Víctor Hugo Prado
Un
fantasma recorre México, es el fantasma de populismo con rasgos dictatoriales al
que desde la esfera del poder han querido hacer pasar como el nuevo régimen. El populismo señala Enrique Krause en su obra El
pueblo soy yo, que no hay populismo sin la figura del hombre providencial que
resolverá, de una buena vez y para siempre, los problemas del pueblo. Un
pueblo, un discipulado, una fuerza de partidos y un entramado para crear el
culto a la personalidad de una figura central son básicos.
El
“nuevo régimen” se ha querido asumir como el administrador casi exclusivo de la
palabra, dónde quien disiente, es enemigo, no adversario, no opositor. Es
enemigo del nuevo régimen. Así se intenta acallar todos los días las voces que
disienten, las que cuestionan, las que exponen al desnudo los errores de un
gobierno imperfecto, errático, que comete excesos que en el presente y futuro
estaremos pagando todos los mexicanos.
Con
el uso de la palabra todos los días, se atizan las pasiones, se divide a la
sociedad entre los buenos y los malos; a los buenos y a los que dudan todos los
días les aluzan el camino, y los malos son señalados con el dedo flamígero
alentando el odio del pueblo. La demagogia es la práctica cotidiana con la que
se logra en parte la obediencia de las supuestas mayorías. Por ello, no extrañe
que a los medios de comunicación que cuestionan se les descalifique como
aliados del antiguo régimen, al servicio de los conservadores a los que hay que
combatir y silenciar. Al final se trata de quitar la piedra que estorba en el
camino.
Junto
con la descalificación y la amenaza, existen, de acuerdo con Krause otras
prácticas del populismo que han fortalecido su presencia en América Latina, a
veces disfrazados con una ideología de la izquierda y en otras de derecha, me
refiero al manejo discrecional de los fondos públicos, manejados como patrimonio
privado, que pueden aplicarse igual en un apoyo económico a las clases sociales
más desfavorecidas, a los adultos mayores, en becas para estudiantes o en
proyectos faraónicos que buscan ensalzar
la figura del hombre fuerte. Todo gasto es inversión y la rentabilidad
se concibe en forma de votos, para darle continuidad a un régimen.
Y
si eso no da resultado, también se recurren a la justicia selectiva, a la aplicación
de la ley con propósitos claros: derrumbar, antes de que sea demasiado tarde a
todo aquel que represente un peligro de competencia política. Su profesado amor
por Juárez, ha llevado al gobierno en turno a tomarse muy en serio la máxima
juarista, injusta por naturaleza “a los amigos justicia y gracia, a los
enemigos justicia a secas”, ¿usted qué opina?
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