Pedro
Vargas Avalos
Las
frases convertidas en adagios o refranes populares, son verdades de gran peso.
Por lo general las entienden no solo los letrados sino también los poco
versados en la cultura, en pocas palabras, son comprendidas por toda persona
con mediano uso de razón.
En
nuestro medio mexicano, tanto entre amigos, como con la familia y no se diga
cuando de política se trata, el refrán cobra un significado muy peculiar. Así
tenemos por ejemplo el de “Poderoso caballero es don Dinero”, que nos indica
que cuando en un asunto está de por medio la economía, las cuestiones suelen
definirse a favor de quien tiene o invierte más caudal. Y muy socorrido es el
adagio que reza: “El que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”, que la
verdad es tan clara, que no requiere mayor explicación.
Dentro
de tales píldoras de sabiduría popular está el dicho de que “Obras son amores,
y no buenas razones.” Y es que este proverbio se aplica para el caso de los
políticos que saben cumplir, que lamentablemente no son todos, ni tan siquiera
un porcentaje respetable, más bien abundan los que de las promesas hacen su
estilo de vida y, por lo tanto, no cumplirlas es su característica. Por ello el
pueblo tiene en tan mal calificación a los diputados, a los regidores, a los
senadores, a los jueces, a los dirigentes de partidos o de sindicatos y, en
fin, a la mayoría de los servidores públicos, que entre más alto es su encargo,
tal parece que más casados están con las mentiras.
Hace
unos días, el sábado doce del presente mes de la Patria, vino el primer
mandatario de la nación a la Perla Tapatía. Su presencia obedeció especialmente
para inaugurar o cortar simbólicamente el listón del arranque de la línea 3 del
tren ligero de Guadalajara. Esta obra se había iniciado en el nefasto sexenio
de Enrique Peña Nieto y su concolega Aristóteles Sandoval. Se proyectó que
costaría 17 mil millones de pesos y que se entregaría en 2017. Todo fue
decepción para la gente que esperaba tan necesaria obra, pues ni costó esa millonaria
suma ni se terminó en el año prometido, ni en el siguiente. Aún se tuvo la
desfachatez de que ambos dizques gobernantes hicieran una “inauguración” poco
antes de terminar sus mandatos, acto que más bien pareció una burla para la
población. Mientras tanto lo que, si fue efectivo, es que ya se habían gastado
alrededor de treinta mil millones de pesos, casi el doble de lo proyectado: la
obra parecía barril sin fondo.
Al
iniciar su gestión los actuales mandatarios, tanto de la nación como del Estado
de Jalisco, se pensó que apoco se alargaría más años el finiquitar la mentada
línea tres. Esto porque desde la campaña electoral afloraron diferendos entre
los dos candidatos entonces, ahora gobernantes. Por fortuna, el mandamás
estatal supo pedir apoyo y el primer magistrado federal mostró sensibilidad,
por lo que de inmediato comenzaron a fluir los casi cinco mil millones de pesos
que faltaban. Y de esa manera, por fin el pasado doce de septiembre se inauguró
la magnífica línea tres. Y entonces resonó la frase: “Obras son amores, y no
buenas razones”. Ahora de Zapopan hasta Tonalá-Tlaquepaque, pasando por
Guadalajara, el trayecto se recorre en media hora más o menos, lo cual es una
ilusión hecha realidad que el pueblo sabrá valorar.
En
la misma ocasión, el mandatario federal se comprometió a construir la línea
cuatro del Tren Ligero, que cubriría una novedosa ruta en la zona conurbada de Guadalajara
con destino hacia Tlajomulco. El compromiso lo había adquirido el gobernador
hace tiempo, pero ahora se ve que será cristalizado porque AMLO asumió el
compromiso de terminarlo durante su sexenio. Con ello volvió a resonar el
adagio: Obras son amores…
Pero
este refrán obliga a que se prosiga la tarea emprendida. Y allí está la
autopista Guadalajara- Puerto Vallarta, que desde los tiempos del amargoso
Calderón se prometió y solo ha quedado en eso: promesa incumplida. El año
pasado, visitando Nayarit, el presidente declaró que daría un ultimátum a los
encargados de realizar esa carretera, y se comprometió a concluirla. No
exageramos si decimos que esa vía terrestre es un sueño no solo para los
jaliscienses y nayaritas, sino para gran parte de México, que utiliza ese medio
para llegar al edén Vallartense.
De
los tres tramos de que consta la autopista, está en funciones el primero, que pasa
por Compostela, la primera capital de la Nueva Galicia. Pero el segundo, que
llega a Las Varas, desde hace dos años se dijo que pronto se entregaría, pero a
la fecha ni siquiera se apunta cuando entrará en funciones. Ojalá que el presidente
recuerde su promesa y nos del gusto de pronto recorrer esa vía corta a Puerto
Vallarta, nuestro paraíso jalisciense. Con ello volveremos a pronunciar
jubilosos, el refrán que ojalá se convirtiera en divisa de todos los políticos:
Obras son amores, y no buenas razones.
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