Pedro
Vargas Avalos
Es
incuestionable que una persona bien informada, seguramente no aceptará
imposiciones, abusos, ni embaucadores: El periodismo es el instrumento mejor
para lograr ese objetivo. No en balde nuestro insigne Francisco Zarco afirmó:
“La prensa no solo es el arma más poderosa contra la tiranía y el despotismo,
sino el instrumento más eficaz y más activo del progreso y de la civilización”.
Ciertamente,
los periodistas auténticos, al esgrimir su pluma cual filosa espada, hacen
temblar a los políticos falsarios y a los partidarios de la corrupción, sean
funcionarios públicos o miembros del sector privado.
Hace
años, el célebre ghanés Kofi Annan, sostuvo con firmeza que “Ninguna sociedad
democrática puede existir sin una prensa libre, independiente y plural”. Y vaya
que este personaje tenía tan grandes conocimientos y virtudes, que se desempeñó
como séptimo secretario general de las Naciones Unidas y en 2001 fue
galardonado con el Premio Nobel de la Paz.
Quien
ejerce la elevada tarea del periodismo, siempre debe sujetarse a la verdad,
tener como meta servir a la comunidad y nunca doblegarse, ni ante presiones,
adversidades y mucho menos seducciones, incluyendo las monetarias.
En
nuestra República hemos tenido ejemplares periodistas y estupendos periódicos.
Julio Scherer y el semanario “Proceso” pueden ser citados como muestras de uno
y otro. El primero, tras valiente dirección del diario “Excelsior”, fue
obligado por el poder público a salir de su cargo, siguiéndolo cientos de
cooperatistas, con los cuales fundó en 1976 el semanario “Proceso”, al que
dirigió alrededor de 20 años. Entre sus más cercanos colaboradores destaca el
tapatío Vicente Leñero, cofundador y de prendas semejantes al antedicho.
Desde
esa ya lejana fecha, tanto Scherer como su semanario, acrecentaron su
presencia, uno dirigiendo y haciendo extraordinarias entrevistas, la revista
haciéndose referente para tirios y troyanos, ya que en sus páginas abrevaban
leyendo los análisis, críticas, noticias, opiniones y punzantes cartones. Sus
portadas y cabeceos eran memorables.
Cuando
falleció (2015) Don Julio el fundador, en CISA, la empresa que es la editora
del semanario y que siempre presidió, le sucedió su hijo el abogado Julio
Scherer Ibarra. El impreso prosiguió con su línea editorial crítica, la cual
muchos la clasificaron como de izquierda; desde 1999, tenía un periodista
destacado como Director General (Rafael Rodríguez Castañeda).
Cuando llegó a la presidencia de México Andrés
Manuel López Obrador, el segundo de los Scherer dimitió a su puesto en CISA y
fue sustituido por su hermana María Scherer Ibarra, casada con el panista Juan
Ignacio Zavala, hermano de Margarita Zavala de Calderón. La Sra. Scherer
también se incorporó al portal digital “Latin Us”, que dirige Carlos Loret, y
es una plataforma antiobradorista.
El
director Rodríguez Castañeda salió a principios de 2020 y fue sustituido por
Jorge Carrasco, quien en el directorio de 2016 aparece como reportero en
compañía de Álvaro Delgado, Genaro Villamil, Jesusa Cervantes, Santiago Igartua
Scherer, José Gil Olmos, Arturo Rodríguez, etc. De estos periodistas, Delgado,
Villamil y Cervantes, ya salieron del semanario. El coordinador del área de
internet (Proceso.com.mx) era Alejandro Caballero, de quien afirma Julio
Astillero es en su actividad muy confiable, honrado, crítico y capaz. Además,
Proceso integró un excelente cuerpo de caricaturistas (del que ya salieron
Rocha, Hernández y murió Helguera), corresponsales, analistas sociopolíticos
(de donde suprimieron a Ackermann, Fabricio Mejía, etc.), de deportes, cultura,
etc., de considerable reconocimiento.
Por
todo lo anterior es que resulta impactante una carta que se dio a conocer el 16
de septiembre reciente, suscrita por Alejandro Caballero, misiva en la cual
dice adiós a Proceso luego de 21 años y 8 meses de trabajo, “alarmado por el
rumbo que ha tomado la empresa que edita” la revista, o sea CISA, que preside
la Sra. Scherer de Zavala.
El
aludido Caballero, asevera que Proceso entró en un acelerado desprestigio,
motivado por cierta “derechización” de su línea editorial, a lo que se suma una
crisis económica de la que no se informa a los trabajadores, que, desde luego,
en estos tiempos de austeridad y pandemia, no es raro, aunque si el ocultarlo.
