Cine sin Memoria
José Luis Vivar
Para quienes fuimos adolescente a
mediados de los años setenta del siglo XX, el nombre de Isela Vega era sinónimo
de erotismo y de películas prohibidas a menores de edad. Debido a eso debíamos
sobornar al que recibía los boletos para que nos dejara entrar. La censura que
venía desde que el cine dejó de ser niño para convertirse en adulto; era una
perdurable consigna contra todas aquellas cintas que mostrasen la desnudez de un
cuerpo femenino, como si contemplar la belleza fuera a dañar las neuronas de
quienes empezaban a despertar su sexualidad.
Sin
importar los títulos donde aparecía, Isela Vega disfrutaba mostrar su cuerpo y
al mismo tiempo lucirse como actriz, porque a pesar de lo que se decía o de los
ataques que sufría, era buena actriz, tal vez encasillada como una mujer
devoradora de hombres, o como la pecadora ideal para las mentes conservadoras,
pero una destacada actriz.
Provocadora,
desafió a la sociedad de su época cuando anunció en los medios impresos de
aquellos años que iba a casarse por segunda ocasión con el también actor Jorge
Luque. Esto no tendría nada de malo, pues hacía rato que se había divorciado de
Alberto Vázquez. El problema fue que aseguraba lo iban a hacer desnudos.
Sin
haber redes sociales, durante varias semanas el rumor fue creciendo, generando
morbo y críticas durísimas contra la pareja. Al final todo resultó ser un truco
publicitario; no hubo ninguna boda, la pareja decidió vivir en unión libre, y
la fama de ambos aumentó considerablemente.
Luego
de un día para otro decidió convertirse en conejita de Playboy. Este nuevo
desafío dejó a más de uno sorprendido. A sus treinta y cuatro años se convirtió
en una de las primeras latinas en formar parte de la selecta élite del magnate
estadounidense Hugh Hefner. El ejemplar -hoy difícil de conseguir-, se vendió
por miles, y quedó como ejemplo de lo que es una belleza natural.
Después
de todas esas producciones en las que su anatomía era su principal carta de
presentación, Isela entendió que había que cerrar ese ciclo, y sin mayores
aspavientos ella misma se despojó del nombramiento de símbolo sexual. Los
adolescentes crecimos y nos convertimos en adultos. Ella fue más selectiva en
sus nuevos roles. Se incorporó a la televisión; eso sí, manteniendo ese carácter
indómito que siempre la caracterizó, tal vez por eso fue envejeciendo con
dignidad, aunque su presencia era respetada dentro y fuera de los foros.
El pasado 9 de este mes la noticia de su fallecimiento nos conmovió. Cuando un escritor deja de existir, se releen sus libros; cuando esto mismo le sucede una luminaria del cine, vuelven a verse sus películas. De su extensa filmografía me quedo con estas cinco que son mis favoritas: La buscona; El llanto de la tortuga; La india; La viuda negra; y La Ley de Herodes.
Isela
Vega seguirá manteniendo ese espíritu de libertad y quienes la admiramos y
hasta soñamos con ella, la recordaremos cada vez que las luces se apaguen y
vuelva a nosotros el ronroneo del proyector en la sala cinematográfica.
Entonces, como un deseo que se materializa volverá a aparecer y sonreirá feliz
de vernos entre la multitud.
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