Pedro
Vargas Avalos
Desde
que se instaló la electricidad en el país, año con año se incrementó su
importancia hasta llegar a ser vital, puesto que se le necesita en casi toda
actividad humana. En consecuencia, es un servicio público que indispensablemente
debe estar legislado en sus cuatro etapas: Generación, Transmisión,
Distribución y Utilización.
Si
la patria entera depende de que se posea suficiente energía eléctrica, es
indiscutible que la rectoría en tal materia debe corresponder al Estado, que es
el único ente que garantiza sin intereses lucrativos ni desviados, la
continuidad del suministro de tan esencial fluido. Una nación sin soberanía
eléctrica, es una nación a la deriva.
A
fines del siglo XIX se inicia la actividad electricista en nuestra República: La
primera planta generadora data de 1879, instalada en León, Guanajuato, y
utilizada por la fábrica textil “La Americana". Luego, en diciembre de 1881
se instalaron las primeras lámparas en la ciudad de México y paulatinamente,
muchas compañías mineras, textiles e industriales fueron forjando sus
generadoras de energía eléctrica, vendiendo sus excedentes a los gobiernos para
que el alumbrado público se extendiese.
En
1892 se fundó la Compañía de Luz y Fuerza Motriz Eléctrica por el señor J. María
Bermejillo, que fue el antecedente de la Compañía Hidroeléctrica e Irrigadora
del Chapala Sociedad Anónima, cuya enorme importancia para el Estado de Jalisco,
es semejante a la de la planta poblana “Necaxa” para el valle de México. En
ambos casos, el objetivo final no solo era dar un servicio, sino obtener
utilidades de orden económico. Ante tal situación, en 1926 se expidió el Código
Nacional Eléctrico, que, con disposiciones muy generales, permitió a las
empresas se desarrollaran y los servicios residenciales fueran más integrales,
dándole un trato diverso al de índole industrial-comercial.
Hubo
compañías que dominaron a empresas de menor peso, y así, en los años treinta de
la centuria pasada, había dos sociedades (con mayoría de capital extranjero, ya
de Canadá, Inglaterra o Estados Unidos y Francia) con matices de duopolio: el
gobierno forcejeó con ellas para mitigar los precios. El panorama subsiguiente
fue que las inversiones en esa área disminuyeron y extensos territorios
carecían de electrificación, pues todo estaba sujeto a que fueran negocio
redituable. Por ello como respuesta a tal situación, en 1934 se
decretó que la Federación pudiera crear la Comisión Federal de Electricidad, la
cual tardó en concretizarse, y hasta 1937 empezó a funcionar debidamente,
teniendo al notable ingeniero jalisciense, Carlos Ramírez Ulloa, como primer
director (1937-1947).
Ahora
la mística consistió en llevar electricidad a todos los rincones de México, por
lo que para 1940 dicha CFE inició la construcción de su primera central
eléctrica –(la de Valle de Bravo, en el Estado de México). Según el
investigador Luis Aboites Aguilar: “Allí está la semilla de la nacionalización
de la industria ocurrida 20 años después. Sólo por el creciente involucramiento
gubernamental puede entenderse la construcción de Infiernillo”, y luego las
sucesivas hidroeléctricas que surgieron en el resto del país. En nuestra
Entidad federativa, la compañía Hidroeléctrica de Chapala (desde 1940 propiedad
federal) junto a la CFE, tuvieron estelar participación, pues aportaban el 66
por ciento del aumento de energía para el servicio público en 1959.
(Enciclopedia de México, T. 5, pág. 2460).
Así
las cosas, ante la urgencia de que todos los mexicanos pudieran tener acceso al
servicio eléctrico, y la productividad nacional creciera para fortalecer a la
república, el 27 de septiembre de 1960 se decretó la nacionalización de la
industria eléctrica; el presidente Adolfo López Mateos, en esa memorable
ocasión dijo al pueblo de México: “Les devuelvo la Energía Eléctrica, que es de
la Exclusiva Propiedad de la Nación, pero no se confíen porque en años futuros
algunos malos mexicanos identificados con las peores causas del País intentarán
por medios sutiles entregar de nuevo el Petróleo y nuestros recursos a los inversionistas
extranjeros. Ni un paso atrás, fue la consigna de Don Lázaro Cárdenas del Río,
al Nacionalizar nuestro petróleo. Hoy le tocó por fortuna a la Energía
Eléctrica… Pueblo de México, los dispenso de toda obediencia a sus futuros
gobernantes que pretendan entregar nuestros recursos energéticos a intereses
ajenos a la Nación…”.
