Desde
hace muchos años, en nuestro país se habla de que debería existir un mecanismo
eficiente para que los servidores públicos que no resultan competentes para las
funciones que se les asigna, de acuerdo al nombramiento que se les otorgó, sean
removidos de su cargo.
No
obstante que en varios países se adoptó ese sistema de remover funcionarios, en
México todo ha sido mera ilusión. Los usos y costumbres arraigados en nuestro
medio político, en el cual el compadrazgo, el influyentismo, la componenda y el
nepotismo, se entretejen y autoprotegen entre sí, ha dado al traste con toda
intención de moralizar la administración pública.
Lo
anterior se ve con innumerables ejemplos tanto en los ámbitos federal, como el
estatal y desde luego en el municipal, incluyendo en tales esferas a los
organismos descentralizados y aún a los modernos dizque “ciudadanizados”, que
en realidad son mosaicos de la repartición impúdica que los partidos políticos
llevan a cabo, por medio de cuotas, cuando se integran tales organismos.
No debemos
confundir la remoción de funcionarios públicos con las renuncias o ceses de
tales servidores gubernamentales. Cuando por algún motivo, a veces ni siquiera
justificado, cae en desgracia un empleado de la administración, toman los
superiores de tal burócrata la determinación de “cesarlo”. Es decir, lo
destituyen de su puesto, o como dice el pueblo,” lo corren” con cajas
destempladas.
En
otras ocasiones, el funcionario que es muy criticado o tiene resultados
deficientes en su encargo, es obligado a renunciar. Las causas suelen ser, ya
porque él mismo evalúa insostenible su posición, o porque sus superiores lo
constriñen a dejar el destino.
Una
medida intermedia es “enrocar” al subalterno, quitándolo del cargo en que se
desempeña, para traer a otro funcionario, de la confianza del jefe, y solo
intercambiar de lugar a cada uno de ellos. En estos casos, lo normal es que uno
de esos funcionarios, por lo general ineptos o insostenibles en su posición,
como gozan de la protección del jefe, reciben el comedido trato de no ser
despedidos sino reubicados. El mal no se aniquila, solo se traspone.
La
remoción es algo muy diferente a lo anterior. Diversos ordenamientos legales,
así como estudiosos de derecho público, de muchas naciones, precisan que
remoción es el acto administrativo de interrupción o privación definitiva de la
designación o nombramiento (para un cargo o empleo) realizado por una entidad o
funcionario competente. Ese individuo que se remueve, recibió en su favor ese
nombramiento, pero al incurrir en determinadas faltas u omisiones, se procede
legalmente a deponerlo de esa responsabilidad.
Lo
anterior se ha puesto a debate en organismos ciudadanos y por candidatos en
campaña. Para ello hay muchos asuntos, pero el tema del agua y su escasez en
Jalisco, particularmente en el área metropolitana de Guadalajara, es elocuente.
Las asociaciones que aglutinan centenares de habitantes citadinos, han venido
protestando en cascada por esa penuria del vital líquido, y ante la nula
respuesta de las autoridades de la materia, exigen la destitución de éstas.
Como
ejemplo tomemos el caso de varias colonias del área conurbada de la capital de
Jalisco, las cuales habiéndose visto afectadas en grado sumo por la sequía,
convocaron la semana pasada a un mitin, con objetivo de pedir la dimisión del
director del SIAPA (Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado),
del responsable de la Comisión Nacional del Agua en la Entidad (CONAGUA) y el secretario
del Medio Ambiente del Estado (SEMADES). Pero resulta que, según el dirigente
de uno de esos grupos de indignados activistas, (Jaime Aldrete), algunos
candidatos del partido “Hagamos”, asistieron a la reunión (sin ser invitados) y
se “agandallaron” las peticiones. Al respecto dice el reportero del medio
informativo Pagina 24 (Rafael Hernández G.) que el citado líder expresó: “Que
incongruente que la diputada Mara Robles pida la renuncia del director del
SIAPA por su pésimo trabajo; lo hubiera hecho, cuando era presidenta del
Congreso”.
Ese
madruguete de Hagamos, al decir del aludido Jaime Aldrete, los hizo suspender
su mitin y programarlo para ulterior ocasión. Pero es interesante que una
representante popular, ahora también en campaña, solicite la renuncia de varios
altos funcionarios públicos, según ella y sus compañeros, por ineptos.
Ante
tal situación, surge un planteamiento de otra aspirante a Diputada local, la
morenista y casi abogada Juncal Solano, quien enarbola entre sus propuestas la Remoción
de funcionarios públicos, por no desempeñar con eficiencia o con honradez su
cargo.
Dice
esta joven candidata, que el Congreso del Estado, al que busca llegar, debe
crear una comisión y desde luego emitir la legislación correspondiente, para
que se dedique a evaluar el actuar de los funcionarios de la administración,
tanto estatal como municipal, y en caso de que incumplan su tarea de manera
evidente, se les pueda destituir por medio de una especie de veto del poder
legislativo, que sería vinculatorio para el superior del servidor público
censurado.
La
idea es buena, y podría contribuir a mejorar la administración pública,
restringir la omnipotencia de los ejecutivos y sobre todo, hacer que los altos
funcionarios sean realmente competentes y se dediquen a desempeñar su comisión
con eficacia. A la vez se le ganaría relevante batalla a la corrupción, al
amiguismo y a la impunidad, lacras que hasta la fecha siguen devaluando nuestra
política, desprestigiando a los gobiernos y perjudicando al pueblo.
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