miércoles, 20 de octubre de 2021

El lenguaje incluyente y no sexista



 

Víctor Hugo Prado

 

 

Recientemente tuve la oportunidad de leer un artículo publicado en el Diario Milenio,  por Arturo Zaldívar, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el que apunta que, procura usar un lenguaje no sexista e incluyente que suele molestar a muchas personas, las que le recuerdan que la Real Academia Española ha aclarado que el uso del masculino incluye a hombres y mujeres según el contexto, y que ha llegado el caso de  presentarle un video de Vargas Llosa burlándose del lenguaje incluyente. Para Zaldívar abordar el tema desde una perspectiva gramatical es ocioso. Lo que no es ocioso, es abordarlo desde una perspectiva que permita cuestionar y reflexionar sobre lo que el lenguaje y sus normas significan y representan en nuestra sociedad.



El lenguaje como fenómeno cultural y reflejo de una realidad social, es en el presente y ha sido en el pasado, sexista. En un mundo en el que se discrimina a las mujeres, en el que se reproducen estereotipos y prejuicios que imperan en las relaciones de género. Por desgracia en el entramado social, las mujeres siguen manteniendo un estatus de inferioridad –así lo señalan indicadores en la política, empresa, mundo laboral o deporte- reforzado con muchas prácticas y modos culturales, entre las que se incluye el lenguaje.


En comunión con el ministro Zaldívar, el lenguaje incluyente no pretende ser correcto. El lenguaje incluyente pretende cambiar una realidad, desafiarla y transformarla, poniendo en entredicho al lenguaje, producto patriarcal como lo han sido muchas leyes y normas jurídicas que están siendo modificadas para dejar ser discriminatorias.





Señala además que, el lenguaje incluyente contribuye a generar el cambio cultural y normativo necesario para que las mujeres puedan alcanzar la verdadera igualdad sustantiva. Habrá quien no piense así, pero los argumentos a favor insisten en la importancia que tiene el lenguaje en el desarrollo del pensamiento y la identidad; en la interpretación, visibilización e incluso, en la creación de la realidad; en el establecimiento de valores y reconocimiento social. En último término, los argumentos zaldivarianos a favor, se basan en la convicción de que el lenguaje puede y debe ser un instrumento para el cambio.


No por nada, organismos de gran calado como el Instituto Nacional Electoral o la Comisión Nacional de Derechos Humanos han generado documentos de tipo práctico para poder utilizar un lenguaje incluyente, que reduzca las desigualdades, pero, sobre todo, la invisibilidad de un sector tan importante.


Una gran tarea para los profesores y profesoras de la Universidad de Guadalajara, del alumnado, y claro, de las y los egresados de la Benemérita Universidad, quienes ostentan enorme reconocimiento nacional e internacional.

 ¿Usted qué opina? 






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