Leticia
López del Toro*
Confinada
en casa ante la situación que ha impuesto la pandemia, a veces desesperada,
cansada, temerosa ante la incertidumbre del momento presente, me da por pensar
y extrañar aquella cotidianidad en la que por las mañanas y a veces con pereza,
me preparaba para acudir a mi centro de trabajo, lugar al que llegaba, hacía,
convivía, decidía y participaba con mis compañeros, amigos y otros colegas.
Pienso en aquellos días en los que con entusiasmo y también ansiosa, imaginaba
cómo sería el grupo con el que compartiría la mañana de trabajo en un curso.
Aquellos
tiempos los veo lejanos, ya no suena el despertador por la madrugada, ya no hay
duchas rápidas, ni la preparación del desayuno aprisa, ya no salgo corriendo
para checar mi llegada a la hora determinada; se acabaron los momentos de
reunión, de compartir puntos de vista cara a cara, de elaborar proyectos en
conjunto, se acabó la convivencia diaria.
Me
llega la nostalgia y me siento triste, añorando lo que en cierto momento fue
hasta fastidioso; y luego, caigo en cuenta en esa frase popular que dice “Nunca
sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Mi percepción ha cambiado
radicalmente y empiezo a valorar y ver desde otra perspectiva las cosas que
pasaba por alto por creer que las poseía.
Y
qué decir del vaivén de emociones que surgen ante la situación vivida, que me
llevan a experimentar la fragilidad de mi cuerpo y mis pensamientos cuando me
invade el miedo y la incertidumbre. Pero al mismo tiempo, surge en mí la posibilidad
de ser más consciente de mis reacciones y emociones, mismas que me llevan a
conocerme mejor en un sentido de aprendizaje y crecimiento que antes no había
experimentado. Pero, sobre todo, a ser más empática y a esforzarme en el
reconocimiento de las emociones de los otros, como un factor fundamental de las
nuevas condiciones para enseñar y aprender.
Ahora
estoy enfocada en ser menos quejosa y desagradecida, en cambiar mi actitud para
permitirme encontrar y comprender que hay muchas razones en medio del caos para
continuar con ése arduo trabajo, lejos de las aulas y desde el hogar.
Pienso
entonces, ¿cómo puedo ofrecer a los docentes oportunidades para que continúen
aprendiendo a distancia? ¿Cómo puedo contribuir a su formación continua y
desarrollo profesional? ¿Cómo puedo contribuir en sus procesos reflexivos que
les permitan identificar áreas de oportunidad y nuevos aprendizajes para
repensar las formas de enseñar y aprender?
Como
docente enfocada en la formación continua de otros docentes, considero
primordial hacer una reflexión profunda para revalorarme como persona y
docente, identificando las necesidades y los cambios necesarios para enfrentar
los retos que me demanda mi función en el contexto educativo ante la
contingencia sanitaria. Así, desde el
trabajo en casa me estoy encargando de reconstruir mi experiencia como
profesional, identificando los retos y las estrategias empleadas para dar
continuidad a la tarea a la distancia.
Me
encuentro en un proceso de crecimiento y aprendizaje, aprendiendo a usar
distintas herramientas, diseñando e implementando diversas estrategias e
instrumentos tecnológicos, aprendiendo a interactuar a través de medios
digitales con los otros, empapándome de nuevas formas de enseñar y aprender,
construyendo una visión diferente, pensando en que, cuando llegue el momento de
regresar a la “nueva normalidad”, continuaré practicando todas las medidas
indispensables de protección y cuidado para conmigo y los demás; voy a volver
renovada con una perspectiva diferente a
la que tenía en el momento en que me confinaron con el fin de continuar mi labor desde casa. Estoy
convencida de que hay muchas cosas por aprender, y veo ante la crisis, una
oportunidad para fortalecerme como docente. En palabras de Jean-Paul Sartre “No
perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero éste es
nuestro”.
*Asesor
del centro de actualización del Magisterio Cd. Guzmán.
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