Juan
José Ríos Ríos
Mucho
se ha y hemos comentado acerca del grave problema que se vive todos los días en
y por las calles y avenidas de Ciudad Guzmán, en donde inciden el transporte
urbano, taxistas, conductores particulares y de empresas que otorgan servicios
de entrega a negocios y a las empresas; como el de agua en garrafón, bebidas,
gas doméstico, de carga y hasta de pasaje foráneo, a lo que se suma el
creciente número de motociclistas y ciclistas circulando, muchos de ellos de
manera irresponsable y generadores de la mayor parte de los accidentes viales,
algunos de ellos fatales.
Es casi pan de todos los días el que
haya un accidente en donde se vea involucrado un conductor de auto o camión con
un motociclista, que la mayor de las veces es el que la lleva de perder y, en
más de una ocasión, por la forma tan imprudente como se conducen en sus
frágiles, sí veloces, medios de locomoción. Uno más de esos accidentes ocurrió
la mañana del martes cinco de enero por la Avenida Juárez, casi en las
cercanías del Hospital San Vicente; la víctima una persona que circulaba en
moto que, tirado en el piso, pero con vida, esperaba el arribo de una
ambulancia o cualquier otro medio que lo auxiliara para su retiro del piso para
su tratamiento.
En éste y otros casos similares, son
dos las víctimas; tanto el que rueda por el piso como el que lo hizo rodar.
Alguna de las veces es imprudencia o impericia del conductor del coche o camión
pero, las más de las veces; por la forma tan irresponsable como su conducen
algunos motociclistas. No miden el peligro, circulan a exceso de velocidad
donde los límites establecidos van de los 30 a 40 kilómetros por hora, los hay
que rebasan, cuando menos el doble, de estas medidas impuestas precisamente
para el tránsito un tanto más seguro de todos.
Hay tanta imprudencia rodando en las
calles que es muy frecuente ver conductores de autos y motos manipulando o
hablando por teléfono celular. Los hay que, en moto, llevan hasta tres o más
personas arriba, sin equipo de protección, incluso hasta sin luces, eso sí,
traen escapes tan ruidosos que rebasan en mucho los decibeles establecidos para
transitar en la vía pública, todo ello sin que nadie les llame la atención.
Sabemos que es imposible para las
autoridades estar al pendiente de unos y otros, pero tal parece también que se
conforman con asistir al lugar de los accidentes para aplicar sus conocimientos
y lo que la ley al respecto establezca respecto a las responsabilidades en que
incurran los actores del hecho. Ante ello, se requiere que las autoridades
realicen campañas permanentes de educación vial, que se recurra a los
empresarios o negocios que prestan servicios de entrega a domicilio a través de
motociclistas para que, lejos de llegar a tiempo, lleguen y regresen sanos y
salvos a sus trabajos y a sus hogares.
También que se haga cumplir el
Reglamento de Movilidad. Es práctica común de motociclistas y ciclistas
zigzaguear entre los vehículos para ganar paso. De igual forma, y lo más común,
que se vayan hasta la punta de una fila que espera el siga en los semáforos,
cuando, como vehículos, debieran también hacer fila, respetando y respetándose
con ello, a los demás y su propia integridad física. Estas medidas sólo las
puede aplicar y hacer cumplir el área competente de la administración
municipal, al igual de mantener un sistema de semáforos operando bien, donde
los hay, de otra manera el peligro será latente y tal vez mayor cada vez,
porque el número de vehículos aumenta día con día, año con año, y muchos de
ellos son conducidos por personas inexpertas y muchas de ellas hasta
imprudentes. La pregunta es… ¿Hasta cuándo?
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