Cine sin Memoria
José Luis Vivar
En la cultura estadounidense es
común escuchar de que muchas personas tienen esqueletos escondidos en sus
armarios. Esto hace alusión a quien tiene faltas morales graves, o incluso
crímenes de los que nadie sabe, pero que por un descuido llegan a ser descubiertos,
y sufren las consecuencias.
Esta clase de individuos padecen el desprestigio social, y en ocasiones van a la cárcel para purgar una condena por lo que mantuvieron en secreto durante muchos años. En este sentido se aplica el refrán que dice la Justicia llega; tarde, pero llega. Aunque lo más lamentable es cuando el delito se descubre, pero el culpable no puede ser llevado a juicio porque está demasiado viejo, o está muerto.
Durante
los años cincuenta y sesenta la vida en los suburbios de la unión americana
vivía una época de prosperidad, aunque fuera de sus fronteras librara guerras
intervencionistas como la de Corea y más tarde la de Vietnam. Es precisamente a
mediados de la década de los sesenta cuando Cathy Holm, una muchacha de 22 años
recién casada, acude a una clínica de inseminación en la Vegas. Allí conoce al
Dr. Quincy Fortier a quien le confía que no ha podido quedar embarazada. El
ginecólogo le garantiza que con su método podrá hacerlo.
Y
en efecto, meses más tarde Cathy da a luz a una hermosa niña a quien dan por
nombre Wendi Babst. Hasta ahí todo parece algo normal, algo que sucede todos
los días con todas aquellas damas que tienen problemas de fertilidad. Así, que
la vida de la pequeña transcurre hasta que se convierte en adulta, trabaja para
la policía, es detective privado, y un día consigue un estuche de ADN portátil
y se hace una prueba para conocer su secuencia genética.
Baby God (Dir. Hannah Olson, 2020) es un
documental de HBO que muestra los alcances de un hombre que se sintió un ser
todo poderoso, una especie de dios que embarazó a cientos de mujeres de todas
las edades -algunas fuentes señalan que fueron miles-, sin su consentimiento, en
las instalaciones de su famosa clínica.
La
travesía que hace Wendi por toda la unión americana en busca de otras víctimas
la lleva a descubrir que el mencionado ginecólogo fue llevado a tribunales por
esos mismos delitos, y que abusó sexualmente de sus hijos reconocidos. Más que
tener esqueletos en el armario, los secretos del Dr. Fortier son monstruosos,
condenables, lo malo es que ya no está en este mundo, solo quedan algunos de
sus colaboradores.
El
documental de Olson presenta a los protagonistas en sus lugares de origen, y
deja que sean ellos mismos quienes cuenten su historia. El parecido físico
entre alguno de ellos es muy semejante, y salen a relucir detalles de su forma
de ser, de sus gustos y de sus habilidades.
Pero
en el fondo está la decepción que sienten por saberse producto de la simiente
de un hombre sin escrúpulos. Más que justicia, lo que esperan es comprensión,
no de la sociedad sino entre ellos mismos, por eso se buscan y se identifican.
El trabajo de Wendi continúa y quien sabe por cuánto tiempo más, porque cada
día aparecen nuevos hermanos y hermanas.
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