domingo, 13 de diciembre de 2020

Partici-Pasiones. La ruta de un clásico zapotlense



 

Los conjurados


 

 Ricardo Sigala

 

 

Es la noche del miércoles 13 de diciembre de 1989 en la ciudad de Guadalajara. El salón se ha adaptado para la ocasión, se distribuyen sillas y una mesa al frente. Tres personas presiden: Sergio Ruiz Lacroix, el anfitrión, Juan José Arreola, presentador del libro, y Vicente Preciado Zacarías, autor. La sala está llena: lectores, personas que hicieron el viaje desde Ciudad Guzmán, periodistas... La sala, que es relativamente grande, está cubierta en todas sus paredes por vitrinas, y en ellas, alineados, un sinfín de trofeos. Parecerá extraño pero la presentación se realiza en una famosa sala de trofeos. Según la antigua tradición griega, el trofeo es un montículo que se conforma con los restos del enemigo para celebrar una victoria. Vicente Preciado Zacarías celebra la publicación de su primer libro literario. Sólo él sabe lo que le ha costado construir ese montículo, ese libro es para él una victoria.



El martes 12 de diciembre de 1989 el periódico El Informador de Guadalajara había publicado, en su sección Galerías, una nota en la que anunciaba la presentación del libro Partici-pasiones de Vicente Preciado Zacarías, se realizaría al día siguiente en la Sala de Trofeos del Club Guadalajara. Una presentación de un libro de ensayos literarios en un club deportivo es algo inusual, también resulta inusual que fuera publicado por Ediciones Cuéllar, sello especializado en libros de texto del área médica. En realidad, esa era la casa editorial de Vicente Preciado, desde hacía catorce años ahí había publicado su Manual de endodoncia: guía clínica, que había logrado seis ediciones y se había distribuido en diversos países de América Latina. Vicente Preciado Zacarías estaba dando su primer paso al mundo de la literatura, y ahí iba a continuar toda su vida.


Más allá de los de Juan José Arreola, hay unos cuantos libros que en el sur de Jalisco se editan con cierta regularidad a través de los años y son parte de nuestro más papable patrimonio literario. Los dos ejemplos más evidentes son La hija del bandido o los subterráneos del nevado de Refugio Barragán de Toscano y Zapotlán de Guillermo Jiménez, aunque la primera con muchas más ediciones que la segunda, ambos siguen siendo consumidos por los lectores de la región a pesar del paso del tiempo. Partici-Pasiones pareciera estar llamado a ser parte de esa tradición, pues a más de tres décadas de su aparición sigue apareciendo en las librerías y sigue siendo leído y referenciado.  

 

DOS GRANDES LECTORES DE PARTICI-PASIONES

 

En algún momento Vicente Preciado le entregó a Fernando Carlos Vevia Romero, profesor de la antigua facultad de Filosofía y Letras y Maestro Emérito, un ejemplar de Partic-Pasiones. Vevia lo leyó con tal entusiasmo que a medida que recorría sus páginas hacía anotaciones, en ellas nos desvela muchos de los atributos de la prosa del maestro Preciado. Esas notas estuvieron guardadas, se mantuvieron en la intimidad del lector entusiasta, hasta que en 2016 fueron incorporadas en la tercera edición del libro. En él encontramos aseveraciones como las que las que siguen: “El placer de sumergir las manos en esta suave masa poética”, para referirse a la prosa y la textura verbal de los textos; o bien cuando habla de la personalidad literaria de su autor escribe: “De mil maneras el autor se declara modestísimo seguidor o discípulo y amigo de Juan José Arreola, además de paisano y adorador de Zapotlán. Pero su escritura es distinta, y en su modo de enfocar los temas no debe nada a nadie. Llega en soledad a sus propias cumbres y son de gran altura”.  También destaca la sonrisa de Preciado: “Descubre también el agradecido lector un suave humorismo, olor a humorismo podríamos decir, que flota por la sobrehaz del texto, dejando un regusto a tristeza noble y varonil”. Estas palabras de Vevia constituyen una carta de ciudadanía en la República de la Letras para Vicente Preciado Zacarías.


En la citada presentación de 1989 estuvo presente la escritora Hilda Morán del Castillo, ella publicaría en la edición de El Informador del 20 de diciembre una nota al respecto. Gracias a eso podemos recuperar algunas palabras que Juan José Arreola dijo del libro: “Partici-Pasiones busca nivelar espíritus en el tiempo, y en un momento dado conocemos todos a Cervantes, a Tolstoi, a Kafka, encontrando la participación de nuestras pasiones de lector –lo cual es muy importante– porque hay de aquel que se queda con lo que lee y no lo distribuye. Nadie podrá quedar tranquilo si se queda sólo con los frutos de la lectura, hay que ser distribuidor ferviente todos los días de lo que se va descubriendo de verdad probable y de belleza. Y he venido aquí como lector, por ese azar de lecturas desordenadas, pero que, sin embargo, en el espíritu, encuentran un orden que está más allá de la razón”. Sin bien Vevia destaca la condición de escritor de Preciado, Arreola se fije en él como un lector. Quienes conozcan al maestro saben que su vida y su persona se explican desde los libros, sus recuerdos se anclan en un libro, sus viajes, sus amores atracan en un autor, en un poema, en un volumen perdido en el tiempo. Pero la idea de Arreola no se detiene en el lector, sino que se cristaliza en “distribuidor ferviente” de sus descubrimientos de lector, esa gran generosidad que el autor de Partici-Pasiones encarna.


