Los
conjurados
Ricardo
Sigala
Francisco
Brines tiene 88 años y está enfermo. Hace 25 años que se retiró a vivir a su
casa de Valencia, en la costa del Mar Mediterráneo, ahí resguarda su biblioteca
con 30 mil ejemplares, también ahí hizo su fundación que lleva su nombre que
tiene el propósito de promover la poesía. Nació en 1932, la crítica literaria
lo incluye en la Generación de los Niños de la Guerra, también conocida como
Generación de los 50, ese grupo escritores que siendo niños vivieron la Guerra
Civil y en su adolescencia la posguerra. En todo caso es uno de los pocos
sobrevivientes de ella, y fuera de España ha sido uno de sus miembros menos
conocidos.
En 35 años, entre 1960 y 1995,
publicó siete libros de poesía, lo que hace suponer un promedio de cinco años
entre uno y otro, aunque en la práctica algunos de sus poemarios distan entre
sí 9 o 10 años. El número de premios importantes que ha ganado por su obra
poética, ya suman un total de 10, es superior al de sus libros. Entre esos
premios se encuentran los más prestigiosos de la lengua española: El Premio de
la Crítica, el Nacional de Literatura, el Nacional de las Letras Españolas, el
Internacional de Poesía Federico García Lorca, el Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana, y el que se ha anunciado este lunes 16 de noviembre, el Miguel
de Cervantes, del que se dice es el Nobel de la lengua española.
Es el único miembro de su generación
que no escribió poesía social, por el contrario, su obra es definida como
intimista, ejerce lejos de las vicisitudes de la política y de los intereses de
las masas, vuelve su mirada al sujeto que se enfrenta ante el misterio del
mundo y de la vida, recordemos un par de veros de su poema, “Conversación con
un amigo”:
“Hay
momentos del hombre en que le duele
Amar,
pensar, mirar, sentirse vivo”
También
se le conoce como el poeta que regresa a la infancia, como aquel paraíso
perdido en el que no existía la muerte, como un eco de los versos del poeta
portugués Fernando Pessoa. Otro de sus rasgos distintivos es su inclinación por
la muerte, con frecuencia se le define como un autor elegiaco, un ejemplo de
esto es su libro más reconocido y celebrado: El otoño de las rosas de 1987, por
el cual recibió el Premio Nacional de Poesía, y su poema titulado “Reencuentro”
que ahora cito:
He
bajado del coche
y el olor
de azahar, que tenía olvidado,
me
invade suave, denso.
He
regresado a Elca
y
corro,
no sé
en qué año estoy
y han
salido mis padres de la casa
con los
brazos abiertos,
me
besan,
les
sonrío,
me
miran
–y
están muertos–,
y de
nuevo les beso.
Otro
rasgo definitorio lo apunta Ariadna G. García en su Antología de la poesía
española, dice: “el tema del amor homosexual aparece en su poesía con
naturalidad, en una búsqueda incesante de la Pureza”.
He
hablado de los siete libros de poesía de Francisco Brines, pero su obra en
realidad es más amplia, ha publicado varias decenas de volúmenes de ensayo y
antologías personales, también ha sido profesor en universidades
norteamericanas y es miembro de Academia de la Lengua Española. Los escritores
que lo conocen hablan de la importancia de su obra, pero enfatizan también al
ser humano que navega en aguas calmas, que no busca el reconocimiento ni los
reflectores. Lo que quiere decir que su vida discreta y humana también forman
parte de su obra. No en vano Ángeles Gregori, la directora de la fundación que
lleva el nombre del poeta, ha dicho que su obra es “una escuela de tolerancia”,
“una forma de abrazo al otro”.
Francisco Brines recibirá el Premio
Miguel de Cervantes el próximo 23 de abril en el Paraninfo de la Universidad de
Alcalá de Henares de manos del Rey de España.
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