Pedro
Vargas Avalos
A
nivel federal se asevera que la lucha es sin cuartel, pero los hechos no avalan
tal afirmación: los casos de Rosario Robles y Emilio Lozoya, no son suficientes
para acreditar el aserto: la primera se dice víctima de persecución política,
sin probarlo; el segundo negoció el ventajoso nivel de testigo protegido, por
lo que goza de cabal salud. De éste se desprendió el asunto de Ancira, el de
los Altos Hornos preso en España, por lo que resulta accesorio y además, está
en veremos.
Algunos
refieren el puñado de exgobernadores ladrones, unos presos y otros prófugos,
pero esa materia, que a estas alturas ya parece un retintín, no es propio de
este sexenio sino más bien un engendro de los predecesores de AMLO y la extinta
Procuraduría General de la República (PGR).
Un
proceso que apareció como muy importante, es el que se inició en Estados Unidos
contra el exSecretario de Seguridad de Felipe del Sagrado Corazón de Jesús
Calderón Hinojosa, es decir Felipe Calderón, mismo que ha perdido revuelo y nos
tiene a la expectativa, reconociendo en todo caso que quienes han hecho la
tarea al respecto, son nuestros vecinos distantes. Lo que de allí resulte, será
de carambola, mera eventualidad.
Se
habla de que hubo un pacto de impunidad entre el actual primer mandatario y el
anterior presidente. Este en propia voz,
a cada rato reitera que no es partidario de que se persiga a los antecesores de
él. El pueblo por su parte exige, en su gran mayoría, que se les enjuicie,
considerando que de los mil y un males que padecemos, ellos son los responsables.
Lo de sujetar a plebiscito el juzgarlos o no, parece más bien una jugada
política o como dicen los litigantes, una excepción dilatoria.
A
parte del presidente, en el fuero federal, el otro actor básico en la lucha
contra la corrupción y la impunidad, es la Fiscalía General de la Republica,
anteriormente conocida como Procuraduría General de la República (PGR) y la
verdad, es que por su lentitud y bajo perfil de accionar, no ha convencido a
casi nadie: la corrupción y la impunidad siguen corriendo parejos, sin visos de
que se les abata, y ni siquiera se les detenga.
El
sonado tema del General Salvador Cienfuegos Zepeda, exSecretario de la Defensa
Nacional durante el período Enrique Peña Nieto, es para poner a prueba a la
Cuatro T. Fue tan sorprendente la detención del divisionario en retiro, allá en
Los Ángeles el pasado 15 de octubre, como su regreso a México el miércoles 18
del presente noviembre. Cuando se supo que el citado General había sido detenido,
acusado de varios cargos de narcotráfico y lavado de dinero, la nota fue una
especie de bomba, no solo para los ciudadanos mexicanos, sino para los
políticos y especialmente para los miembros del ejército.
Es
lógico suponer que si el milite aludido había cometido los delitos que se le
atribuían, muchos otros oficiales de alta graduación saldrían manchados, pues
esos ilícitos no se suelen cometer aisladamente. Y entonces se echó a caminar
la máquina de la diplomacia, las relaciones, los intereses y porque no, hasta
las componendas.
¿Cuándo
se había presenciado que la potencia imperial, imputado un delito grave, se
desistiera y “confiando” en la justicia de otro país, autorizara la entrega del
presunto culpable a las autoridades del Estado reclamante? Y todo el
procedimiento se realizó con relampagueante rapidez: en la mañana, la jueza que
llevaba el asunto, recibió la petición del Departamento de Justicia yanqui vía
su Fiscal General, y al rato resolvió concediendo la solicitud en base a los
altos intereses del gobierno norteamericano, así como a la buena relación de
los dos países interesados, Estados Unidos y México. Por la noche, el
divisionario descansaba en su domicilio, tras 33 días de encarcelamiento. Todo
un récord Guinness.
La
jueza también dijo que confiaba en la responsabilidad de las autoridades
mexicanas. Los Congresistas estadounidenses declararon que “la justicia
prevalezca”. La Fiscalía General de la República, para lograr el acuerdo que
firmó con sus homólogos gringos, afirmó que se aplicarán las leyes mexicanas. Y
hasta el mismo divisionario ahora liberado, aceptó ponerse a disposición de
dicha autoridad, pero eso sí, gozando de libertad.
El
presidente insistió, no habrá impunidad y no se hizo ningún acuerdo indebido
para lograr el retorno, libre de cargos, del General Cienfuegos. Marcelo
Ebrard, el Secretario de Relaciones Exteriores, se ha dado vuelo declarando que
el multicitado militar regresaba libre y sin acusaciones. Del ejército que se
dijo estaba inquieto, particularmente sus altos grados, aunque por su
hermetismo poco se sabe, parece que está sosiego, hasta satisfecho.
Con
los datos aportados por las autoridades de Estados Unidos, se abrió una carpeta
en la FGR; se supone se desahogará, que no habrá simulaciones o encubrimientos.
Por ello, lo que resta es saber si la guerra contra la corrupción realmente se
está librando, o si la impunidad continúa imperando en el viejo Anáhuac, a
pesar de lo que digan en contrario las más altas autoridades mexicanas. No cabe
duda, la lucha contra la corrupción y la impunidad, está a prueba. A la Cuatro
T corresponde resolver el entresijo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario