Víctor Hugo Prado
Los
últimos tres años, el gobierno en turno, ha mostrado un fehaciente intento de
reformular la historia de México, o de lo que antes era Mesoamérica, con todos
sus pueblos que por supuesto no solo eran Aztecas. O se hace para reivindicar
de manera legítima a nuestros antepasados renegando de la dominación provocada
por la conquista española, o se hace como uno más de los muchos recursos
distractores para no entrar a fondo en la discusión de lo que realmente es
importante para el país y no funciona, como la economía, la falta de inversión,
la escasa generación de empleos; la delincuencia desbordada que mantienen el
control en regiones enteras; igual podemos señalar problemas francamente graves
como el mal manejo de la pandemia, el desabasto de medicamentos y la derrama de
recursos en obras faraónicas de dudoso impacto social.
Renombrar
calles eliminando a personajes españoles, quitar la estatua de Colón, de quien
suponen fue el principio de una afrenta contra las pasadas culturas
prehispánicas, demandar disculpas a las autoridades de España por hechos
ocurridos hace 500 años, borrar de la historia a Agustín de Iturbide artífice
de la Independencia, por su origen realista, se han convertido en actos normales
y formales de este gobierno. ¿Qué se pretende? ¿acaso recuperar el pasado? ¿O
con el pasado borrar el mal presente que vivimos los mexicanos?
Si
se pretende recuperar el pasado Azteca, renegando de lo español, habrá que recordar
que México con todo y conquista o fusión de pueblos, trajo consigo un nuevo
país, una nueva sociedad, una identidad producto de varias culturas, no solo
prehispánica y española, también la árabe por su presencia musulmana en Iberia
y la africana de dónde llegaron los esclavos, por mencionar algunas. De esas
fusiones nació lo que llamamos México, la tierra de grandes mujeres y hombres y
de extraordinaria riqueza cultural. La
tierra de apellidos tan castellanos como Hernández, Pérez o López, con nombres
como José, Juan o Francisco, aunque en los últimos años compitan los
anglosajones como Kimberly, Maybelline y sin faltar Kevin.
Los
que se dan de golpes de pecho por la defensa de la cultura prehispánica a
ultranza y combatiendo los fantasmas de los barbados españoles, no los veo ni
los oigo vistiendo atuendos de nuestros antepasados, ni hablando ninguna lengua
indígena de las 68 conocidas, ni danzando al rey de la lluvia, y tampoco se ven
con la voluntad de gobernar desde el Templo Mayor y menos cohabitarlo. ¿Para
qué?, si al lado se encuentra la comodidad, el lujo y esplendor del Palacio
Nacional, que por cierto como anécdota, es la sede del Poder Ejecutivo Federal
y su construcción inició en 1522, como segunda residencia privada de Hernán
Cortés, y por su esplendor arquitectónico es considerado como Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO.
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