Víctor
Hugo Prado
El
estudio Demografía de los Negocios 2020 del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (Inegi), permite conocer los eventos asociados a la vida de los
negocios para proporcionar información sobre cuántos establecimientos nacen,
cuántos permanecen (sobreviven) y cuántos desaparecen (mueren), así como su
impacto en el empleo.
Señala
el estudio que, las medidas de confinamiento por la pandemia, obligaron a los
negocios a pausar sus actividades e incluso a cerrar definitivamente, pero
también, se convirtió en una oportunidad de reconversión de muchas actividades
económicas para adaptarse a las nuevas necesidades y tendencias.
De
acuerdo con los datos de este estudio, hasta 2019 había 4.9 millones de
establecimientos en el país, de los que el 99.8 por ciento eran del tipo de
micro, pequeños y medianos negocios (mipymes). La pandemia obligó a cerrar de manera
definitiva a un millón 10 mil 857, en términos porcentuales representa el 28.8
por ciento. Las repercusiones en el ingreso de quienes perdieron los negocios y
los que quedaron en el desempleo, en la captación de impuestos y en la cadena
de valor, no se hicieron esperar. En este trance de cierre o muerte de empresas
se han dejado de vender y de producir bienes y servicios, cuantificados en más
de 500 mil millones de pesos en sectores de comercio, servicios y turismo,
equiparable a una reducción del Producto Interno Bruto del 8 por ciento. El
cierre de empresas ha derivado en la perdida de tres millones de puestos de
trabajo y la recuperación de algunos de ellos, algunas fuentes señalan que han
sido las dos terceras partes, es decir dos millones, se han reabierto con un
menor nivel de ingresos.
Por
ello es importante repensar la relación del Estado con las empresas, que en esa
relación constructiva puedan generase programas de apoyo para la Mipymes para
su retorno a la vida económica y productiva. Éstas constituyen las principales
fuentes de empleo, las que garantizan el circulo virtuoso basado en el ingreso,
gasto y crecimiento.
Pero
mientras las Mipymes se debaten entre la vida y la muerte, en México estamos
empecinados en desalentar la inversión, como sucede con el caso de las empresas
que han apostado a la generación de energías limpias, intentando dejar la tarea
de producción y distribución eléctrica con un enfoque casi monopólico al
gobierno, como era antes. En México le apostamos a la distribución de recursos
en apoyos sociales y no en inversión productiva. Parafraseando a Ricardo Anaya,
nos estamos gastando los escasos recursos en caguamas, en lugar de garantizar
el pago de servicios, bienes esenciales, pero sobre todo en el aliento de
programas que vengan a reactivar la deteriorada economía de los mexicanos.
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