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domingo, 14 de marzo de 2021

Isela Vega


 


Cine sin Memoria

 


 

José Luis Vivar

 

Para quienes fuimos adolescente a mediados de los años setenta del siglo XX, el nombre de Isela Vega era sinónimo de erotismo y de películas prohibidas a menores de edad. Debido a eso debíamos sobornar al que recibía los boletos para que nos dejara entrar. La censura que venía desde que el cine dejó de ser niño para convertirse en adulto; era una perdurable consigna contra todas aquellas cintas que mostrasen la desnudez de un cuerpo femenino, como si contemplar la belleza fuera a dañar las neuronas de quienes empezaban a despertar su sexualidad.



      

   

   Cada estreno de esta actriz y cantante sonorense significaba una jugosa ganancia para las taquillas. En la radio y en los periódicos se hablaba y se mostraban las escenas audaces de una mujer que desafiaba a los mojigatos de la época, cuya doble moral era la bandera con que se pavoneaban por la vida. Gobernación podía prohibir una película, pero se daban la libertad de reprimir las marchas de los estudiantes, o realizar una terrible matanza en aquel jueves de Corpus.


            Sin importar los títulos donde aparecía, Isela Vega disfrutaba mostrar su cuerpo y al mismo tiempo lucirse como actriz, porque a pesar de lo que se decía o de los ataques que sufría, era buena actriz, tal vez encasillada como una mujer devoradora de hombres, o como la pecadora ideal para las mentes conservadoras, pero una destacada actriz.


            Provocadora, desafió a la sociedad de su época cuando anunció en los medios impresos de aquellos años que iba a casarse por segunda ocasión con el también actor Jorge Luque. Esto no tendría nada de malo, pues hacía rato que se había divorciado de Alberto Vázquez. El problema fue que aseguraba lo iban a hacer desnudos.





            Sin haber redes sociales, durante varias semanas el rumor fue creciendo, generando morbo y críticas durísimas contra la pareja. Al final todo resultó ser un truco publicitario; no hubo ninguna boda, la pareja decidió vivir en unión libre, y la fama de ambos aumentó considerablemente.


            Luego de un día para otro decidió convertirse en conejita de Playboy. Este nuevo desafío dejó a más de uno sorprendido. A sus treinta y cuatro años se convirtió en una de las primeras latinas en formar parte de la selecta élite del magnate estadounidense Hugh Hefner. El ejemplar -hoy difícil de conseguir-, se vendió por miles, y quedó como ejemplo de lo que es una belleza natural.


            Después de todas esas producciones en las que su anatomía era su principal carta de presentación, Isela entendió que había que cerrar ese ciclo, y sin mayores aspavientos ella misma se despojó del nombramiento de símbolo sexual. Los adolescentes crecimos y nos convertimos en adultos. Ella fue más selectiva en sus nuevos roles. Se incorporó a la televisión; eso sí, manteniendo ese carácter indómito que siempre la caracterizó, tal vez por eso fue envejeciendo con dignidad, aunque su presencia era respetada dentro y fuera de los foros.





          

  El pasado 9 de este mes la noticia de su fallecimiento nos conmovió. Cuando un escritor deja de existir, se releen sus libros; cuando esto mismo le sucede una luminaria del cine, vuelven a verse sus películas. De su extensa filmografía me quedo con estas cinco que son mis favoritas: La buscona; El llanto de la tortuga; La india; La viuda negra; y La Ley de Herodes.


            Isela Vega seguirá manteniendo ese espíritu de libertad y quienes la admiramos y hasta soñamos con ella, la recordaremos cada vez que las luces se apaguen y vuelva a nosotros el ronroneo del proyector en la sala cinematográfica. Entonces, como un deseo que se materializa volverá a aparecer y sonreirá feliz de vernos entre la multitud.  


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