Víctor
Hugo Prado
Desde
marzo del 2020 las escuelas del país han permanecido cerradas. En su defecto, la
apertura ha sido mínima y sólo para realizar algunos trámites administrativos insalvables,
para la realización de alguna práctica de laboratorio o taller que no puede
hacerse desde casa o porque los alumnos, con limitado número de ellos simultáneamente,
asisten a actividades de nivelación y asesoría.
Mancera,
Serna y Barrios (2020) en un artículo publicado en el blog de educación de la
revista Nexos, nos ilustran afirmando que “la pandemia ha dejado una huella sin
precedente en materia educativa. En el
caso mexicano más de 35 millones de estudiantes y dos millones de docentes se
vieron súbitamente privados del espacio escolar que es el lugar educativo por
excelencia, obligando a la búsqueda de un replanteamiento rápido sobre cómo dar
continuidad al quehacer educativo”.
Nos
muestran como la educación a distancia adquirió una relevancia que quizás nunca
había tenido. Caracterizándola, porque no requiere de la presencia de
estudiantes y docentes en un mismo espacio. En las décadas recientes, las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han ganado un lugar cada
vez más relevante en la educación a distancia. Las TIC tienen ventajas sobre
otros medios porque ofrecen comunicación bidireccional instantánea, en audio,
video y datos. Asimismo, señalan “a diferencia de los medios tradicionales, las
TIC permiten el acceso a contenidos prácticamente ilimitados, conversaciones
virtuales entre múltiples personas, herramientas diversas y el procesamiento
remoto de datos, entre otras ventajas. Por todas estas razones, no sorprende
que ahora la educación a distancia se asocie con las TIC”.
En
la circunstancia actual, donde el improbable regreso a clases establecido para
el 25 de enero, se ve lejano. Por tanto, la pandemia seguirá obligando a
maestros y alumnos a seguir trabajando a distancia. No está mal para muchos de
los alumnos y maestros que en tiempo record han tenido que aprender sobre
plataformas digitales y recursos tecnológicos para el aprendizaje, lo que en
lustros no habían podido. Lo grave es que quienes tengan un mayor acceso a las
TIC estarán en una ventaja sobre quienes tienen menor acceso. La pandemia
mantendrá su efecto adverso a la igualdad de oportunidades. La denominada
brecha digital está, sin duda, ligada a la añeja desigualdad del país, el
efecto en los aprendizajes logrados lo habremos de comprobarlo cuando la
evaluación de éstos se lleve a cabo mediante pruebas estandarizadas nacionales.
Por lo pronto, a seguir trabajando con el amor y la pasión que ha caracterizado
a los profesores, pese a las dificultades sanitarias, tecnológicas, de
contenidos, familiares y espaciales que conlleva el trabajo educativo en
casa.
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