            Vicente Preciado dijo en esa ocasión, como lo ha repetido en otras ocasiones, que comenzó a publicar en los periódicos de Ciudad Guzmán por exhortación de Arreola, quizás como una forma de dar salida a la gran cantidad de información que le compartía en sus charlas cotidianas, de poner orden la espontaneidad de la conversación casual. Preciado comenzó a publicar sus artículos en 1983, seis años más tarde recopiló 58 de esos textos y conformó el volumen, previamente revisado por el maestro. Así nació Partici-Pasiones.


El libro cuenta con 56 breves ensayos y dos prosas poéticas que hacen las veces de frontera del libro, son la entrada y la salida. El primero se titula “Parábola” y el último “Alegoría”, el primero es una lamentación por lo no logrado, por lo previsto, es una mirada al pasado que identifica las faltas; en tanto que el segundo mira al futuro y vislumbra el momento en que las cosas fútiles y triviales de la vida ya no nos agobiarán como una carga inevitable. No tengo dudas en afirmar que estos dos textos constituyen una muestra de la más alta poesía que se escribió en Zapotlán en las últimas décadas del siglo XX.





En el primer ensayo del libro Preciado evoca un encuentro con Rosario Castellanos en Caracas, en él asegura que la escritora mexicana le dejó como enseñanza el concepto de la inevitabilidad, primero aplicado a la música de Beethoven, y luego a Arreola, para referirse que en la obra de ambos autores cada nota o cada palabra son imprescindibles en su conjunto y por lo tanto son inevitables. Un guiño de la maestría de Preciado cierra el texto repitiendo un par de veces la frase “la inevitabilidad de Arreola”, anunciando que es Arreola justo un leit Motiv de su obra, ese tema que va y viene, que subyace o se manifiesta claramente.

 

EL LIBRO, LOS LIBROS

 

Todo libro es muchos libros, en el caso del que nos ocupa no sólo no es una excepción, sino que lo ratifica abiertamente.


El libro fue editado por Editorial Cuéllar en el año 1989. Su título original Partici-pasiones fue tomado de la columna que Vicente Preciado Zacarías escribía semanalmente en La voz del sur de Ciudad Guzmán. El neologismo nos sugiere algo que ocurre en el proceso de lectura, el lector participa de las pasiones del autor, viajes, libros, música, poemas, teólogos, la infancia, el lugar de nacimiento, la amistad y la relación pupilo-maestro, entre muchas otras pasiones. En ese sentido el libro es un objeto de comunión, cuando menos lo espera el lector a echo suyas las pasiones del otro.


Para el año 2000 el libro se publica por segunda vez, ahora con el título Brevensayos, en esta ocasión lleva el sello de la Universidad de Guadalajara, bajo el auspicio del Centro Universitario del Norte. Si en la edición anterior el autor nos convocaba, con el título de su libro, a participar de sus pasiones, ahora el mensaje se centra en la forma de expresión. El volumen se define a partir del ensayo, ese género basado en la búsqueda, la reflexión, la especulación, en la exploración del que quiere entender las cosas que lo rodean, no del que sabe, sino del que aspira saber. El libro se renombra y se resignifica, el apasionado lector y escritor que es Vicente Preciado ahora se muestra también como un explorador, el sujeto que hurga en todo lo que está a su alcance. Otra gracia que tiene el libro y este nuevo título delata es la inclinación, la afortunada inclinación, por la brevedad, estos textos son miniaturas, piezas de relojería que unen la concisión con la exactitud. Es impresionante cómo puede caber tanta y tan valiosa información en tan poco espacio, dos o tres páginas, pero aun más que se presente con tanta precisión, nada en los textos de Preciado parece estar de más.


En 2016 Puertabierta Editores lo reedita bajo con el nombre de Ficcionario. La edición anterior se declaraba parte de la tradición literaria, el ensayo. Ahora el autor va más lejos en su propuesta y opta por una declaración inesperada, pero por lo mismo rica en connotaciones. Se pasa del ámbito del ámbito de la realidad al de la ficción. Lo primero que evoca el nuevo título es una antología de Jorge Luis Borges que estuvo a cargo de Emir Rodríguez Monegal. Borges es la celebración de la imaginación y de la creatividad, Borges es uno de los autores socorridos por la dupla Arreola-Preciado, Borges hizo jugadas plenas de provocación al diluir las fronteras del cuento y el ensayo, de la realidad y la ficción. El maestro Preciado Zacarías hace una declaración de fe y una declaración identitaria para su obra. Aquel hombre de ciencia que en 1989 se atrevió a publicar un libro de ensayos literarios y lo presentó de la mano de Juan José Arreola, ahora se proclama como un ente que encuentra su mejor espacio en la ficción. La literatura había hecho su labor y el maestro lo sabía. 

 




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