Víctor Hugo Prado
Hoy terminan las campañas electorales de cara a la elección más grande de la
historia en el país. También han sido las campañas más sangrientas de la
historia por los asesinatos y atentados sufridos por candidatos en los
distintos estados del país. También, por mucho, han sido las más ridículas. Campañas
que convergen en el México de la tragicomedia.
No
sé qué les digan las ridiculeces de los candidatos y candidatas a los ciudadanos que han perdido un familiar
en la mal manejada pandemia, que han sufrido los estragos económicos con los
cierres de los negocios, pérdidas de empleo, o a los padres de familia que ven como las dificultades
socioemocionales de los hijos por no estar en la escuela afectan sus
aprendizajes, o que los territorios han
sido rebasados por los delincuentes organizados; no sé qué digan los mexicanos en problemas,
que son muchos, cuando ven a un candidato cantando canciones estúpidas, con el
coro de su esposa, haciendo chistecitos, grabándose disfrazado de superhéroe,
haciendo tik toks en formato bufa, subiendo barbaridades a las redes sociales.
Yo
no vi ni escuché propuestas, no vi pronunciamiento para atender el problema de
la inseguridad, del deterioro ambiental, para atender el problema de la
desigualdad de género, para reactivar la economía de estados, municipios o el
país mismo. No escuche compromisos por la democracia y los derechos logrados
como el derecho a la libertad de expresión, o incrementar derechos como el
acceso al internet para garantizar, sino la igualdad, al menos no se siga
acrecentando las desigualdades entre quienes lo tienen y quienes no.
No
vi propuestas, pero observé odios, polarizaciones, de los oscuros contra los
blancos. De los limpios contra los sucios, de los corruptos contra los menos
corruptos. El ciudadano de hoy no puede confrontar propuestas, pero puede
confrontar las animadversiones: los del pasado contra los del presente, aunque
en las definiciones los del presente parecen los del pasado; y los del pasado,
los del futuro.
No
obstante, las campañas fallidas, sin propuestas, sin ofrecimientos para crecer
como sociedad iremos a la elección. Por favor, el 6 de junio no se quede
sentado viendo el superbowl, no se quede atendiendo las labores domésticas, no
ponga de pretexto la Covid, póngase el cubrebocas, ubique su casilla, fórmese
en la fila y espere su turno y emita su voto. Vote por el que considere el menos
malo, ya no por el bueno, a lo mejor no lo va a encontrar.
Ejerzamos
esta facultad constitucional que nos permite elegir a los gobernantes y
representantes y hágalo con la convicción de que, así como se vota por alguien,
así debe exigírsele que cumpla con honestidad, transparencia, legalidad, eficiencia
y eficacia las labores de gobierno.
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