Por
si lo anterior fuese poco, se divulga en la citada comunicación, “una dramática
caída en la venta de ejemplares, un derrumbe en las suscripciones y una caída
preocupante en las visitas al espacio digital”, lo que de ser verídico reviste
tintes muy preocupantes.
Paro
Caballero el director Jorge Carrasco era “reportero gris”, de tendencia
conservadora, “sin mayor experiencia en tareas de dirección, definición de
portadas, cabeceo y línea editorial”, por lo que generó que en unos meses a
“Proceso se le haya perdido el respeto”, y se le considere “una especie de
encarte dominical del periódico Reforma”. Recordemos que este diario es uno de
los más punzantes impugnadores de la izquierdista Cuatro T.
Abundando
en el tema, menciona el renunciante Caballero, que el “actual es un Proceso
opuesto al que nos legaron Don Julio y Rafael, pero a tono con el tamaño de sus
nuevos mandos: hacia adentro maltrato laboral y hacia fuera alianza con medios
que lo último que hacen es respetar a sus trabajadores”. Es decir, conforme a
las clasificaciones vigentes, una empresa neoliberal explotadora de sus
recursos humanos.
Otro
desatino de la dirección, enfatiza Caballero, es alentar el “autonombramiento
de Santiago Igartúa” (también de la dinastía Scherer) como jefe de la página
digital, donde suplantó al dimitente. Ese nieto del fundador, ingresó a Proceso
desplazando sin pudor alguno al corresponsal en Argentina, luego pasó a
redacción donde se distinguió, “por cobrar sin trabajar”: enseguida “de manera
cobarde, mientras me encontraba de vacaciones, sin aviso alguno… me desplazó de
mis funciones”. El resultado es que “tanto el portal como la revista han
perdido credibilidad y en el caso del primero hasta seriedad y no se diga
oportunidad noticiosa”, todo ello, responsabilidad única de este periodista,
quien “confirma que la honestidad y el talento no se heredan”.
Los
agravios que recibí -afirma el dimitente- desde la cúpula y que incluyeron
marginarme de cualquier toma de decisiones y en el absurdo cambiar mi
escritorio por uno más pequeño y borrarme del directorio por más de un año,
lamentablemente no han sido los únicos. El Proceso que privilegiaba las
relaciones humanas, factor que distinguía al semanario de cualquier otra
empresa periodística, se esfumó con la llegada de Carrasco e Igartúa.
Y
la epístola continúa enumerando yerros de la editora de Proceso: “por ejemplo,
a como sin consideración alguna se despidió a corresponsales en el extranjero y
a colaboradores de la sección de análisis. Imperdonable también fue el maltrato,
incluso hasta horas antes de su muerte, que tuvieron para con Marco Antonio
Cruz, en su calidad de coordinador de fotografía”. Y menciona datos, para
probar su dicho: “Tengo la certeza de que los nuevos mandos se enteraron de la
estatura profesional del querido Marco cuando leyeron los entrañables textos
póstumos que amigos y compañeros le dedicaron en Proceso. Desde los puestos de
dirección, en vida se le ofendió, a su muerte se le elogió”.
El
final señalamiento que con índice flamígero expresa el señor Caballero, se
refiere a la designación José Gil Olmos como jefe de información, a quien tilda
de inepto, pues a su juicio es “Incapaz de argumentar una orden de trabajo,
negado para idear un reportaje, torpe para redactar un párrafo sin incurrir en
problemas de sintaxis y faltas de ortografía”, con lo cual la empresa le dio
una autoridad que, por obvias razones, no respetan ni sus subordinados.
Haciendo
memoria, cuando excluyó el señor Carrasco a varios colaboradores de sello
izquierdista, hace un año, le escribió a Carmen Aristegui: “Proceso mantiene
abierta la pluralidad que puede constatarse en cada una de sus plataformas y el
espíritu de libertad que nos legaron nuestros fundadores”. Pero fue
irreductible con la guadaña y salieron valiosos colaboradores, haciendo caso
omiso del principio que dice: “La libertad de expresión lleva consigo cierta
libertad para escuchar”.
Igualmente,
la dirección del semanario o de la empresa editora, olvidaron lo que pregonaba
el Benemérito Benito Juárez: “La emisión de las ideas por la prensa debe ser
tan libre como es libre en el hombre la facultad de pensar”. Y en su lugar
pareciera que los periodistas a sus órdenes solo deben describir la verdad del
patrono, lo que obviamente es indigno y aterrador.
Así
pues, ceñidos a la idea que postula al periodismo como una deslumbrante escuela
de vida, tras leer la carta llameante que hemos comentado, tan cáustica como
una filípica, caemos en la cuenta de que el célebre hebdomadario “Proceso”,
está a la deriva, porque encara un problemático presente y lo amaga un incierto
porvenir.
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