Pedro
Vargas Avalos
Para
muchísimas naciones, de los cinco continentes del mundo, es muy trascendente lo
que en Estados Unidos se resuelva en materia de migración, pues la meta de
radicar en la tierra del tío Sam es sustancial, ya porque busquen trabajar en
ella, ya porque quieren reunirse con sus familiares que allí viven o porque
sean perseguidos en sus lugares de origen y buscan refugio seguro, e incluso
porque quieren invertir en la potencia estadounidense.
Para
los mexicanos, es mayúsculo el interés en esa materia debido a nuestra
vecindad, lo cual, aunado a los millones de compatriotas que allá han radicado,
más el factor de pobreza, que en la república genera multitudes de aspirantes a
ingresar, tuerto o derecho, al país de las barras y las estrellas, da como
resultado que en 2020 hubiese en nuestro vecino norteño cerca de 37 millones de
paisanos.
La
afluencia es constante y ni leyes, policías o muros la inmovilizan. En menor
escala, pero también creciente e imparable es la migración del resto de América
y otras partes del orbe. Por ello hay a la fecha más de once millones de indocumentados,
así como otros muchos esperando tramitar sus papeles migratorios desde fuera
del territorio norteamericano.
Uno
de los puntos más importantes de la campaña electoral del ahora presidente
Biden, fue el tema migratorio: el mal recordado Trump se había convertido en el
peor enemigo de los emigrantes, y el señor Biden se comprometió a revertir esa
actitud para recobrar el espíritu estadounidense de ser una nación de
emigrantes. Triunfó y ahora en la presidencia procura cumplimentar sus
compromisos.
El
jueves 18 de este mes de febrero, allá en Washington, se presentó al Congreso
yanqui el plan de reforma migratoria que el mandatario y los demócratas,
consideran será el remedio para que por fin esos más de once millones de
indocumentados, logren ser residentes legalizados y en su momento se les
conceda la ciudadanía. Dos legisladores de ascendencia iberoamericana (Bob Menéndez
y Linda Sánchez, cubano y mexicana, respectivamente) se encargaron de realizar
esa tarea, y al parecer todos los demócratas respaldan la propuesta y se confía
que se sumen tantos republicanos cuanto sean el número suficiente para aprobar
la iniciativa.
Los
requisitos y condiciones para que un indocumentado se regularice son muy
accesibles: no tener antecedentes penales y haber ingresado a los Estados
Unidos (EUA) antes del presente 2021. De
ser aprobado ese proyecto, varios grupos que el inefable Trump tuvo a raya como
los del Programa de Acción Diferida llamado DACA, y Estatus de Protección
Temporal (TPS), serían beneficiados de inmediato, lo que sería justo premio por
lo que padecieron durante el anterior gobierno.
Y
si en ese conjunto, ya hay paisanos, en el siguiente será gran mayoría, pues se
refiere a los trabajadores agrícolas que hayan laborado al menos cinco años,
que por ese solo hecho recibirán su “Green Card” o sea su tarjeta de residencia
permanente, con la cual en tres años podrán acceder a la ciudadanía. Recordemos
que para México eso significa mucho, pues además de resolver un problema
social, ayuda a solventar el de orden económico, pues los mexicanos que laboran
al otro lado del Río Bravo, envían a sus familiares que residen en su patria,
nada menos que más de cuarenta mil millones de dólares anualmente: es cifra que
compite con las de turismo o de inversión extranjera directa, superando además
los capitales que malos connacionales exportan a la tierra del dólar, a
sabiendas del perjuicio que infieren a la nación: son apátridas embozados, y
por tanto insensibles a la solidaridad nacional.
En
aquel grupo de beneficiados, (volviendo a nuestro tema de los indocumentado).
De igual manera se incluye a quienes hayan prestado servicios o mano de obra en
infraestructura esencial; se acelerarían los casos de aquellos que tienen parientes,
y el de parejas mixtas (cuando uno tiene Green Card y el otro nada) que en
estos tiempos son muy comunes.
De
especial relevancia en este proyecto de ley migratoria, se contempla prohibir
deportaciones de quien esté tramitando su regularización, así como eliminar la
sanción de 3 a 10 años que se aplica a los que han vivido irregularmente en
EUA. Aquellos, por el solo hecho de sus trámites para documentarse, recibirán
permiso para trabajar en tanto se desahogue su petición regulatoria.
Complementan
ese esperado plan migratorio del mandatario demócrata estadounidense, la
flexibilización para las peticiones de asilo, de víctimas de violencia
doméstica, de testigos en hechos judicializables y para familiares de
ciudadanos cuando aquellos residen en el extranjero.
En la
república mexicana y muy especialmente en Jalisco y entidades limítrofes, no
hay población que no registre enorme número de “norteños”, como se designa a
los paisanos que se van a trabajar (con papeles o sin ellos) a EUA. De allí lo
importante para nosotros que se apruebe esa iniciativa.
El
primer mandatario mexicano se expresó muy positivamente de esa propuesta de
Biden, coincidiendo con éste en que ojalá se apruebe pronto, ya que como afirmó
el flamante inquilino de la Casa Blanca, “es urgente devolver la justicia, la
humanidad y el orden” al sistema de inmigración de Estados Unidos, la tierra de
Lincoln, el inmortal prócer de la libertad.
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