
la educación y la cultura para conocer y disfrutar el mundo que nos rodea; para
captar los problemas del país y buscar soluciones imaginativas y audaces; para
comunicar y entender a los demás; para aprender a apreciarlos en nuestras
coincidencias y en nuestras diferencias, y para mirar hacia adelante, libre de
las ficciones del pasado.
Escribe
Soledad Loaeza, en la revista Nexos del mes de octubre, que Vasconcelos, “desde
la Secretaría de Educación Pública, que se creó gracias en parte a su
insistencia, lanzó una cruzada alfabetizadora que sacó de la oscuridad a miles
de familias que hasta entonces sólo podían saber lo que les contaba el párroco,
el jefe político, el patrón o el presidente de la República”. Señala “A esos personajes, les convenía que la
gente no supiera leer o escribir, que fuera ignorante del mundo exterior –no
fueran a comparar–. Vasconcelos apoyó a los muralistas, se empeñó en divulgar a
autores clásicos. La Ilíada y la Odisea fueron textos con
los que aprendieron a leer cientos de mexicanos. La educación era un valor en
sí misma, no era el vehículo de una ideología, y mucho menos una mala
costumbre. Se aspiraba a que quienes dirigían las instituciones de educación y
de cultura fueran líderes en esa comunidad, que no estaban en competencia con
los líderes políticos”.
José
Vasconcelos, un apóstol de la educación pública y gratuita, que, trascendiendo
el tiempo, sabía para que era la educación de la sociedad. Hoy se recrimina que
las personas se preparen, y en mayor medida, si aspiran a una maestría y
doctorado fuera de nuestras fronteras.
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