Fernando G. Castolo
Hace 150 años nació en Ciudad Guzmán la más grande
inteligencia que jamás ha dado Jalisco, según palabras del presbítero Severo
Díaz Galindo, su pupilo más cercano. Cursó estudios en el Seminario Conciliar de
Zapotlán y muy pronto ventiló sus enormes dotes intelectuales en el campo de
las ciencias y, siendo todavía estudiante, fue invitado para impartir algunas
materias dentro de las áreas exactas. En el seno familiar ya se evidenciaban
especiales rasgos de una dimensión intelectual nada ordinaria y, por lo mismo,
desde siempre ha permeado en ellos una personalidad de pensamiento liberal.
Fue
registrado con el nombre de José Serapio el 7 de septiembre de 1870 (cuatro
días después de su alumbramiento), hijo de don Salvador Arreola y de doña Laura
Mendoza (abuelos paternos: don Juan Salvador de Arreola y Abad y doña Ana Arias
y Dueñas; y maternos: don José María Francisco Gerardo de Mendoza y Coria y
doña Eugenia de Jasso y Torres).
Fundó en el Seminario de la Palma (como también era
conocido el establecimiento en Zapotlán) el observatorio meteorológico y
vulcanológico (El Colima era el único volcán en el mundo que tenía un registro
sobre su comportamiento de forma continua y minuciosa todos los días), primero en
su género en la América Latina, donde él mismo fabricó la mayoría de los
instrumentos de observación y medición.
Fue tanto su
éxito que, posteriormente, el Obispo de Colima don Atenógenes Silva lo invita
para que realice lo mismo en el Seminario de aquella ciudad. Finalmente, el
Arzobispo don Pedro Loza se lo lleva consigo al Seminario de Guadalajara para
que imparta materias en el ramo de las ciencias exactas y desarrolle
actividades de investigación en las áreas de la vulcanología, le meteorología y
los movimientos telúricos.
Gracias a su gran sapiencia y encumbrada capacidad
para comprender mejor los eventos de carácter natural, muy pronto se vio
involucrado en escandalosas notas periodísticas, cuando tuvo la osadía de
pronosticar los eventos sísmicos de 1912 en la capital jalisciense, encarándose
en dimes y diretes con el entonces gobernador Alberto Robles Gil, quien quedó
como un tremendo ignorante frente a la opinión pública… Además, mantuvo un
interesante epistolario con la científica Marie Curie, quien le remite un
fragmento de radio, su gran descubrimiento, con el cual realizó varios
experimentos (sobre este fragmento, su sobrino Juan José Arreola inspiraría “El
prodigioso miligramo”, uno de sus más celebrados cuentos).
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Pronto, nuestro paisano, dejaría la carrera
presbiteral para dedicarse de lleno en sus actividades científicas y de
investigación. En la ciudad de México encabezó importantes proyectos en las
áreas de la arqueología y la antropología.
A él le debemos la significación del icónico Calendario
Azteca, el cual logró descifrar con gran precisión. Perteneció a la Sociedad
Mexicana de Geografía y Estadística y sus días los terminó como catedrático en
la Universidad de Guadalajara, donde se ganó el respeto del propio rector don
José Guadalupe Zuno Hernández.
Un monumento le recuerda permanentemente en su
pueblo natal, obra del escultor Ramón Villalobos Castillo “Tijelino”,
localizado en el jardín de su mismo nombre (en la parte externa del Instituto
“Silviano Carrillo”); además, de que este año, y motivado por el feliz
acontecimiento de su de la conmemoración de su nacimiento, el H. Ayuntamiento
Constitucional de Zapotlán el Grande, Jalisco, determinó que toda su papelería
oficial llevara la leyenda: “2020, Año del 150 aniversario del natalicio del
científico zapotlense José María Arreola Mendoza”… Todavía los investigadores y
estudiosos no logran esclarecer el motivo por el cual el registrado como “José
Serapio”, fue conocido en vida, y trascendió, con el nombre de “José María”…
Jalisco todavía tiene la enorme deuda de que este hijo esclarecido sea
integrado, con los honores que se merece, en la galería de la Rotonda de los
Jaliscienses Ilustres; sin embargo, su nombre sí aparece en el muro de los
Jaliscienses Distinguidos del siglo XX, que se encuentra al interior del
Palacio de Gobierno estatal. ¡Loor eterno a don José María Arreola Mendoza!
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