Entonces
hubo dos grandes compañías propiedad del Estado mexicano: CFE y Luz y Fuerza
del Centro, ésta para la región central y aquella para el resto del país. Los
malos mexicanos (a los que aludió López Mateos) lograron en el gobierno de
Felipe Calderón, que éste decretara el 11 de octubre de 2009 la extinción de la
Compañía de Luz y Fuerza del Centro; ahora todas sus baterías (de esos pésimos
dizque connacionales) se enderezarían a la CFE.
Ese
objetivo, perseguido por organismos extranjeros y codiciosos negociantes nacionales,
encontraron aliados oficiales gracias a la corrupción que imperó en el régimen
de Enrique Peña Nieto. Este, un verdadero cabecilla de latrocinadores, se valió
de todas las argucias para que la CFE se debilitara y ya deteriorada, se
pudiera desestimar y dar cabida al capital privado, donde el de procedencia
extranjera tendría prioridad y además, subsidios. De esa manera se instrumentó
la “reforma energética” de 2013, misma que sin pudor alguno, echando mano hasta
del soborno, se impuso, en contra de los intereses del pueblo y desde luego,
del Estado nacional.
Son
incontables los mecanismos que ahora se aplican para burlar al fisco, debilitar
a la CFE, favorecer a los empresarios sin escrúpulos y comprar a los
comentócratas que se desvelan, un día sí y otro también, por estigmatizar los esfuerzos
para que México recobre su soberanía energética. Un ejemplo de estos, es Sergio
Sarmiento, quien, a sabiendas de mentir, pregona que cuando se nacionalizó la
electricidad en 1960, ya no se pudo electrificar por falta de capital, siendo que,
a partir de ese hecho, es cuando el servicio eléctrico llegó y cubrió, casi completa,
la faz de nuestra patria, beneficiando a todos sin distinción, trátese de
personas o poblados.
El
tramposo sistema de autoabasto de energía, que imperó tras la malhadada “reforma”
peñista, (que evidentemente fue contrarreforma) optó luego por la atracción de
socios de “un peso”, con lo cual logró que grandes empresas (realmente sus
clientes, pues es un mercado paralelo) aparezcan como autogeneradores (lo cual
es falso) y con ello pagar sumas ridículas por el servicio eléctrico (aquí
están Bimbo, Oxxo, Cemex, Kimberly Clark, etc.). Por si eso fuera poco, la
introducción de Certificados de Energías Limpias (CEL) dizque para incentivar
la generación de energía limpia, han sido un negociazo de esas compañías
rapaces, que según informó la secretaria Rocío Nahle, si no se atajan, costarán
al país cien mil millones de pesos en dos décadas.
Los
enemigos de la actual iniciativa sobre electricidad, dicen que los paneles
solares de particulares serán cancelados, lo cual es monumental mentira, pues
nada de eso se prevé en el proyecto. Otra falsía es que la CFE no producirá
energía limpia, siendo que actualmente tiene capacidad de generar un 55% de tal
electricidad, además de que con la reforma podrá tener a sus plantas
hidroeléctricas (que producen energía limpia) a toda su capacidad, la cual por
los frenos que se le impusieron el sexenio pasado, está a media funcionalidad.
El
ejemplo que tenemos con lo que pasó en Texas (donde los privados hacen lo que
les place) hace uso meses; lo que actualmente padece España (por tener toda su
generación en manos privadas) y en muchos otros países, es una severa
advertencia para México, que por fortuna posee a la CFE, la cual se debe
fortificar a la par que la republica asuma la rectoría energética.
No
hay vuelta de hoja: los particulares solo buscan ganancias a cualquier costo,
en tanto que los organismos públicos tienen como objetivo servir al pueblo. Ver
la electricidad como simple negocio es fatal para la nación. Conservar una
porción para los empresarios es lo que reviene la actual iniciativa en tal
ramo, pues respeta a la inversión privada reservándole un 46 por ciento, lo
cual es más que suficiente para que se hagan buenos negocios, pero eso sí,
dejando la rectoría al Estado.
Lo
que declararon algunos exdirigentes del priísmo, es porque unos fueron
dirigentes entreguistas de la CFE, otros, tienen cuentas pendientes por sus
conductas y los demás, porque del nacionalismo que sostuvo el tricolor, no
tienen memoria es menester recordarles la parte final del discurso del
presidente Adolfo López Mateos en 1960: “En México la Constitución es muy
clara: ¡¡¡los Recursos Energéticos y los yacimientos petroleros son a
PERPETUIDAD PROPIEDAD UNICA Y EXCLUSIVA DEL PUEBLO MEXICANO!!!
Les
dejo la misión de no permitir que vuelva a caer en Manos de Extranjeros.
El
resto de las especulaciones al respecto son Traición a la Patria.
Industrializar el País no implica una subasta pública de nuestros recursos naturales,
ni la entrega indiscriminada del patrimonio de la Patria”.
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