Víctor
Hugo Prado
Plantea
Jorge Jiménez Sólomon, en el artículo Energías limpias y las oportunidades
pospandemia, publicado en la revista Nexos este mes, que la “política energética
del actual gobierno es fortalecer a la industria petrolera nacional para
impulsar a la economía y reducir nuestra dependencia de los combustibles
importados del extranjero”, teniendo razón en ello, “invertir en el sector
energético a nivel nacional puede, en efecto, lograr la autosuficiencia y
promover el crecimiento económico. Sin embargo, la apuesta por la energía fósil
no es el camino”. Seguir apostando a una
nueva refinería a la que tan solo este año se le han aplicado 41 mil millones
de pesos es financieramente inviable. Además de desaprovechar el enorme
potencial del país para la producción de energía limpia.
La
relación de México con el petróleo es muy estrecha, no solo por la existencia
histórica de importantes yacimientos en un sinnúmero de regiones del país y de
sus límites marítimos, lo que generó la relevante presencia de compañías
extranjeras para su extracción y producción. Lázaro Cárdenas tuvo a bien
expulsarlas nacionalizando la industria. El periodo posterior a Cárdenas
conocido como el Milagro Mexicano –por el incomparable crecimiento económico
del país-, posicionó al crudo como el principal contribuyente a las finanzas
públicas. Desde entonces, el lema "el petróleo pertenece a todos los
mexicanos” se ha convertido en parte de la cultura energética de México.
Todavía recuerdo cuando con José López Portillo se descubrieron importantes
yacimientos y surgió la lapidaria frase “preparémonos para administrar la
abundancia”, por cierto, esa no ha llegado.
Regreso
con Jiménez, “México se ha convertido en un país dependiente de los
combustibles fósiles: se estima que el 70 % de la gasolina y casi el 50 % del
gas natural que se consumen en el país provienen de Estados Unidos”. En el
caso del gas natural, la dependencia se explica en buena parte por el bajo
costo de las importaciones. En cuanto al petróleo, una de las razones por las
cuales el país no ha podido alcanzar la autosuficiencia en gasolinas es porque
Pemex opera al 40 % de su capacidad de refinación y es la empresa petrolera más
endeudada del mundo. Y no se diga, saqueada a más no poder por gobiernos,
directivos y sindicato, haciendo más barato importar que producir.
A
pesar de todos estos hechos, el proyecto en Dos Bocas sigue en pie. El rescate
a Pemex, sigue una lógica política más que una estrategia económica. Esta
narrativa de rescate está sustentada en hacer creer al ciudadano común que
existe un problema de seguridad energética, que la dependencia del sector
energético en los combustibles fósiles es parte de una cultura energética
nacionalista de producir y consumir a nivel nacional, en un momento donde la
inversión creciente en el orbe es en favor de energías limpias. En otras
palabras, nuestro país camina hacia el pasado.
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