Podemos
partir del concepto de cultura, la cual es definida según Marvin Harris
(1927-2001)
como:
“el conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquiridos
de los miembros de una sociedad, incluyendo sus modos pautados y repetitivos de
pensar, sentir y actuar (es decir, su conducta).
Y
la contraparte de esta redacción viene siendo la palabra educación, a la cual
hacemos referencia a la opinión de Piaget: “Es forjar individuos, capaces de
una autonomía intelectual y moral y que respeten esa autonomía del prójimo, en
virtud precisamente de la regla de la reciprocidad.” (Publicado en “Educación”,
2016)
Y
ahora; haciendo una reflexión tomando en cuenta ambos conceptos y lo que
acontece en la vida cotidiana, tomando opiniones de aquí y de allá, de la vida
cotidiana, nos podemos percatar que algunas personas se quejan de otras por su
manera de actuar, cuando esto sólo es resultado de la influencia contextual en
la que se desenvuelve el individuo, es el resultado de lo que se va aprendiendo
desde el primer núcleo social en que se vive, que viene siendo la familia.
Cuando el personaje amplía los espacios de convivencia, va reconociendo otras
ideas, vive más experiencias con las que combina una y otra influencia y forjar
su particular manera de actuar ante la sociedad en la que se desenvuelve.
La
cultura no es exigente, permite al individuo conducirse con base a las
convicciones que el medio le ofrece, pudiendo conformarse con ello,
considerándolo una “verdad absoluta”, la que es difícil cambiar si la persona
no tiene interés en ello, si acepta la comodidad de lo que conoce y limita la
apertura hacia nuevos paradigmas.
En
cambio, la educación, como lo señala la aportación de Piaget y muchos autores
más, invita, ofrece la oportunidad y hasta exige a quien se acerca a ella, la
búsqueda de la superación, adquirir más conocimientos que le ayuden a
convertirse en una persona más plena, aprovechando sus capacidades y
habilidades y saliendo del conformismo. Se requiere reconocer un paradigma
sobre algún aspecto, el cual, con el paso del tiempo debe de evolucionar,
aceptar y procurar la aprobación de la evolución del mismo individuo, la
ciencia, tecnología, mejoras investigativas que favorecen su desarrollo
personal inconcluso de manera permanente.
La
educación favorece en el individuo la búsqueda de una mejora constante en
cualquier aspecto, debe de encaminarnos a una mejor realidad de la que cada
quien se encuentra, en cambio, la cultura hace énfasis en las tradiciones,
costumbres y estilos de vida, como se menciona con anterioridad, pero éstas en
su mayoría deben de respetarse tal y como están, por tener un valor muy
estimado por las personas de generaciones más ancestrales, porque dan sentido a
los orígenes de nuestra vida y hasta en cierto punto, las encontramos como
parte de la educación misma que encierra la historia, definida por la geografía
o la formación cívica, ética y social en general. Pero, cuando estas costumbres
limitan el avance y progreso de las personas y de una sociedad en general, es
cuando ya no son convenientes y parece que nada tiene que ver con la educación.
Como
ejemplo complementario se me ocurre hacer alusión a los casos en que una
cultura específica tiene como tradición que las mujeres no estudien, no se
superen y sean consideradas objetos de compra venta; nos podemos dar cuenta
como obstruye el progreso de un grupo de la sociedad y muchas de ellas aprenden
a conformarse, a aceptar que así está bien y no hay visión para el cambio.
Pero, cuando la educación aparece en estos ámbitos, surge la rebelión, el
interés del cambio, de los que se conocen muchos casos y se convierte en una
inquietud la búsqueda del cambio y se vuelve necesidad.
En
muchos casos en que la conjugación de cultura y educación se han podido
combinar acertadamente, han sido frutíferos los aciertos y favorecen el
progreso de la persona, la integración a su sociedad sin desdeñar su cultura.
Pero, cuando no hay visión ni conocimiento de nada más que el limitado espacio
que se conoce, parece que la educación no tiene cabida y es difícil que se
relacionen de una manera positiva.
Suele
suceder que haya de trasfondo muchos aspectos en juego; como los medios de
comunicación, que, a pesar de toda la apertura actual, en muchos lugares no se
accede a ellos por cuestiones económicas, políticas, sociales y hasta
religiosas. El acceso a la educación formal, ya que la cobertura de la misma,
en zonas muy alejadas sigue sin fungir como debiera y en muchos aspectos predomina
la ignorancia y el conformismo.
Por
eso, cuando alguien se comporta mal, demostrando que se rige con determinados
valores, suele ser que sea por el efecto cultural y cuando irrumpe o participa
en ello la educación, no siempre son los mejores, ya que se recibe la
influencia del personaje que funge como instructor educativo y en recurrentes
ocasiones, los hábitos y valores compartidos o que se pretende enseñar al
educando, se oponen a lo que su cultura de origen le ha enseñado y debe de
actuarse con respeto y sutileza.
Por
todo ello, podemos reafirmar que a pesar del estrecho vínculo, la educación y
la cultura no son sinónimos.
*Asesora
en el Centro de Actualización del Magisterio de Ciudad Guzmán.
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