Ricardo
Sigala
Bob
Dylan cumple ochenta años hoy, lunes 24 de mayo. Es momento de hablar de Dylan
y sus casi sesenta años como una de las figuras protagonistas de la música
popular de masas. Con más de 125 millones de discos vendidos, cuyas canciones
han sido interpretadas por cientos de artistas en todo el mundo y han himnos de
distintas generaciones y han funcionado como banda sonora de tantas películas,
que vendió en diciembre pasado su catálogo de más de 600 canciones a la
Universal por la suma de 300 millones dólares, que modificó la música popular e
influyó en todas las generaciones que le han seguido; que, según la revista
Rolling Stones, ha escrito la mejor canción de todos los tiempos, y lo ha
colocado en el segundo puesto en la lista de los cien mejores artistas
populares de la historia sólo después de los Beatles. Un Bob Dylan que ha
ingresado a todos los salones de fama a los que pudiera aspirar cualquier
músico, que se ha dado el lujo de haber ganado varios premios Grammys, Globos
de Oro, e incluso Premios Oscar. Dylan a quien la revista Time incluyó en la
lista de las cien personas más influyentes del siglo XX. Un viejo Bob que en
1990 fue investido Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia,
que es miembro de la Academia de las Artes de Berlín, de la Academia
Estadounidense de las Artes y las Ciencias y de la Academia Estadounidense de
las Artes y las Letras Traveling Wilbury. Un viejo Bob que, de manera
iconoclasta, y para muchos inesperada, ingresó al mundo de la alta cultura y la
intelectualidad al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2007 y
un año más tarde el prestigioso Premio Pulitzer por su autobiografía, y que en
2016 protagonizó uno de los momentos más polémicos de la historia de la cultura
al obtener el Premio Nobel de Literatura. Un Bob Dylan que ha recibido
innumerables doctorados honoris causa. No existe en la historia un personaje
que haya ganado tantos premios y de tan distinta naturaleza como él.