Ricardo
Sigala
En 2018
hice una investigación sobre los Juegos Florales de Zapotlán el Grande y me
encontré con que, en la edición de 1977, un joven guzmanense de apenas 21 años
de edad había obtenido el tercer lugar en el certamen, la prensa tapatía se
había referido a él como un “joven valor”. Su nombre era Juan Octavio Espinoza
Arreola y su poema se titulaba “Ea, isla de vida y muerte”. En aquel momento quise encontrar su poema
para publicarlo en un libro sobre los Juegos Florales de Zapotlán, pero no me
fue posible conseguirlo.
No era la primera vez que me
encontraba con ese nombre. En los años noventa, en el taller literario de la
Casa de la Cultura, se hablaba de él con un particular entusiasmo, y con una
admiración sincera. Se le reconocía como un miembro más de la dinastía Arreola
y se enunciaban sus proezas, entre las que destacaba su habilidad musical,
tanto en la composición como en la interpretación. Era además una figura
cotidiana, accesible, cultivador de la amistad. Esa era la imagen que de él me
formé.
Ya
entrado el siglo XXI supe de su prematura muerte y él volvió a ser tema de
conversación y siempre se recalcó su desbordante talento en distintas áreas, no
sólo la musical sino en la pintura, la ciencia y en las letras. Amigos cercanos
tuvieron la oportunidad de conocerlo y convivir con él, y con sus testimonios y
las ocasionales referencias a él se fue construyendo una especie de leyenda de
la vida cultural de la ciudad. Juan Octavio Espinoza Arreola, conocido con el
apodo de “El pato”, forma parte de la galería de personajes que le dan volumen
y consistencia a nuestra cultura. Sin embargo, el personaje pertenecía a la
tradición oral, al menos desde mi experiencia. Siempre me fue imposible
documentarme sobre él más allá de los testimonios orales. No es sino hasta que
en 2018 Fernando Castolo lo incluye en su Cartulario.
Muestra de Letras zapotlenses que me encuentro una pequeña ficha biográfica
y un poema de él.
Este
año, 2021, la editorial cartonera Ateneo Zapotlatena en su Colección Cuadernos
Rupestres, publicó El divino concreto
de Juan Octavio Espinoza “El Patito” Arreola. Se trata de un volumen con poco
más de cien páginas que incluye un conjunto de catorce poemas que el autor tuvo
la intención de publicar en 1999 y que por alguna razón que desconocemos no
logró ver culminado. El libro era un proyecto que incluye un prólogo de Álvaro
Luis Guzmán Puga y una breve carta del autor dirigida a Alberto Cárdenas
Jiménez, entonces gobernador de Jalisco, en la que habla del deseo de publicar
sus poemas. Ambos documentos están fechados en 1999.
Otro apartado valioso del libro es
la sección en la que se informa de los logros de Juan Octavio Espinoza. Ahí se
habla de sus distintas facetas, la de músico, pintor, escritor e inventor. En
el ámbito musical, nos dice, que comenzó a tocar el acordeón a los doce años y
piano a los catorce, y que a los diecisiete inició una gira de conciertos por
el sur de Jalisco que se prolongó durante toda su vida y abarcó el estado de
Jalisco y la Ciudad de México y varios estados de la República. Todo indica que
la música fue el espacio en que mejor se sentía Juan Octavio Espinoza. Sus
presentaciones se realizaban en casas de cultura, centros culturales, teatros,
auditorios, peñas y llegaron a la radio y la televisión nacional, y por
supuesto los reconocimientos no se hicieron esperar: en 1975 obtuvo el primer
lugar en el Concurso Estatal de Guitarra del Instituto Nacional de la Juventud
(INJUVE), y en tanto que en las ediciones de 1974 y 1976 consiguió dos segundos
lugares. Octavio Espinoza apenas tenía veinte años de edad. La década de los
ochenta sería una temporada de éxitos y reconocimientos en torno su ejercicio
musical. Tres veces consecutivas (1980, 1981, 1982) ganó el concurso de canto
que organizaba el sindicato de Profesores universitarios de la UdeG; obtuvo el
primer lugar en el Festival de la Canción Universitaria de la UdeG en 1981 y
fue segundo en 1984; en 1986 obtuvo el segundo lugar en canto en el IV
encuentro Cultural y Deportivo del CREA. Y en 1990 participó en el certamen
“México lindo y querido” en el que ganó la etapa estatal y estuvo entre los
tres primeros lugares a nivel nacional. Fue músico invitado en el canal 13 de
televisión en el programa Nuevos valores y en varias ocasiones formó parte del
programa Fórmula bohemia de la estación de radio Fórmula melódica de la ciudad
de Guadalajara, fue frecuente animador de la Peña Cuicacalli en Guadalajara y
del famoso Tepancalli en Ciudad Guzmán. Su canción más famosa es “Zapotlán,
tierra de titanes” de la que circula en you tube una versión en su propia voz,
pero sabemos, por Carlos Axel Flores Valdovinos que compuso alrededor de 500
canciones.
Juan Octavio Espinoza “El pato”
Arreola es uno más de los miembros de la dinastía Arreola que con sus obras y
su talento han otorgado materia a la basta tradición cultural de nuestra
región. Hijo de los poetas Virginia Arreola y Roberto Espinoza Guzmán, además
de sobrino de Juan José Arreola. Personaje carismático e inquieto, desde muy
joven dio muestras de su talento y no sólo le fue reconocido por sus dotes de
composición y de interpretación. Lo mismo pasó con sus trabajos relacionados
con la ciencia y la tecnología que en los años ochenta recibieron premios del
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). El Pato Arreola también
participó en exposiciones de pintura, tanto colectivas como individuales.
La edición de El divino concreto de Juan Octavio Espinoza “El Pato” Arreola, que
la editorial Cartonera Ateneo Zapotlatena presenta de la mano de Carlos Axel
Flores Valdovinos, es un homenaje a la obra de este singular zapotlense que en
este 4 de junio habría cumplido 65 años y que el pasado día 23, cumplió 18 años
de su prematuro deceso.
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