Los
conjurados
Ricardo Sigala
El 14
de octubre se estrenó en la plataforma de Netflix el documental “Las tres
muertes de Marisela Escobedo”, del director Carlos Pérez-Osorio. A pesar de que
se trata de una historia que en apariencia algunos conocíamos, pues pudimos
seguirla en los medios entre los años 2008 y 2010, el documental no deja en
ningún momento de parecer revelador, tanto por el trabajo de investigación y
documentación como por el acertado tratamiento narrativo del director.
Las
tres muertes a las que se refiere el título son dos reales y una simbólica, la
primera es el asesinato de Rubí Marisol Frayre, de 16 años, en manos de su novio
Sergio Rafael Barraza; la segunda es simbólica y se refiere a la sentencia del
juez en la que declara inocente a Barraza, a pasar de ser un asesino confeso;
la tercera muerte es el asesinato de la madre de Rubí, Marisela Escobedo justo
en la puerta del palacio de gobierno de Chihuahua cuando se manifestaba en
busca de justicia.
Como
el nombre del documental lo expresa, la protagonista de esta historia es
Marisela Escobedo, la madre que exigen justicia ante el asesinato de su hija.
Marisela Escobedo se enfrenta primero ante la indiferencia de las autoridades,
después ante su ineptitud y por último ante su deliberada corrupción y
vinculación con el crimen organizado. En los más de dos años que duró la lucha
de Marisela Escobedo en busca de justicia, evidenció estos y más vicios por
parte de la policía, el sistema de justicia y el mismo poder ejecutivo. Ella se
convirtió en una pionera de las madres que buscan a sus hijas desaparecidas, en
todo tipo de lugares, desde los prostíbulos, por el riesgo de la explotación
sexual, hasta las fosas clandestinas. También Marisela logra, en varias
ocasiones, hacer la investigación para localizar a Barraza, primero en su
calidad de presunto asesino, y después en su condición de prófugo. Ella hizo
ver mal a las autoridades tanto de Chihuahua como de Zacatecas cuando reconocen
que el asesino de su hija está fuera de sus posibilidades porque es miembro de
los Zetas y ni la policía ni el gobierno pueden hacer nada al respecto.
Marisela
Escobedo además tuvo el acierto de hacer visible su lucha, de manera casi
cotidiana organizó marchas, primero en Ciudad Juárez, y después en caravanas
que recorrieron el territorio nacional hasta llegar a la Ciudad de México. Era
la época en que en todo el mundo se hablaba de las muertas de Juárez, pero
también eran tiempos en que no se hablaba de feminicidios. Ella se convirtió
pues en el emblema de la búsqueda de justicia de las mujeres asesinadas en
México.
La
evidencia más contundente del documental “Las tres muertes de Marisela
Escobedo” es que en México es imposible obtener justicia, que la impunidad es
un destino natural y que vivimos en un Estado fallido. Desgraciadamente la
situación no ha cambiado en nuestro país, por el contrario, ha empeorado. El
INEGI dice que cada día mueren 10 mujeres de forma violenta que el 97% de los
casos no se resuelven. Hoy en día las mujeres desaparecidas, violadas,
asesinadas no son anécdotas de nota periodística que remita a Ciudad Juárez,
hoy en día las mujeres que desaparecen, que violan y asesinan están en nuestra
propia ciudad, son amigas o parientes de nuestros amigos o conocidos.
He
leído y escuchado comentarios en el sentido del atrevimiento de Marisela
Escobedo, que no debió arriesgarse, que no debió exigir a las autoridades, que
no debió manifestarse, que no debió evidenciar la corrupción presente y los
diversos niveles del Gobierno. Esto es en verdad preocupante pues en un Estado
democrático las acciones que realizó Marisela Escobedo son las que debe hacer,
y que de hecho hace, cualquier ciudadano con consciencia y responsabilidad
cívica.
Todo
sistema de gobierno, todo sistema justicia debe estar fundado en una
inteligencia, en el caso de nuestro país, como diría el filósofo español
Antonio Marina, se trata de una inteligencia fracasada, que es una forma
eufemística de llamar a la estupidez.
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