Pedro Vargas Avalos
Recientemente
se ha puesto en la palestra el tema de la injusticia, específicamente en
relación a personas que por demasiado tiempo han padecido la prisión sin ser
sentenciadas; de igual manera se toca el tema de aquellos desdichados que están
en la cárcel debido a que fueron crudamente torturados.
En los pasados sexenios, en tratándose de
administración de justicia, salvo el clamor del pueblo llano que siempre ha
tenido sed de ella, la indiferencia general imperó, y ese silencio operó a favor
de la injusticia, la cual creció como hidra repugnante.
Viejos
dichos populares como aquel de que la cárcel es para los pobres, o el código
penal para aplicarse a los necesitados, cobraron vigencia notoria. Mientras,
los políticos y funcionarios públicos, se comportaban como quien ve llover y no
se moja, es decir, indiferentes. Pero eso ya se experimentaba desde antaño: el célebre
sabio Solón decía que, “Las leyes son semejantes a las telas de araña; detienen
a lo débil y ligero y son deshechas por lo fuerte y poderoso.” O lo que es lo
mismo, el fuero o la impunidad para el ladrón de cuello blanco, la
penitenciaría para el que roba una pequeñez.
Existen
muchos casos de injusticias, comenzando con la que se infiere a las víctimas de
los delitos, que sin embargo registran varias disposiciones a su favor, mismas
que lamentablemente con los imperfectos sistemas de justicia que nos rigen,
casi nunca se aplican.
El
tipo de iniquidades a que ahora nos referimos, son las que se enfocan con los
presos que, con más de dos lustros de ser cautivos por ilícitos de reducidas
penas, no han sido sentenciados. Lo mismo sucede con aquellos que en iguales
circunstancias, ya cumplieron 75 años de edad. También se encuadra a los reos
que, siendo mayores de 65 años, y que padecen males crónicos, se les impide
encarar sus procesos desde sus domicilios.
Un
muy delicado tema es el de los reclusos que fueron víctimas de tormentos, hipótesis
que desgraciadamente abunda en nuestro medio. El primer mandatario federal
declaró hace unos días que, todo interno en cárceles federales que haya sido
torturado, y los malos tratos se comprueben mediante el Protocolo de Estambul,
será muy pronto liberado. Ese método se gestó por medio de la ONU en 1999, y lo
que pretende es abatir los abusos de las autoridades hacia los particulares.
Sobre
el tema de los atormentados, manifestó Alejandro Encinas, Subsecretario de
Gobernación para los derechos humanos, que: “Tratándose de tortura, no podemos
andar con medias tintas ni con duda. Cualquier persona, sea quien sea y haya
sido objeto de tortura, debe ser puesta en libertad de inmediato y los
torturadores deben de ser castigados”. Esto es una verdad tan grande como la
luz del sol, pues si los que atormentan recibieran inmediato castigo, ya se
habrían reducido al máximo tan perniciosas prácticas.
Es
muy cierto que es preferible sufrir una injusticia, que cometerla, pero a
muchas autoridades eso no les interesa, y por ello son más desgraciados -los
mandos torturadores- que quienes aguantan sus arbitrariedades. Por ello se debe
luchar sin cuartel contra todas las ilegalidades, recordando que la peor forma
de impartir injusticias es la justicia simulada, manera de proceder que tienen
muchos jueces, como innumerables agentes de la procuración de justicia. Y este
procedimiento, aplicado a un individuo, debemos considerarlo como una amenaza
enderezada a todos, tal como lo afirmó el enorme luchador por los derechos
humanos Martin Luther King: “La injusticia en cualquier lugar es una amenaza en
todos lados.”
Aunque
el decreto que anunció el primer mandatario de la nación es para el ámbito de
la federación, es inaplazable que, en las 32 Entidades del país, se asuma el
problema con seriedad, se emitan las disposiciones conducentes y con ello
alivien el dolor de los encarcelados que están en similar situación que los
presos del fuero federal.
Y
no se crea que es menor el número de casos que se registran en los Estados,
pues en el fuero común, sin sentencia se cuentan 82 mil 189, en tanto que del
fuero federal existen 12 mil 358, alrededor del 15%. Los números son elocuentes
y obligan a que localmente se remedie tan grave problema.
La
justicia, como lo establece la Constitución, tiene que administrarse sin
cortapisas, debiendo ser rápida, expedita, lo cual no se cumple, según podemos
entenderlo al saber que hay tantas personas detenidas, por más de 10 años, sin
sentencia ni consideraciones legales, ya sea por su edad, peculiares circunstancias
o su quebrantada salud.
El
problema atañe a todos los órdenes de gobierno, y dentro de estos,
especialmente lo tiene que atender el Poder Judicial, tanto el de los estados
como el Poder Judicial de la Federación. Lástima que, en estos organismos,
sobre todo los estatales, es típico que siempre se escuden en la falta de
presupuesto, argumentando que es la razón por las que les falta personal, carecen
de equipos, etc. Ah, pero eso sí, la austeridad en sus ingresos no figura, sino
que disfrutan de costosas prestaciones y hasta bonos de marcha se otorgan, para
enseguida gozar de pensiones doradas, que son cachetadas en pleno rosto del
pueblo y la justicia.
Debemos
recordarles a esos personajes, y el gobierno tener bien presente, lo que
expresó el enorme tribuno romano que fue Cicerón: Nada hay más injusto que solo
buscar remuneraciones en la justicia. Y para colmo de males, si esta es tardía,
se torna en la más siniestra de las ilegalidades.
Por
lo anterior, es que todos debemos coadyuvar en la medida de nuestros alcances y
en el ámbito de nuestras actividades, a terminar con la injusticia, la
corrupción y la impunidad, pugnando porque impere la razón, la honradez y la
solidaridad.
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