Pedro
Vargas Avalos
En
todos los sistemas políticos existen gobierno y oposición. Incluso donde
imperan las dictaduras, que por naturaleza son antidemocráticas, están
presentes los opositores ideológicos.
En
nuestro país, el PRI, PAN y PRD, los adversarios del régimen actual (la Cuarta
Transformación o Cuatro T), han optado por aliarse en una especie de liga
antinatura, impulsada por el miedo, el revanchismo o la avidez. El partido
Movimiento Ciudadano se mantiene al margen, aunque se proclama opositor.
En
efecto, el panismo surgió como enemigo natural del priísmo (en 1939 encarnado
por el PRM, a partir de 1946 transformado en PRI) y su lucha era frontal, sin
transacciones ni componendas. Estas surgirían cuando los fundadores del PAN se diluyeron,
asaltando su conducción los llamados “bárbaros del norte”, blanquiazules susceptibles
a los enjuagues. Los sucesores de estos, al mismo tiempo consintieron o aún
más, promovieron, los chanchullos y arreglos “en lo oscurito”.
En
cuanto al PRD, su antecedente fue la llamarada insurrecta (Corriente
Democrática, CD)que sin éxito intentó democratizar al PRI en 1987, como
reacción al neoliberalismo que se apoderó del partido tricolor en ese tiempo;
tras fracasar en su objetivo, la CD optó por adherirse al Frente Democrático
Nacional que en 1988 sostuvo a Cuauhtémoc Cárdenas para presidente; en los
correspondientes comicios fue cuando “se cayó el sistema” electoral y, como
resultado, usurpó la presidencia Carlos Salinas. En respuesta se fundó el 5 de
mayo de 1989 el Partido de la Revolución Democrática (PRD), reconocido como
virtual abanderado de la izquierda nacionalista.
En
lo narrado anteriormente podemos ver como el partido tricolor evolucionó, del
nacionalismo revolucionario callista al socialismo cardenista; de éste al
centro democrático institucionalista y finalmente aterrizó en el neoliberalismo
delamadridista-salinista. Actualmente, merced al infausto sexenio de Enrique
Peña Nieto, se le ubica como el símbolo del entreguismo, la corrupción y la
impunidad.
Por
lo que ve al panismo, su paso fue del humanismo democrático, con sus fundadores
Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, al pragmatismo demócrata de sus
actuales dirigentes.
En
cuanto al perredismo, transitó de un dinámico izquierdismo democrático
nacionalista que triunfó en la capital de la nación, para de allí casi llegar a
la presidencia de la república. En ese momento afloraron pugnas internas que
desvirtuaron los principios del organismo, y los exponentes del nacionalismo
democrático de izquierda se desprendieron para fundar el Movimiento de
Regeneración Nacional (MORENA), quedándose con el resto los llamados “chuchos”
(Jesús, Ortega y Zambrano), cuya dimensión es igual al oportunismo y la simulación.
El
novel partido MORENA, con sus principios de izquierda democrática, reformista y
antineoliberal, de austeridad, nacionalista y de lucha contra la corrupción e
impunidad, es el partido en el poder.
Si
hacemos una suma de lo que significan por su historia los miembros de la
alianza PRIANRD, diríamos que, tras arrancar originalmente sus actividades con
ideales teóricamente legítimos dentro de la lucha democrática por el poder,
acabaron enarbolando la corrupción e impunidad (PRI); la componenda y doblez
(PAN); el disimulo y descomposición (PRD). Por ello es que fue posible su unión
antinatura, sumado al afán de recuperar sus privilegios perdidos, más el temor
a no lograrlo por sí mismo cada uno; tales factores los convenció para
coaligarse, omitiendo todo escrúpulo ideológico, puesto que para muchos
políticos es habitual aplicar la regla de que “el fin justifica los medios”.
Por
otra parte, los dirigentes de los tres partidos antedichos, hermanados en su
consorcio autollamado “Va por México”, no han cejado, día tras día, en atacar a
la Cuatro T y su líder, es decir, el presidente. Por ejemplo, el panista Marko
Cortés, según noticia publicada por la OEM, acusa al Gobierno de “incompetente
y autoritario, que ha empeorado las condiciones de vida de las y los
mexicanos…(cuyo) desastre es colosal y los retrocesos no tienen precedentes”.
El
8 de junio, se difundió que “Alito”, Alejandro Moreno, mandamás priísta aseguró
ante Ciro Gómez Leyva: “no hay generación de oportunidades, no hay crecimiento
económico, no hay atención a los temas de salud, de educación”. Finalmente, el
inefable Jesús Zambrano, presidente de los restos insepultos del PRD, ante
quien le quiera oír, señala a AMLO de indolente, mentiroso y hasta delincuente:
sus declaraciones son rabiosas y llenas de rencor.
Claro
que lo ideal para bien de la nación, es que las fuerzas políticas se avinieran
y coordinadamente, trabajaran para resolver los importantes retos que encaran,
México y sus pobladores. Pero por cómo se expresan los señores de la oposición,
eso parece una utopía.
Sin
embargo, la semana pasada, el semanario Proceso, publicó que el jefe de la
comisión política del PAN, el veterano panista Santiago Creel, electo diputado
y probable coordinador de la futura bancada blanquiazul, planteó al primer
mandatario federal, “abrir las puertas del Palacio Nacional a la oposición para
dialogar sobre los grandes problemas nacionales en buena lid, sin mentiras ni
hipocresías”.
Recordemos
que Creel, derrotado por López Obrador en la contienda para gobernar el DF (año
2000) ya siendo Secretario de Gobernación (era el gallo o delfín para la
sucesión del frívolo Vicente Fox), instrumentó el aleve desafuero en 2006, del entonces
jefe de gobierno del DF (AMLO). Por ello, cuando habla, tiene sobre sí la
sombra del calificativo que el mismo Creel inventó en aquel tiempo:
sospechosismo. En consecuencia, hay razones para que en el círculo cercano de
AMLO desconfíen de él. Quizás por ello éste deslindó: “No es retórica, es una
convocatoria directa y respetuosa” de la dignidad oficial del mandatario,
conforme sigue diciendo la nota de la revista semanaria.
Y
aunque parezca raro, Creel afirma: “Lo que se pretende es, que estos últimos
años de su gobierno sean exitosos en los grandes temas nacionales” o sea, en
salud, seguridad, educación y combate a la pobreza. Bajo tal idea, agrega: “No
buscaremos una provocación o un desencuentro”, y le da la seguridad de que
tenga esa certeza, pues “Respetaremos su investidura presidencial”. El diálogo
podría ser, “de manera directa o a través de sus representantes”, pues solo
buscan el bien del país, lo que explicaría la adaptabilidad de su postura.
Subraya
Creel: “Buscaremos que lo que está haciendo el gobierno funcione mejor y, lo
que no está bien, nos opondremos de manera racional. Queremos que estos últimos
tres años de su gobierno sean exitosos en los grandes temas nacionales”. Y
remata con una frase persuasiva: “Yo no juego con la democracia. Para mí,
México va primero”.
Ojalá
el presidente acepte entablar ese diálogo y lo que parecía un sueño, una
utopía, sea realidad, con lo cual, gracias a la civilidad y razonamiento
político, ampliaría los horizontes de México. En caso contrario acreditaría
definitivamente que, las oposiciones, a contrapelo de su labia, siguen
blandiendo como bandera, la impostura y la hipocresía.
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