Alan
Arenas
“Chiras
pelas”, “dos, pata y coz” y entre otras son expresiones que han quedado casi en
el olvido. Pocos recuerdan las reglas de los juegos tradicionales, los juegos
de patio, esos que podías jugar en el barrio durante las tardes después de
hacer tus responsabilidades.
Aunque suene melancólico se extrañan esos
juegos, y digo se extrañan porque, no sé ustedes, pero últimamente las actuales
generaciones desconocen muchos juegos que anteriormente era de cajón jugarlos:
como el “Burro castigado”, “Stop”, “Chinchi legua”, “Shangai”; o que tal jugar
con el siempre confiable “dispara fichas”.
La inseguridad ha sido responsable
de que las calles y que los espacios públicos estén olvidados; sin embargo, la
tecnología es también parte fundamental que estos juegos de convivencia estén a
punto de desaparecer.
La modernidad ha sido el sinónimo de
buscar el confort del ser humano, ante todo. Cada paso que da la tecnología
hace que el individuo gaste menos recursos corporales y mentales para realizar
una tarea. Incluso en su vida lúdica ha sido invadida en este aspecto, utilizando
como herramienta primordial espacios digitales con menos complejidad de
destreza e intelectual.
Aplicaciones que se instalan en los
dispositivos móviles que habitúan al cerebro a una retención a corto plazo y
poca concentración, ya que sus contenidos no duran más de un minuto (ya sea
lectura o videos) y con contenidos virales que realmente no vale la pena ni
hablar de ellos ya que no son nada sustanciales para el desarrollo cognitivo.
Todo lo anterior causa que las
nuevas generaciones (nunca pensé usar esta expresión en un texto) se olviden de
juegos donde impliqué levantarse de la cama o del sofá, y mucho menos
despegarse del mundo digital. Incluso para muchos es casi quitarles la vida,
pues están tan inmersos en la vida digital que esta es una parte vital para
ellos.
Por ello muchos promotores de
cultura, gestores y promotores de cultura ha usado como estrategia para
restaurar el tejido social el uso de los juegos de patio, con el fin, no sólo
de evitar que queden olvidados, sino para rescatar espacios públicos y bajar de
esta manera los índices de violencia, así como la apropiación de ellos.
Aunado a que se muestra otra cara de
la variedad de juegos alternos a los digitales y propiciar de esta manera que las
nuevas generaciones no sean absorbidas por los contenidos banales que pueden
ser de fácil acceso con el simpe hecho de tener un dispositivo en sus manos.
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