Sandra Gómez
Estimado lector, he hablado de sueños “locos”, hoy
quiero escribir acerca de las pesadillas.
Se relaciona a una pesadilla con aquellos sueños que en la etapa REM nos
atemorizan, para niños menores de diez años se consideran normales, pero se
presentan a cualquier edad. Sus causas más comunes se deben a una enfermedad
subyacente por ejemplo los delirios cuando se tiene fiebre. En la niñez es una parte
de miedo, o bien experiencias individuales o efectos secundarios es normal del
proceso del desarrollo. Las causas incluyen la revisión de películas de terror
y las lecturas de miedo. Asimismo, el estrés la presión o tensión que se
origina en una situación exigente, puede ocasionar pesadillas y el origen es
físico emocional o psicológico.
Una situación límite como el trastorno de ansiedad, que es un trastorno de salud mental
caracterizado por sentimientos de preocupación, ansiedad o miedo pueden tener
como síntoma a las pesadillas, que ponen
de manifiesto que esa persona en estado consciente tiene una preocupación
excesiva y en consecuencia pensamientos intrusivos.
El trastorno por estrés
postraumático, se caracteriza por la imposibilidad de recuperarse después
de experimentar o presenciar un evento de gran impacto. Algunos de sus síntomas son las pesadillas, los
pensamientos intrusivos y la anhedonia (que es la incapacidad de experimentar
placer sexual y llegar al orgasmo).
Además, el abuso
de sustancias como el alcohol y/o drogas puede ocasionar pesadillas.
Cuando hablamos en sentido figurado, hacemos referencia
a algo que vemos venir y que no deseamos, pero que estamos conscientes de que
sucederá en cualquier momento y no lo aceptamos, luego entonces decimos que nuestra peor pesadilla se ha cumplido.
Experimentamos una emoción tal que nos genera ansiedad antes y después del
evento de impacto. En este caso a la MUERTE de un ser querido.
El COVID-19, ya nos andaba rondando, pero el pasado 15
de noviembre se llevó a mi tía María del Sagrario. Algunos conocidos y
familiares describían a la enfermedad como tener una cruda de cinco días,
sentirse muy mal y luego salir totalmente cansado y deshidratado. En esos
momentos bajando todos los santos del cielo para pedir que les salvaran,
incluso pedir perdón a las personas a quienes sabían haber ofendido y algunos
ya de recuperación en sus casas cumplen a raja tabla con las medidas de sanidad
que impone la ciudad; y algunas precauciones más derivadas de su propia
experiencia. No se reúnen en grupo, únicamente salen lo indispensable, los
hijos toman clases desde casa, no se visita a los abuelos, hay un sistema de
desinfección antes de entrar a la casa, se quitan los zapatos, se rocían
alcohol en la ropa, no hay abrazos, la persona de limpieza entra con guantes y
cubre-bocas, y se desinfecta con spray al salir, además del tapete de
desinfección en la puerta de entrada.
El caso de mi tía fue un desenlace rápido, ella estaba
en Texas, de festejo de 50 años su hijo Roberto, toda la situación de meses en
confinamiento, la había agotado física y emocionalmente, no poder ver a sus
hijos, impedida para viajar, no poder abrazar a sus nietos y bisnietos,
habiéndole retirado su “libertad” de movilidad a una incansable dama de 73 años
de edad, quien en el mes de marzo se le retiro su licencia de conducir por precaución
a un derrame cerebral del que se había recuperado en meses pasados.
Mi incansable tía, es la mejor anfitriona que he
conocido, siempre que llegamos a su casa nos tenía comida preparada y el
congelador con más de un antojito también elaborado por ella, siempre nos unió,
muy alegre le gustaba escuchar música de mariachi así que llegando a la mayoría
de las reuniones se hacía acompañar de este.
Tengo mucho que hablar de mi incansable tía, pero hoy
solo quiero expresar que esta enfermedad del COVID-19 es tan real como la
muerte, nos acompaña siempre, no tiene olor, sabor o color. Pero está presente,
y ahora sus hijos, nietos, bisnietos y todos quienes la queremos, la vamos a
extrañar, ahora nos ve desde el cielo acompañada de su muy querido esposo Otón.
Ella fue internada en uno de los mejores hospitales
del mundo y, aun así, murió. ¿Qué podemos
esperar, quienes no tenemos acceso a los hospitales de primer nivel?
Hoy debo aprender a hablar de ella en pasado, era la
mejor anfitriona, era la más hermosa, era la más querida, era tan alegre, era
la mejor…
Te invito a reflexionar, que tu sueño no se convierta
en pesadilla. ¡Cuídate, y cuida a tu familia! Sé exagerado con la limpieza,
extrema precauciones, seguramente hay alguna persona quien espera que estés con
él o ella.
Un enorme abrazo a todos quienes como yo tenemos luto
en nuestro corazón por su partida. Un beso enorme tía María, me dejas grandes
lecciones de vida, que seguramente compartiré en mis escritos.
Dra. Sandra Gómez Patiño.
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