Víctor
Hugo Prado
La
libertad de expresión es un derecho constitucional inalienable, que consagra a
que toda persona tenga libertad de pensamiento y expresión. De buscar, recibir
y difundir informaciones e ideas, ya sea oralmente, por escrito, o a través de
las nuevas tecnologías de la información, el cual no puede estar sujeto a
censura previa sino a responsabilidades ulteriores expresamente fijadas por la
ley.
Este
derecho recientemente fue exigido mediante un desplegado firmado por 650
intelectuales del país que denominaron “En defensa de la libertad de
expresión”, poniendo en estado de alerta el asedio que sufre esta libertad,
representando un riesgo para la joven democracia mexicana.
Señalaron
que “el presidente López Obrador utiliza un discurso permanente de estigmatización
y difamación contra -medios de información a- los que él llama sus adversarios,
señalando, además, que al hacerlo agravia a la sociedad, degrada al lenguaje
público y rebaja la tribuna presidencial de la que debe emanar un discurso
tolerante”.
Eso
ha sucedido, es cierto, con los que difieren con su línea discursiva, es el
caso de medios como Reforma, Letras Libres y Nexos, estos dos últimos con
solidez académica e intelectual a toda prueba. Pero también lo ha mostrado con
periodistas que han cuestionado obras mal planeadas que no generaran riqueza,
las fallas del rumbo económico, el mal manejo de la pandemia, la inseguridad
que asola en todos los rincones del país y en todos los estratos sociales.
Sin
entender ni aceptar información distinta, ni tampoco la crítica, el presidente
siempre tiene otros datos, quien le cuestione es conservador, neoliberal que
anhela el regreso de los gobiernos corruptos. Y en el mismo sentido del
desplegado “Sus palabras son órdenes: tras ella han llegado la censura, las sanciones
administrativas, los amagos judiciales”, en el fondo también reproduce la advertencia
de que no hay opciones, por tanto, no se puede disentir solo callarse.
Desde
la tribuna mañanera ha impuesto una línea del discurso para seguir alentando
las divisiones, complaciendo a los afectos, atacando a lo que disienten. Así,
ha minimizado la lucha de las mujeres contra la violencia de género. Se ha
carcajeado de quienes han sido víctimas de la violencia. Ha querido borrar del
mapa los problemas del país, las luchas por el medio ambiente, por el agua que
se suscitan en el norte, el comportamiento de la pandemia, los contagios y muertes
derivadas de ella, la falta de medicina de los niños con cáncer. La simbólica
imposición del discurso se ejemplifica cuando en una rueda de prensa pidió que
no preguntaran nada más que del avión, con el que dio “avión”. Ahora el nuevo
tema es el juicio a los expresidentes, porque el show debe continuar. Quien
busque un tema distinto en pro de ejercer la libertad de expresión, es
entonces, enemigo del régimen.
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