La vida continúa
José Luis Vivar
El pasado mes de marzo, el escritor
y periodista peruano Mario Vargas Llosa cumplió 85 años. Nada mal para este
autor ganador del Premio Nobel de Literatura en 2010, quien continúa activo y
con una lucidez envidiable. Prueba de ello es que aun en el confinamiento dicta
conferencias, publica ensayos, mantiene diálogo con diversos medios.
Y
por si fuera poco promueve -además de su última novela “Tiempos Recios”-, tres
libros que muestran diversas facetas suyas: “La Realidad de un Escritor”, que
reúne una serie de conferencias; “Diálogos en el Perú”, conversaciones con 38
periodistas peruanos (1964-2019); y “Vías Paralelas: Vargas Llosa y Savater”,
de José Lázaro, que presenta a través del diálogo la formación, ideología y
trayectorias bibliográficas e intelectuales paralelas del mencionado autor y
del filósofo español.
Tal
vez suene reiterativo, sin embargo, Vargas Llosa escribe. Escribe porque es lo
que más le apasiona, o más bien porque es para lo único que sirve, según
palabras de su exesposa Patricia Llosa, y que él mismo reconoce como cierto.
Aunque también porque está consagrado a las letras desde los 15 años cuando
escribió “La Huida del Inca”, pequeña obra de teatro que montó y dirigió, de la
cual se avergüenza por haber utilizado el adjetivo inca, ya que esto en su
momento hacía referencia a la literatura indigenista, con la cual estaba
enemistado de joven.
Pero
más allá de una vocación o de un oficio, el germen creativo de su quehacer
literario de novelas realistas, se cimientan en tres factores que mantiene
vigentes: la disciplina, la creatividad y el rigor implacable que lo caracterizan.
Feroz crítico de su propia obra, ninguna línea se salva -aun del más simple
texto- de ser revisada y corregida hasta donde lo perfectible se lo permite. En
diversas ocasiones ha declarado que no entrega un manuscrito al editor en turno
hasta considerar que ya no puede hacerle más modificaciones.
La
variedad de temas en su prolífica obra de ficción, reflejan una preocupación
constante por las formas del lenguaje y la novedad como llegan a ser expuestas.
No hay disposiciones para el azar ni para la improvisación. Todo se establece
conforme a la manera en que el autor lo planea. No es ninguna casualidad que la
estructura de sus novelas semejen empresas arquitectónicas, algo que se percibe
desde “La Ciudad y los Perros”, la primera de ellas, en donde hay abundancia de
recursos como la disgregación de la linealidad, la analepsis, o el monólogo de
un personaje que al lector cuesta identificar. En adelante estos y otros
elementos que le permitirán crear la denominada novela total, serán parte de su
estilo literario.
Un
estilo que fue perfeccionando a través de los años, manteniéndose fiel a sus
principios creativos: escribir la historia de un tirón, como mejor pueda salir,
con errores, con muchas contradicciones, un caos absoluto que solo su autor
puede entender. Y una vez finalizada, sentarse a corregir -algo que dice
disfrutar enormemente-, sin miramientos ni sentimentalismos. Actuando como un
sagaz francotirador, eliminando palabras, párrafos, e incluso páginas enteras,
hasta que toda ese amasijo de letras se convierte en lo que será el nuevo libro
de Mario Vargas Llosa, cuyo entusiasmo como escritor se conserva intacto, a
pesar de sus 85 vueltas al sol.
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